Aunque le dieron una y mil vueltas a la contienda, los amarillos se quedaron por una vez secos después de muchas jornadas goleadoras en su propio estadio. Desde el 18 de diciembre contra el Deportivo de La Coruña no padecía una frenazo de tal magnitud el marcador de los anfitriones en el Gran Canaria. Este año siempre había, al menos, un motivo de celebración para la hinchada, pero el cero en el luminoso de Siete Palmas fue consecuente con un juego que mantuvo encefalograma plano durante la mayor parte de los minutos.

La lógica se impuso como la mayoría de las veces en un rectángulo de juego. Y lo que fue peor, ninguno de los dos contendientes se ofreció con argumentos razonables para romper un empate a cero que llevó bostezos por toneladas a los presentes e incluso los ausentes.

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