Ratonero diabólico. Mimbre ofensivo a las puertas del cielo. El delantero grancanario del Real Betis Balompié, Rubén Castro Martín, apodado el Moña, aterriza este jueves en el Gran Canaria para la disputa del primer asalto de los octavos de final de la Copa del Rey. Le espera el equipo de su alma, la UD Las Palmas, en el que inició su carrera de artillero letal y debutó en Primera -el 25 de febrero de 2001 de la mano de Sergio Kresic en La Rosaleda ante el Málaga y con derrota-.

El isletero, de 31 años, es el embajador de un Betis florecido. Un equipo que respira en puestos de Europa y sueña con regresar a la Champions. Con nueve tantos en esta temporada [es el máximo realizador nacional de Primera junto a Aduriz], el grancanario abandera la fortaleza del Eurobetis, un cuadro de caviar con el internacional Beñat, el olfato de Jorge Molina y la fortaleza de Cañas como pilares. Un escudo que logró domar al Real Madrid de Mourinho en este curso liguero y puso al Barça de Messi contra las cuerdas.

En una carrera plagada de sinsabores y tardes de silencio, el delantero luce en su tercera campaña consecutiva a las órdenes de Pepe Mel en el Benito Villamarín -técnico clave en su despertar y con el que ya coincidió en el Rayo Vallecano en la 2009-10-, unas cifras de vértigo. Acumula 100 partidos oficiales y 59 goles. Cuando el grancanario ve puerta, el Betis respira aliviado. El Moña tiene en sus botas el Santo Grial. En su primera temporada en Heliópolis (2010-11), el equipo ganó el 75,8 % de los partidos en los que el ex de la UD vio puerta. En la segunda (2011-12), su equipo, ya en Primera, se impuso en el 61,5 % de los partidos en los que el isleño marcó, y en el presente curso el equipo vence en el 75%.

El ascenso a Primera (2011) le elevó al estatus de príncipe para los béticos. Pero su dictadura de pólvora en la liga de las estrellas ha llevado al consejo de administración a ampliar su vinculación con el Betis hasta junio de 2015.

Y desde el éxito y el reconocimiento, a sus 31 años, Rubén repasa en su memoria los inicios en la cadena de fútbol base del Artesano y su salto a la UD Las Palmas -cadena en la que despuntó desde el equipo Alevín para abrir la puerta de la Primera-. El reto del menor de cinco hermanos -con dos de ellos, Álex y Guillermo, compartió vestuario en la UD en el fatídico curso del descenso a Segunda B (2003-04)-, pasaba por una noche de gloria y ese capítulo llegó ante el Madrid de Zidane, Figo, Fernando Hierro e Iker Casillas.

Tras su fugaz estreno en Málaga, y avalado por su expediente anotador en el Juvenil A y en Las Palmas Atlético, Rubén Castro fue protagonista en la UD en el curso 2001-02 en Primera División y con Fernando Vázquez como técnico. Disputó 29 encuentros de Liga y sumó cinco dianas. Su estreno como goleador amarillo tuvo lugar en el Estadio Insular y ante el Madrid: corría la sexta jornada. 3 de noviembre de 2001. El Moña se presenta en sociedad con dos goles de bandera a Iker Casillas. Los amarillos vencían 4-2 y el isletero tocaba el cielo. Ante el Celta de Vigo (2) y Osasuna completaría su nómina. El 11 de mayo de 2002 descendía a Segunda en Anoeta. Fue la primera puñalada para el roedor del gol.

En la siguiente campaña 2002-03, con Yosu Uribe en el banquillo amarillo, Rubén acarició los puestos de ascenso -la UD concluyó el campeonato en un meritorio quinto puesto- con diez tantos en su zurrón. Y en la 2003-04, el delantero cautivó al presidente del Deportivo Augusto César Lendoiro con una carta de presentación con 22 goles, lo que le llevó a convertirse en el Pichichi de plata. Su esplendor anotador coincidió con un curso nefasto que puso a la UD en el infierno de bronce. Junto al grancanario Momo -con el que ha coincidido en cinco equipos- Rubén hacía las maletas y dejaba la Isla para comprometerse con el Deportivo. El traspaso entraba dentro del acuerdo para costear el fichaje de Schürrer.

En La Coruña, Rubén no contó con la confianza precisa para triunfar. Se doctoró en cesiones. Así se inició un camino de espinas. Un sufrimiento que tendría venganza ocho años después. En el curso 2004-05, el primero en el imperio de Lendoiro, fue cedido, con Momo, al Albacete para firmar tres tantos en quince partidos. El cuadro manchego acabaría descendiendo a Segunda División.

En la 2005-06, el isletero vio la luz y contó con el salvoconducto del técnico Joaquín Caparrós en el Deportivo. Con el respaldo jerárquico de Juan Carlos Valerón, y la eterna sombra de Momo, Rubén gozó de una oportunidad. Convenció con 24 partidos y tres goles. Uno de ellos -el 15 de noviembre de 2005- al FC Barcelona en Riazor.

Pero tocó hacer la maleta. Las cesiones en el Racing de Santander y Nástic de Tarragona estiraron su rol emigrante. Sin margen para aclimatarse y dar reposo a su instinto asesino, en la 2007-08 contó con nueve partidos en el Deportivo -siete de Liga y dos de Copa- para firmar un tanto. Sin crédito para el técnico Lotina, Rubén bajaba al infierno de Segunda para sentar cátedra. En su cuarta cesión, en cinco años, el Moña reforzaba un sello modesto como el Huesca. Con la única meta que la permanencia, el grancanario completó 41 partidos -sólo se perdió uno por sanción- y alcanzó la cifra de trece dianas en la 2008-09. Era el regreso del estilete. Con la mente en el hábitat de plata, en el curso siguiente, el último como cedido, Rubén encontró a Mel. El técnico dio con la tecla y el grancanario disputó todos los partidos en la 2009-10 para sumar catorce goles en el Rayo.

Y desde entonces, Mel ha sido el ángel salvador del artillero. El Betis abonó 1,5 millones por el jugador, la gran petición junto a Momo del proyecto bético para subir. El ex de la UD volvió a disputar los 42 partidos de Liga en Segunda y dejó al Betis en el cielo con 32 tantos (27 en Liga y cinco en Copa). Además, se convirtió en el segundo máximo goleador de la historia del Betis en un curso liguero.

En su punto de mira

Rubén puso fin a la imbatibilidad del meta del Barça Valdés -el pasado 15 de enero- en el Camp Nou en el pasado curso liguero. Al cuadro azulgrana se ha medido en ocho ocasiones para lograr cinco dianas.

Su rendimiento en el curso 2011-12 le valió el reconocimiento de la UEFA, que le premió como el Mejor Delantero Revelación.

Tras seis años de peregrinaje, en busca de la gloria, Rubén pudo vengarse del Deportivo en Riazor y con la elástica del Betis. Marcó en diciembre dos tantos al cuadro gallego. En su legado de víctimas también figura la UD. El punta ha logrado marcar en cinco de los seis enfrentamientos ante el equipo amarillo. Los dos últimos, hace dos temporadas con la elástica del Betis.

Exponente de cantera con glamour con Jorge, Ángel -con el que coincide ahora en el Betis- o Guayre, Rubén saborea en Primera las mieles de un éxito con letargo. En la retina figuran sus goles a Casillas en el Insular y su Pichichi de plata en 2004 -con Juan Manuel Rodríguez como técnico en el inicio del curso-. Tocando en varias ocasiones la puerta de la selección española, el Moña regresa ahora como un héroe de verde al partenón amarillo. Llega con un arsenal de pólvora.