El lugar de Roberto Guerra y Samu Domínguez, hace dos meses, estaba en la plantilla del filial que el Club Baloncesto Gran Canaria montó a toda prisa para competir este curso en la Adecco Plata. El primero, con 29 años y tras cuatro temporadas fuera de la casa, regresaba a la entidad para colaborar en la formación de los jóvenes talentos que hay en la cantera claretiana. Y al segundo, tras formar parte del UB La Palma que deslumbró la campaña anterior en la LEB Oro le tocaba dar un par de pasos al frente para confirmar su progresión.

Esos planes, trazados en la dirección deportiva del Granca, saltaron por los aires en septiembre por culpa de las diferentes lesiones que, como una plaga bíblica, asuelan a la plantilla del primer equipo amarillo. Con Xavi Rey, Uros Slokar y Eulis Báez fuera de circulación, Pedro Martínez reclutó a Roberto Guerra y Samu Domínguez para reforzar al grupo en el trabajo diario y para ampliar la rotación en momentos puntuales de cada partido oficial. Y así, con el rol de secundarios sellado en la frente, ambos cumplieron a rajatabla y con extrema obediencia con su papel justo hasta ayer, cuando salieron al rescate de un Granca que andaba remolón a la hora de rematar el duelo de turno ante un Mad-Croc Fuenlabrada de apariencia frágil pero que amenazaba con espabilar.

Con más intensidad que otra cosa, el equipo entrenado por Porfi Fisac empezó a ver el aro del Herbalife Gran Canaria con facilidad tras el descanso, ecuador que los dos conjuntos cruzaron con una amplia ventaja local (34-19). En un suspiro, el Mad-Croc Fuenlabrada anotó nueve puntos y fijó la desventaja en diez puntos (38-28). El pulso, en números, seguía bajo control del cuadro amarillo, pero las sensaciones barruntaban problemas para un Granca anquilosado en su propia suficiencia, encantado de conocerse y gozoso en medio una aparente mañana tranquila.

Una pérdida de balón, en un ataque, agotó la paciencia de Pedro Martínez. El técnico barcelonés miró al banquillo y buscó piezas para liderar la reacción. Primero seleccionó a Samu Domínguez (min. 25, 37-28) para darle una vuelta a la rotación interior, donde Uros Slokar cargaba con el peso de cinco semanas de inactividad. Luego tiró de Roberto Guerra para fortalecer y equilibrar el juego de perímetro. Y, tras unos momentos de duda, toda duda quedó despejada. Ambos jugadores, empujados por el hambre que da llevar el rol de secundario, por tener plaza fija en el banquillo, agitaron al Herbalife Gran Canaria, que se movió con otra energía y con otra predisposición.

Con ese ritmo, con ese impulso y ese toque lleno de ambición, el Mad-Croc Fuenlabrada no aguantó el tirón y se descompuso casi sin ofrecer resistencia. En un pispás, el Granca cambió el paso. De vaguear al tran tran aceleró para ir a toda velocidad. Y en siete minutos frenéticos, en un arrebato, el asunto quedó liquidado (60-38, min. 32).

Ganó el Herbalife Gran Canaria al Mad-Croc Fuenlabrada con suficiencia (73-52) en un partido que sólo planteó alguna complicación para el bando claretiano por errores propios, por un simple problema de dejadez. Ni siquiera los problemas físicos que han marcado el inicio de curso ocultan el enorme potencial de la plantilla entrenada por Pedro Martínez. Con cinco triunfos en siete jornadas, desplazado por una inercia positiva que le ha permitido encadenar tres victorias consecutivas, este Granca promete emociones fuertes.

Felicidad a 6,75 metros

Con Saer Sené apagando todas las luces cerca del aro del Mad-Croc Fuenlabrada -colocó tres tapones en el primer cuarto-, el Herbalife Gran Canaria se buscó la vida en el perímetro tras al salto inicial. Y allí, a 6,75 metros de distancia de la canasta rival, el equipo de Pedro Martínez fue feliz en los primeros minutos del encuentro.

Spencer Nelson, Brad Newley y Eulis Báez -antes de retirarse lesionado-, anotaron tres triples en línea que permitieron al Granca gozar de las primeras ventajas en el marcador (11-8, min. 7). Frente al acierto local, más sólido que brillante al inicio del pulso, el Mad-Croc Fuenlabrada se movió a empujones. A veces sacaba pecho por culpa de James Feldeine -condenado a pasar desapercibido por un problema de faltas personales- y en otras ocasiones se envalentonaba por la energía de Charles García, pero el equipo madrileño jamás dio la sensación de funcionar como un bloque, como una maquinaria en la que todas las piezas encajan para funcionar a pleno rendimiento.

Cuando el pulso se coló en el segundo cuarto (13-10, min. 10), los dos conjuntos se despegaron para jugar a dos velocidades bien diferenciadas. El Herbalife Gran Canaria se mantuvo firme, a su ritmo, para elevar el pulso anotador (21 puntos sumó en el segundo parcial), mientras que el Mad-Croc Fuenlabrada cayó en un agujero profundo, casi abismal. Al descanso, los porcentajes de acierto en el tiro del cuadro de Porfi Fisac daban pavor: un 43% en tiros de dos y un 9% (uno anotado en once intentos) en triples. Con ese escenario tan desolador (34-19, min. 20), al conjunto madrileño no le tocaba otra que espabilar, por lo civil o por lo criminal, en la reanudación.

Comprometidas buena parte de sus opciones de victoria tras una floja primera mitad en ataque, el Mad-Croc Fuenlabrada optó por elevar un punto la intensidad de su juego. Entre Gladyr, Mainoldi, García y Colom dieron algo de aire a un equipo que, ante la pasividad del Granca podía otear en el horizonte una oportunidad, remota pero factible, para remontar, ganar y aliviar su mal inicio de curso.

Fue entonces cuando Pedro Martínez, alarmado por el poco entusiasmo latente en sus filas, dio un volantazo desde el banquillo. Samu Domínguez y Roberto Guerra, todo pasión, contagiaron al resto y el Herbalife Gran Canaria se puso a funcionar con la precisión del mejor reloj suizo. Al ritmo de un tictac impecable, el equipo claretiano ofreció unos minutos de juego excelso, de alto nivel.

El balón comenzó a circular con fluidez y todos los jugadores interpretaron con exactitud cada movimiento. Cuando tocaba correr, el Granca se lanzaba en estampida. Cuando el juego imponía atacar en estático, el conjunto claretiano se empeñaba en buscar siempre la mejor opción -el hombre más liberado- para atacar el aro. Y cuando el asunto sólo se trataba de encestar, el cuadro amarillo mostró un elevado porcentaje de acierto.

El partido, en un momento puntual, se convirtió en un atropello (69-41, min. 35). A esas alturas ya no había discusión. Sólo una fiesta levantada sobre las sensaciones que el Herbalife Gran Canaria, con todos los problemas que ha arrastrado hasta el momento, con todo el infortunio que acumula y que le impide cargar la batería para alcanzar su mejor nivel, ofrece tras un notable arranque de curso.

El Granca tiene buen color. Que nadie pierda de vista al equipo de Pedro Martínez.