"Esto es Anduva". Ésa es la leyenda que corona la entrada a los vestuarios del campo donde el Club Deportivo Mirandés ejerce como local, una especie de aviso a navegantes. Para ganar allí, en medio de un ambiente con sabor añejo, a fútbol de otra época, donde el equipo de casa se multiplica por el empuje de su gente, hay que hacer muchas cosas y todas a un nivel casi excelente. Hay que jugar bien, tener actitud, intensidad, compromiso. Y no se puede regalar nada. Pero ayer, a orillas del Ebro, la Unión Deportiva Las Palmas no se dio cuenta de nada. Ni de la exigencia del partido que debía disputar, ni del orgullo del rival, ni de lo que estaba en juego. En la antepenúltima jornada del curso, con todo a favor para certificar su presencia en la fase de ascenso a Primera División,el equipo de Sergio Lobera cayó 1-0 y ahora depende de lo que haga otro, la Sociedad Deportiva Ponferradina, para poder dar el salto de categoría. Un desastre manifiesto.

Exigidos los dos equipos, el CD Mirandés por eludir el descenso y la UD Las Palmas por subir, la puesta en escena de ambos determinó todo lo demás. El equipo local salió como una locomotora dispuesta a pasar por encima del rival; el conjunto amarillo a verlas venir. Y a partir de ahí, de ese simple detalle, se marcó una distancia sideral entre ambos bandos. Todo el talento que maneja en su plantilla Sergio Lobera quedó en nada, en un elemento casi de decoración, frente al empuje del cuadro burgalés. Desde el pitido inicial, con un punto más de intensidad, de velocidad, de fuerza, de todo, a fin de cuentas, el CD Mirandés ganó, palmo a palmo, terreno hasta lograr que la Unión Deportiva reculara hasta su propia área. Y así, nada más empezar el duelo y de tanto empujar unos y de tanto retroceder otros, llegó el gol que lo decidió todo.

Alain, en el minuto nueve, vio del desmarque de Díaz de Cerio y colgó un balón que el delantero vasco pescó en el área. La acción no fue un simple hecho aislado. Es más, ese simple movimiento se convirtió en una pesadilla durante todo el encuentro para la defensa amarilla, incapaz de sujetar a Díaz de Cerio o, al menos, de comprender la habilidad del atacante donostiarra para obtener siempre ventaja al ganar la espalda de toda la línea de zagueros de la UD Las Palmas. Cuando Jeison Murillo, impecable durante toda la campaña, se dio cuenta, el rival ya se perfilaba para encañonar a Mariano Barbosa, así que el único recurso que encontró el futbolista colombiano para detener la jugada fue cometer un penalti que, un minuto después -en el diez de partido-, convirtió Muneta al engañar con facilidad al portero argentino (1-0).

El tanto no sirvió para contener al CD Mirandés, pero tampoco espoleó a la UD Las Palmas. El equipo local, con el cuchillo entre los dientes, se mantuvo en sus trece. Con todas las líneas adelantadas, presionó como si le fuese la vida en ello -que le iba- la salida de balón de un equipo amarillo al que, superado por las circunstancias, se le veía incómodo sobre el terreno de juego. Nada ofrecía un segundo de alivio al representativo grancanario: ni el adversario ni las fórmulas escogidas por el técnico para asaltar Anduva.

Porque con Vitolo de baja, Sergio Lobera realizó cambios en el once y en esa variación retocó el centro del campo. Nauzet fue desplazado a la banda derecha, Momo recuperó su plaza en el extremo izquierdo, mientras que Hernán y Vicente Gómez fueron los elegidos para formar en el doble pivote. La apuesta del entrenador aragonés pretendía ofrecer a la UD Las Palmas un punto de verticalidad, asociación alrededor de la pelota y toque de balón por la parcela donde estaba ubicado Nauzet, pero la jugada salió rana por la incapacidad del equipo amarillo para quitarse de encima a un contrincante feroz.

Como un autómata sin salida, incapaz de hacer frente al pulso de músculo y brega propuesto por el CD Mirandés, la UD Las Palmas se olvidó de todo lo demás, de todas las opciones que tenía sobre el césped recién regado de Anduva, y se empeñó en buscar la velocidad de Thievy como una vía de escape. De elevada productividad en el tramo anterior de la temporada, el recurso de forzar las galopadas del delantero francés ahora parece una trampa en la que el equipo amarillo cae una y otra vez. Tras 40 jornadas de competición, al equipo amarillo le han pillado la matrícula y en sus tres últimos partidos un dato resalta sus carencias: no ha anotado ni un solo gol.

Antes de la media hora de partido, la UD, como un imprudente, se abrazó a la Ley de Murphy. Y así, todo lo que podía salir mal, salió mal. 19 minutos después de cometer penalti sobre Díaz de Cerio, Murillo vio la segunda cartulina amarilla y fue expulsado al derribar a un rival en la frontal del área. Con el marcador en contra, con un hombre menos y con la figura encogida bajo el temporal, el representativo grancanario fue un pelele en manos de un CD Mirandés que pudo golear y al que sólo una actuación soberbia de Mariano Barbosa le impidió el homenaje.

Ni los ajustes tácticos ni los cambios, con las entradas al campo de Tato, Javi Guerrero y David González cambiaron el panorama. La UD Las Palmas fue siempre menos que el CD Mirandés. Menos equipo, menos fuerte, menos consciente de lo que había en juego. Ahora queda en manos del Murcia de Onésimo. Maquiavélico el destino.