- Catorce años después de su retirada como ciclista profesional, ¿a qué se dedica Claudio Chiappucci?

- ¿Catorce años ya? El tiempo se va muy rápido... Intento disfrutar un poco de la vida después del ciclismo. Durante muchos años estuve concentrado exclusivamente en mi carrera, en preparar clásicas de un día y vueltas por etapas, porque para ser un grande hay que trabajar muchísimo. Por eso ahora disfruto de todas las cosas que no hacía antes.

- ¿Y tiene tiempo para seguir la actualidad del ciclismo?

- Por supuesto, el ciclismo es una pasión y claro que lo sigo. Me gustaría, en breve, volver y trabajar en un equipo profesional o en una federación para aportar mi experiencia, que es mucha, y poder ayudar.

- ¿Le gusta el ciclismo actual, le gusta lo que ve?

- Sinceramente no me gusta mucho. Han cambiado, con respecto a mi época como corredor, muchas cosas que no son buenas para el ciclismo. Sobre todo, me disgusta que los ciclistas apenas tengan poder para decidir. Por ejemplo, creo que el nuevo calendario es un problema. Es demasiado largo y se corre en todos los sitios del mundo, algo que no me acaba de convencer. Y luego está el problema del dopaje, como si fuera un mal que afecta únicamente al ciclismo y con todo el mundo bajo sospecha. Además, ahora hay mucho equipos. Antes había entre veinte y treinta y nos conocíamos todos. Ahora no.

- ¿Y a qué le suena cuando hablan de vatios de potencia, de un número concreto de pedaladas para subir un puerto?

- La tecnología ha avanzado de manera increíble, ha cambiado mucho al ciclismo, pero no creo que sea el ciclismo que le gusta a la gente. A la afición, en la carretera o por televisión, le apetece ver ataques, pasión y fantasía, no mucha tecnología y poca emoción.

- En 1990, en la edición de ese año del Tour de Francia, tras una escapada en Futuroscope fue líder de la carrera hasta la penúltima etapa. Dicen que el primer día que se enfundó el maillot amarillo durmió con esa prenda puesta por miedo a que se la quitaran.

- Es que hacía 30 años que un italiano no se vestía de amarillo en el Tour y tenía opciones de ganar la carrera. Pero ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que no estaba preparado para acabar como líder de la general en París. Ni yo lo estaba ni tampoco el equipo. Un año después, en 1991, probablemente hubiera ganado en una situación similar. Antes de aquella edición, mi objetivo inicial era ganar el premio de la montaña. Pero según se acercaba la carrera a París, más me acercaba a la posibilidad de ganar del Tour. Aunque Greg LeMond me superó y no gané, ese momento fue el más importante de mi carrera, me cambió mi vida profesional. Lo cambió todo a mi alrededor.

- El 19 de julio de 1991, camino de Val Louron, entre usted y Miguel Indurain incendiaron el Tour de Francia. ¿Hablaron durante la etapa de repartirse los premios, para usted la victoria de etapa y para el ciclista navarro el maillot amarillo?

- No, no lo hablamos. Apenas conocía a Miguel [Indurain] y era la primera vez que nos escapábamos. Él tiraba, yo tiraba, los dos nos dábamos relevos y así, entre dos, era mejor que en solitario. Así que a los dos nos iba bien. Además, en esa época no había pinganillos y sinceramente ni sabía cómo estaba la clasificación general, si él se ponía líder o no. Mi objetivo, mi gran desafío ese día, era ganar la etapa y me preparé para ello.

- En 1992, tras la exhibición de Indurain en la contrarreloj de Luxemburgo en el Tour, Gianni Bugno dijo: "El pelotón lo formamos 180 ciclistas y un extraterrestre".

- Siempre fue un extraterrestre en la contrarreloj. No había manera de ganarle. El tiempo que intentaba sacarle en la montaña él me lo sacaba contra el crono. Por eso atacaba siempre en la montaña, subiendo o bajando. Cada momento era bueno para atacar.

- Y días después, su gran hazaña: en la cima de Sestriere, en Italia, en la montaña donde había ganado Fausto Coppi por delante de Gino Bartali y con las cunetas repletas de tifosi. Si las rampas de ese último puerto llegan a durar un poco más, Indurain, que sufrió una pájara al final, igual no hubiera ganado ese Tour.

- Salí para ganar, sin reservas fuerzas. Había preparado la etapa meses antes, porque era la única que acababa en Italia y quería ganar. El equipo de Gianni Bugno trabajó mucho por detrás para neutralizarme, algo que no me gustó porque benefició a Indurain, que disfrutó de esa ayuda. Y sí, si el puerto dura un par de kilómetros más, tal vez Indurain no hubiera ganado ese Tour.

- Ese día se la jugó a lo grande. Se escapó a 228 kilómetros de meta y pedaleó en solitario durante 180 kilómetros.

- Fue a cara o cruz. Al inicio me escapé con otros ciclistas y esperaba ayuda, pero como no daban relevos decidí saltar en solitario. Equilibré bien mis fuerzas. Ascendí con buen ritmo y aceleré en las bajadas. Por detrás creo que no pensaban que tuviera tanta fuerza. Eso sí, según me acercaba a meta más temía por la posibilidad de que alguien me alcanzara y, después de tanto esfuerzo, me ganara.

- Indurain le califica como el rival más difícil de batir.

- Y él lo fue para mí. Sinceramente, creo que sin mí, Indurain hubiera ganado menos. Mi presencia le motivaba y la rivalidad que teníamos, sana, era buena para todos. Fue mi rival en el Tour, en el Giro y en el Mundial, pero por encima de todo es mi amigo.

- A la hora de analizar su carrera, ¿echa en falta un triunfo en la general de alguna de las grandes vueltas?

- No puedo cambiar lo que he sido. Y la gente me reconoce por lo que fui, por ser un ciclista que atacaba, que ponía pasión. Ningún aficionado me pregunta por mi palmarés, me recuerdan por cómo fui, por darlo todo en la carretera.

- ¿Qué le parece la sanción a Alberto Contador?

- Es una historia que no comprendo. Y creo que la mayoría de la gente tampoco. Ha pasado mucho tiempo hasta la sanción y aún no sabemos por qué lo han castigado. Aun así, Contador es el número uno del ciclismo actual, que es quien pierde con este asunto, porque parece que el dopaje sólo afecta al ciclismo y está todo el mundo bajo sospecha.

- Unipublic quiere que la Vuelta a España, en 2013, finalice en Canarias con la disputa de cuatro etapas.

- La primera vez que vine a Canarias fue en 1988 para disputar la Vuelta a España. Por ejemplo, no sé por dónde se ascenderá el Pico de las Nieves, pero si suben por La Pasadilla provocará una explosión en el pelotón. Es muy duro. Yo lo he subido y puedo decir que está al nivel del Mortirolo o el Angliru.