Se aproximaba el final del partido y el Real Madrid tenía prisa. El Valencia procuaba resistir con los contragolpes. En uno de ellos, Piatti cometió falta contra Pepe. El portugués se revolvía en el suelo, doloroso y rabioso, cuando sintió una presencia. Pensó que era el propio Piatti para recriminarle que permaneciera en el suelo. Pero no. Era su compañero de equipo, Álvaro Arbeloa.

Y Pepe, ni corto ni perezoso, le arreó una patada a la rodilla que bien pudo haber causado una seria lesión al internacional español. Instantes después, Pepe se levantó, todavía en su particular incendio interno. Arbeloa lo dejó pasar. Pero en el recuerdo queda otro episodio más del simpar Pepe.