Sin bullicio, voladores ni políticos abucheados. En un solemne silencio, el Estadio de Gran Canaria cumple hoy una década desde su inauguración en un partido amistoso entre la Unión Deportiva, entonces con Yosu Uribe en el banquillo, y el Anderlecht belga, que debió retrasarse durante un buen rato por el colapso circulatorio en la ciudad, que provocó la masiva afluencia de público al estreno. Diez años después de aquella noche con olor a nuevo y chaquetas manchadas, el recinto de Siete Palmas, aún inacabado, sigue envuelto en comentarios de todo tipo.

Lo más actual son las pistas de atletismo, que se encuentran en proceso de desaparición a pesar de que son plenamente válidas, según la Federación de Atletismo, que hace siete años ratificó su homologación hasta 2016. El proyecto, auspiciado por el club y financiado por el Cabildo Insular, pretende el acercamiento del graderío al terreno de juego para acabar de una vez por todas con la frialdad del ambiente.

No sólo las pistas han sido objeto de comentario, también sigue salpicando la actualidad las torres contiguas o la prometida ciudad deportiva anexa, que sólo ha cambiado el paisaje con la construcción del palacio multiusos, sede de la Copa del Mundo de baloncesto en 2014, y unos campos de fútbol, pues la cancha de hockey, donde juega el Taburiente, es anterior.

Como entonces, como hace diez años, la instalación continúa inacabada, con edificios en estado esquelético en la convergencia de la grada Naciente con Tribuna y Sur, que pretenden ser la sede de la UD en un futuro no demasiado lejano. En este tiempo, en apariencia, sólo ha cambiado el color de las escaleras de acceso a las gradas, que se transformaron del gris reinante al azul y amarillo, al tiempo que se ha degradado el suelo del tartán.

Desde aquel inacabable removimiento de tierras, pasando por la primera piedra, el Estadio ha sido objeto de discusiones, conflictos y tensiones desde el momento de su concepción, en 1993, entre políticos, directivos, colectivos con variadas afinidades e hinchas de fútbol. Muchos levantaron y siguen levantando la voz por su elevado coste, unos 72 millones de euros, cuando se presupuestó en 36.

Un trauma

Abandonar el Estadio Insular supuso un trauma para una legión de seguidores amarillos, que no han terminado de adoptar al Gran Canaria como su verdadero hogar; aunque esta temporada se encuentren en camino de contemplar viejos éxitos. Si bien el recinto se inauguró en mayo de 2003, la UD no disputó su primer partido oficial hasta la campaña siguiente, puesto que la instalación no cumplía con las medidas de seguridad y accesos requeridas por la Liga de Fútbol Profesional. El 6 de septiembre de 2003, Rubén Castro anotaría el primer gol en un encuentro ante el Leganés, que acabaría con empate a dos. Ese mismo año, Las Palmas acabaría con sus huesos en la Segunda B, lo que aumentaría la fama de gafe del Estadio.

Sin competiciones de atletismo, el uso del Gran Canaria ha sido básicamente futbolístico. En este sentido, el recinto de Siete Palmas no sólo ha sido la casa de la UD, también ha sido sede de la selección española en un par de ocasiones. En agosto de 2004, acogía por primera vez un partido de la Roja, ante Venezuela (3-2). En noviembre de 2007, esta vez en partido oficial, España se enfrentó a Irlanda del Norte (1-0) con gol de Xavi. Además, en este tiempo, el Gran Canaria ha acogido espectáculos musicales y del motor.