Momo ha jugado más partidos con Esteban Vigo que con ningún otro entrenador en el universo profesional. Nadie le ha dado tanta confianza al interior de Las Torres. Las estadísticas apuntan que el centrocampista de la Unión Deportiva actuó con el preparador malagueño en 55 partidos, desde que debutara en el Heliodoro Rodríguez en el otoño de 2007 hasta el último encuentros disputado en Balaídos en junio de 2009, tiempo suficiente para potenciar sus virtudes y pulir los defectos de fábrica.

A las órdenes de Vigo, el jugador se reencontró con su mejor versión futbolística, después de temporadas errantes en Albacete y Santander, cedido por el Deportivo de La Coruña que nunca lo terminó de apreciar.

Además de su clásico desborde por la banda, que ya demostró en su primera etapa en la UD, Momo agregó un interesante muestrario goleador, no detectado hasta entonces, y una mejora sustancial en el capítulo defensivo.

Vigo consiguió que este futbolista, de exquisita habilidad pero de juego algo anárquico, se implicara como el primero a la hora del repliegue, donde hizo pareja en la banda izquierda con el incombustible Mendoza, que esta tarde portará el brazalete de capitán en el cuadro jerezano.

En ese periodo de transformación de su oficio como jugador, de mirar hacia atrás, de echar un mano, los ojeadores de la Premier League inglesa llenaron sus libretas de anotaciones sobre un jugador que compartía solidaridad y desequilibrio por el sector.

Si en aquel Xerez tenía como compañeros de ataque a Calvo, Antoñito, Ríos o Calle, no es menos temible el frente de la vanguardia que le acompaña en la UD con Nauzet, Vitolo, Thievy, Guerrero o Macky, entre otros elementos. Hoy, Momo podrá demostrarle al Boquerón el resultado de sus enseñanzas.