Cuando lo razón suma argumentos en negativo solo se puede recurrir a las emociones. El Gran Canaria 2014 se juega media vida, hundirse en la batalla por la salvación, ante el poderoso Regal Barcelona hoy (11.30h.) en el Centro Insular, en un duelo que con todo en contra solo se puede medir a partir del orgullo, de lo épico y del binomio que forma con su afición en las días en los que lo imposible se hace realidad. Para convencerse de razones solo tiene que buscar en su propia historia.

A falta de siete jornadas para el final agónico de la temporada del 2001-2002, el Gran Canaria, entonces bajo la nomenclatura del Canarias Telecom, jugaba con la soga al cuello por su supervivencia en la categoría. Manolo Hussein, Jason Klein, Esposito y Kenny Miller lucían de amarillo. El Cantabria Lobos era el rival en la ecuación por la permanencia en una temporada marcada por la sucesión de jugadores, hasta 22 a lo largo del año deportivo. Y, entonces dos partidos marcaron la senda del éxito, uno en Fuenlabrada (100-102) y otro, en casa, en la penúltima jornada y con el equipo prácticamente salvado ante Unicaja (76-74) con Rafa Guerra y Warren Kid en plan estelar.

El ejercicio de memoria a la hora de buscar un precedente de agobio clasificatorio en el pasado reciente del Granca es más que complicado. Durante años la directiva, el cuerpo técnico y, sobre todo, la plantilla de jugadores que conforma el vestuario del representativo grancanario han acostumbrado a sus aficionados a tardes de caviar, vino y rosas. Desde entonces, los partidos a vida o muerte han sido siempre por metas superiores, por entrar en la Copa o por acceder a la ronda de play off y, en estas batallas, casi siempre ganaron y siempre cumplieron. Ahora, el vestuario amarillo, cuando se encuentra acosado por la dudas y sus propias carencias, pide que la afición le devuelva el favor en forma de ánimo, cariño y por encima de esto en un voto de confianza; en la fe correspondida de que harán su parte del trabajo.

La visita del Barcelona de Xavi Pascual, líder de la categoría, vigente campeón y uno de los mejores equipos defensivos del básket continental ofrece los condicionantes para un ejercicio de absoluta voluntad y confianza. Vencer al todopoderoso, aunque se haya convertido en una costumbre habitual en los últimos años -con nueve victorias de 19 enfrentamientos desde 1995- parte como una auténtica quimera. Por eso, los jugadores han repetido, uno tras otro, que la victoria solo es posible con el mejor ambiente posible, con su afición volcada, ingrediente éste insustituible en todas las gestas del conjunto de Las Palmas.

CJ Wallace

En las filas del conjunto rival, aparece un jugador amigo. CJ Wallace ahora luce de azulgrana en las victorias. Espera con nervios, según reconoció esta semana, la vuelta a la que fue su casa y frente al equipo que asegura seguir paso a paso en la distancia, a través del móvil y en contacto directo con sus amigos de amarillo. Pero ahora Wallace desempeña un papel secundario en la constelación de jugadores que supone el vestuario del Barça. Pedro Martínez enumeró los peligros en sala de prensa y acabó con un "todo" amplio en resumen. El poderío del senegalés Ndong, la fuerza y el tiro de Lorbek, los mates de Fran Vázquez -ex del Granca-, la velocidad de Huertas, el desparpajo de Rabaseda o el cúmulo de virtudes que reúne Mickeal. Pero, como de costumbre en las visitas del Barcelona, las miradas se centrarán en el juego exquisito de Juan Carlos Navarro. En esta ocasión llega mermado en sus facultades y con una racha negativa en su acierto. Pero siendo uno de los mejores jugadores FIBA de la última década, Navarro es siempre el hombre a seguir. El duelo está servido.