En 1993, después de la borrachera de éxitos con los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla y la Ciudad Cultural de Madrid, España era un país optimista, orgulloso de su propia capacidad. En las radios pululaban las canciones fáciles, con estribillo sencillo, popular y pegadizo. Así ocurrió con el tema el 'Tractor amarillo' del grupo gallego Zapato Veloz, que también tenía en su discografía canciones como 'Pandeirada sideral', que le venía al pelo a David Vidal, exentrenador de la Unión Deportiva, por entonces en el Cádiz, o 'Tribu comanche'.

Durante aquel periodo de soniquete musical de dudosa calidad, la Unión Deportiva se encontraba en Segunda B. Fue la temporada de las reconversiones de los clubes en sociedad anónima deportiva y el descenso desde Segunda había dejado la moral de la afición amarilla por los suelos.

"Recuerdo que el primer partido contra el Estepona nos fueron a ver unos 2.500 espectadores... No muchos más", apunta Álvaro Pérez, entonces entrenador amarillo, al tiempo que señala que, con el paso de las jornadas, "la afición poco a poco regresó al Estadio Insular. El equipo ganaba y jugaba bien con futbolistas como Socorro, Robaina u Orlando".

La buena marcha liguera de Las Palmas, con frecuentes goleadas en casa y fuera, generó un ambiente de extraordinaria euforia alrededor del equipo, por lo que el tema el 'Tractor amarillo' se convirtió en un himno oficioso en los partidos como anfitrión. Incluso un grupo de aficionados, entre los que se encontraba José Martín Feo, versionaron la canción original y le pusieron su toque futbolístico. "No era una canción para un premio Grammy, seguro, pero sí animó a la gente para que viniera al Insular y ayudara al equipillo", comenta entre risas Luis Sicilia, entonces presidente del club.

"Aquella temporada, la 92-93, se conoce como la del tractor amarillo precisamente por la canción. No fue un paseo por la categoría, pero casi", precisa Pedro Luis, defensa reconvertido a mediocentro defensivo por Álvaro Pérez, que fue uno de los goleadores del equipo. "Jugábamos de memoria y eso enganchó al público después de la desilusión que supuso bajar por primera vez a Segunda B", rememora Pedro Luis, que durante el curso pasado fue entrenador del femenino de la UD.

"Cada partido terminaba en fiesta, ese es el mejor recuerdo que mantengo de aquella temporada, que en los despachos era muy dura. Parecía, incluso, que debíamos menos dinero...", concreta Luis Sicilia, quien dice que el arrebato de ilusión nació a raíz del espíritu del 92, cuando el club se debatía en el alambre.

"Practicábamos un fútbol práctico y estético, remontábamos los partidos sin querer", aprecia Pérez, al tiempo que Sicilia abunda que "todo fue formidable hasta la maldita liguilla, donde perdimos contra el Salamanca". "La comunión con el público era perfecta, ojalá se vuelva a lograr", enfatiza Pedro Luis.