Anoche tiritó la Unión Deportiva en un Madrid más otoñal que nunca, desorientada muchos minutos, víctima de un ataque de pánico, muerta de miedo por el qué será, espantada por la posibilidad de fracasar, incapaz de manejar una apuesta ganadora, la UD tuvo falta de estima y del colchón sentimental que le ayude a pasar las penas. Es obvio, Las Palmas está desanimada. Hay crisis de resultados y de moral. Crisis al cuadrado.

Más que la derrota, en el aficionado del Gran Canaria escuece la benevolencia con la que la Unión Deportiva trató a un Real Madrid Castilla cuyo mayor mérito fue castigar un partido mal planteado. El equipo no para de encajar goles de cualquier manera y color. Ya sea en superioridad numérica defensiva o con ventaja del contrario. Ya sea en balón parado o al contragolpe. Sean rápidos o lentos sus rivales.

El encuentro de anoche parecía ofrecer a los amarillos una oportunidad que ni pintada para despejar las dudas sobre el futuro de Sergio Lobera y resulta que, a día de hoy, la plantilla de Las Palmas, junto a su técnico, está tumbada en el diván, preguntándose sobre su futuro y olvidándose a marchas forzadas de su objetivo originario, a pesar de que siga preocupando el playoff más que salvar el pellejo.

Las Palmas se olvidó de los detalles en Valdebebas y éstos acostumbran a pesar más que el plan de juego. Y, además, ocurre que las secuelas psicológicas que dejan estos partidos, donde incluso se podría haber dado el empate, son difíciles de tratar porque demandan un replanteamiento futbolístico de calado. Lobera está en el punto de mira de una parte de la hinchada y de la crítica. Entre el aficionado se viene murmurando demasiado sobre el técnico, un hombre de espalda ancha y que ha sabido encajar ocho partidos sin ganar con un discurso coherente. Ahora, entre las cuerdas por los malos resultados repetidos como una letanía de Semana Santa, los dos próximos encuentros parecen ser definitivos para la suerte del entrenador. Dos malos marcadores frente al Racing de Santander y Sabadell, ambos en el estadio de Gran Canaria, lo dejarían fuera de combate, a no ser que se haya instalado una nueva filosofía en el fútbol profesional por aquello de la crisis económica.

Los jugadores no ondean la bandera blanca, algunos hablan de que no existe preocupación, por mucho que los malos resultados vengan diciendo que el asunto va por otro lado, signo evidente de desorientación.

A Lobera, dentro y fuera del club, le exigen que dé un golpe sobre la mesa para que los jugadores dejen de jalear su bondad a pesar de los pésimos números. De como resuelva tal debate interno, dependerá en buena parte la carrera del entrenador en la UD. El asunto está en corregir el posicionamiento de algunos futbolistas o bien en cambiarlos si es menester. El consejo de administración considera que se trata de una cuestión de jugadores más que de entrenador, quien tuvo que asistir con cara de póquer a tres goles esperpénticos anoche en la ciudad deportiva del Madrid.

Pero, en cualquier caso, se trata de reforzar el trazo de un equipo que, por entrar en la normalidad, parece vulgar cuando tiene elementos de un enorme valor. No es extraño, consecuentemente, que en la novena jornada del campeonato la afición se pregunte en las redes sociales si el entrenador no está estropeando a la plantilla o el colectivo no da para más que para perder por la mínima en cualquier plaza o alternar algunos méritos frente a Villarreal o Barcelona B.

La defensa se ha aflojado de tal manera y los goles entran con tanto ridículo, que parece un ejercicio de desgana. Y sin un guía en el medio del campo que genere fútbol suficiente, la Unión Deportiva se mueve por instinto de su frente de ataque. Anoche fue el triunfo de la determinación de los chicos del Castilla, con Jesé en plan estrella, frente a la indefinición de los amarillos, que a ratos presionaron, a ratos se replegaron y siempre fallaron más que acertaron.