La versión 2012 de David González es imprescindible para esta Unión Deportiva. En sus cinco últimas ausencias -ha faltado a ocho partidos en total a lo largo del campeonato-, los amarillos no han podido superar a sus adversarios; es más, han caído derrotados en cuatro de estas ocasiones, ante CD Numancia, AD Alcorcón, CD Alcoyano y Real Valladolid, lo que es un dato llamativo sobre la capital aportación del futbolista al grupo.

Sin el mediocentro de La Feria sobre el césped, Las Palmas carece de un metrónomo patente para su composición futbolística. Camina enérgica la UD, es cierto, pero con cierto ritmo descompasado y su ritmografía, tomando el símil musical, se destempla. El conjunto se pierde en la lectura de la partitura, se lanza o se frena sin motivo aparente, y comienza una suerte de improvisaciones en los movimientos que, a falta de fortuna, arruina el trabajo.

Sin manejo

"No hemos sabido manejar los últimos minutos del partido", se lamentó el pasado sábado Juan Manuel Rodríguez, técnico amarillo, tras caer en el último suspiro en el estadio José Zorilla. Sin nombrarlo, sin poner excusas a su ausencia, el entrenador sí echó de menos al elemento que mejor maneja el compás de la Unión Deportiva desde la zona ancha.

Su sustituto, Vicente Gómez, realizó un interesante partido a las orillas del Pisuerga, después de haber tenido durante el último mes una presencia testimonial en el equipo, con entradas y salidas constantes, pero no alcanzó el nivel de engranaje que ofrece David González. Vicente, su relevo natural en el actual rol impuesto por el técnico, posee provechosas cualidades físicas y técnicas, pero no se halla en su repertorio, de momento, la temporización del juego. Guardar la pelota al contrario, como dicen los clásicos del fútbol.

Esta vertiente, tan valiosa como complicada de encontrar en los centrocampistas de Segunda, parece ser uno de los errores centrales donde se basó la derrota de Las Palmas en el último encuentro en Valladolid, que reeditó errores de sus anteriores caídas. En Pucela, al igual que en Los Pajaritos de Soria o Alcoy, los amarillos perdieron el pie en los minutos decisivos cuando debían gobernar el balón y no fiarlo al albur de los acontecimientos. Por pura estadística, a más llegadas, más peligro, por eso, en los últimos diez minutos de Valladolid o Soria, por citar dos casos donde no hubo control del esférico, Las Palmas sufrió el acoso hasta que llegó la acción cruel y decisiva.