Catedrático en pruebas extremas. De Madrid al infierno. Juan Manuel Estévez se quedó ciego a los doce años por un glaucoma. Vende cupones de la ONCE en la capital de España y adora "experimentar sensaciones". Consumado especialista en recorrer distancias de hasta 90 kilómetros por la alta montaña, el pasado fin de semana participó en la Transgrancanaria. Ayudado por seis guías, sus lazarillos, Superman se fijó el reto de concluir la prueba de 123 kilómetros.

El atleta madrileño de 52 años arrojó la toalla tras 69 kilómetros de combate eterno. Fueron 25 horas. El último tramo -de ocho kilómetros- los completó con la rodilla rota. "El peligro está en la ciudad; no en el campo. Temo más a un vagón de metro o un taxi que a una ladera. Era la primera vez que venía a Gran Canaria y llevaré esta isla en el corazón; fue salvaje y hermoso", confiesa el aventurero (que detalla en su blog ciegoaventura.blogspot.com los fotogramas de sus hazañas).

Con su mochila y un teléfono móvil, aferrado a su barra guía, Juan Manuel comenzó como Bolt. "Llegué al primer control dejando a 15 personas detrás; parecían cadáveres. Pero luego llegaron las subidas y cada paso fue una puñalada".

Con la rodilla rota y envuelto en lágrimas, tuvo que arrojar la toalla. "Fueron 25 horas y no conocía la geografía de la Isla; mis guías ahora son mis hermanos. No los conocía, pero tras la prueba, ya son mi familia".

Consejeros espirituales

Los atletas Martín Suárez, Fran González, Javier Vázquez, Jacob, Pedro Padilla y Fran Hernández fueron los guías de Superman. Los dos primeros completaron el recorrido íntegro junto al invidente; el resto los 40 kilómetros desde la salida a Tunte. Había que turnarse. La exigencia pasó factura a los lazarillos, que tienen un corazón de acero.

Técnico de frigoríficos, Martínez Suárez revela que hubo instantes de pánico. "Nos vimos dejados de la mano de Dios. Le dije a Juan que la mochila pesaba demasiado [4 kilos]. El final fue dramático pero no parábamos de darle ánimos. Nunca se cayó y tras lesionarse en Tejeda, se inició la odisea", concluye.

Javier Vázquez y Fran Hernández recuerdan la anécdota del antifaz. "Hicimos parte de la prueba con los ojos vendados. Fue un océano de sonidos... Algo increíble", valora Vázquez.

Hernández quiere repetir. "Fue durísimo pero muy positivo; el amanecer es algo que te persigue", concreta el atleta.

Superman, con su dorsal 114, ya ultima desde La Castellana su vuelta al Roque Nublo. Sus lazarillos superaron el desafío. "Me costó abandonar; no podía fallarles. Pero volveré a Gran Canaria, ya sé el camino", finaliza.