Los sollozos de Vicente Gómez, el rostro desfigurado de Javi Castellano, la mirada perdida de Thievy, el gesto amargo de Atouba. Todos estos son retazos que relatan una batalla cuerpo a cuerpo durante 120 intensos minutos, un duelo que confirma una vez más la grandeza del fútbol en tardes como la de ayer. Esta vez, le tocó sonreír al Almería, triunfó 2-1 y pasó a la final de la promoción, pero cualquiera que presenció los acontecimientos en el Estadio de los Juegos Mediterráneos sabe que la moneda podía haber caído del lado de la Unión Deportiva, que puso al servicio de la causa toneladas de orgullo y amor propio. Su gente en el graderío, entristecida, desolada, abandonó el campo aplaudiendo a sus jugadores, que no se dejaron un gramo de fuerzas en el camino.

Por uno de esos misterios del fútbol, probablemente el peor jugador del encuentro, Charles, metió al Almería en la siguiente ronda de la promoción de ascenso y le quitó el caramelo de la boca a los amarillos, que estuvieron todo el encuentro paladeando el pase a la ronda final. El delantero brasileño, desastroso durante muchos minutos, e incluso falló un penalti, abandonó fugazmente las tinieblas para rematar a placer dos balones servidos a la frontal del área pequeña y dejar en la prórroga en la cuneta a la Unión Deportiva, que abrazó el sueño, en el minutos 85, cuando un saque de banda de Atouba cayó en los pies de Chrisantus, que percutió con potencia sobre el arco de Esteban. La prórroga, manejada por los veteranos del Almería, que perdieron tiempo a granel, apenas dio opciones a Las Palmas, que se quedó con dos elementos de menos, por las expulsiones del nigeriano y Javi Castellano, aunque nunca desertó ni plantó la bandera de rendición.

Cambios

La primera noticia del partido fue la alineación. Dado el rendimiento que prestó el equipo amarillo en el partido de ida, sobre todo, en la segunda parte, Lobera decidió por dar continuidad al centro del campo y la mediapunta. Así, Javi Castellano, en ausencia de Hernán Santana -aún convaleciente-, y Vicente Gómez se ocuparon de contener en la zona ancha mientras que Javi Guerrero andaba entre líneas, como es uso y costumbre. Atrás, después de dos semanas de castigo, Jeison Murillo volvió al eje de la zaga, mientras que David García se rodó hacia el flanco derecho. En la izquierda, repitió Atouba, luego de conocerse la baja por lesión de Dani Castellano.

El Almería salió con agresividad. Con urgencia por marcar, por adquirir ventaja antes de que la Unión Deportiva tomara posesión del partido. Y lo habría hecho si Charles hubiese aprovechado con la cabeza un magnífico servicio de Corona. Sucedió, entonces, que Thievy tomó el tren de alta velocidad, se plantó ante el portero mano a mano, pero no supo definir al trastabillar. Los locales, comprobada la rapidez y tenacidad del parisino, recularon, metieron el freno de mano hasta arriba y empezaron a mirar por el retrovisor.

Mientras, el equipo de Lobera empezaba a plasmar su entusiasmo, aunque le faltaba el último pase, el último tiro, rematar las situaciones que iban apareciendo como un goteo. Metieron toda su descarga física y de adrenalina, pero el balón merodeaba la portería de Esteban sin concretarse en gol. Así, le ocurrió a Thievy, Nauzet e incluso a Atouba, que estaba designado como lateral izquierdo, pero a ratos hizo de extremo, otros de interior e incluso de mediocentro. El camerunés fue un auténtico espectáculo para los sentidos.

En la grada había runrún y en el campo gobernaban los amarillos, mientras Javi Gracia se desgañitaba en recomponer las piezas, sobre todo, en la caldera central. Vicente Gómez, espléndido toda la tarde, andaba a sus anchas para robar, tocar, ir y apoyar. A su lado, Javi Castellano barría toda la miseria que quedaba en la zona central: balones divididos, pelotas hacia Soriano, robos in extremis. El gemelo se multiplicó a la enésima potencia, lo que convirtió a los amarillos en un conjunto regular, de tracción en las cuatro ruedas. Estable.

Con los locales perdiendo altura a cada segundo, a pesar de algunos intentos ofensivos como los de Falqué o Soriano, Las Palmas marcó las coordenadas y el rumbo para llegar al área de Esteban, quien en el ecuador del primer tiempo tuvo que meter la mano para despejar un cabezazo de David García, que acabó en los pies de Vitolo, quien encañonó a la grada cuando tenía buena opción ante la meta.

Las sociedades amarillas funcionaban. Vitolo estaba cómodo con Atouba, Javi Guerrero jugaba siempre cerca de Thievy, mientras que el triángulo Murillo, Deivid y Castellano taponaban cualquier intento de Charles o Soriano por acercarse con peligro hacia el área de Mariano Barbosa, que durante el primer tiempo apenas tuvo intervención y trabajo.

Con Thievy siempre presente, con su potencia en carrera asustando a Pellerano, Trujillo y la platea del Mediterráneo, la eliminatoria no parecía tener un favorito claro cuando los protagonistas se marcharon al intermedio entre murmullos del respetable y la ilusión del manchón amarillo en la grada de Preferencia. La segunda parte comenzó casi en el mismo punto que terminó la primera. Los amarillos merodeaban con insistencia el portal rojiblanco, pero pecaban en el último servicio.

La Unión Deportiva se sentía tan cómoda que cada intervención amarilla provocó una tertulia entre el plantel local. Gunino le armó un escándalo de padre y señor mío a Vidal por no ayudarle a cubrir un desborde entre Vitolo y Atouba y el equipo entero se tiró sobre el árbitro en las dos ocasiones en que Javi Guerrero entró en juego y acabó en el suelo por golpes de la cabeza.

Había tensión competitiva, igualdad en la acciones, el espectador neutral se lo pasaba pipa con un encuentro que se empezaba a abrir como un melón. Y más aún se troceó cuando Aleix Vidal mareó a David García en la derecha, cedió el balón a Soriano, que se lo llevó ante Javi Castellano, y su centro lo remató a la red Charles. 1-0, minuto 15 de la segunda parte. Demasiado premio, demasiado castigo.

El tanto trajo arrebato, toque de corneta para los amarillos. Se abrieron la líneas, dejaron huecos, pero también generaron peligro. Primero lo intentó Nauzet Alemán en un contragolpe, con galopada estilizada; más tarde, Vitolo no llegó por un dedo a un servicio hermoso de Vicente en el corazón del área. La Unión Deportiva seguía dando golpes, seguía viva porque sabía que la situación de partida no le había cambiado demasiado: estaba obligada a marcar un gol.

En medio de la obligación, se agrandó la figura de Atouba, la UD cargó el juego por la izquierda una y otra vez. De manera ortodoxa o heterodoxa, el camerunés siempre rebañó el balón, siempre consiguió algo positivo. El súmmum llegó en un saque de banda cuando quedaban cinco minutos. Colocó la pelota en el área pequeña y Chrisantus, a la media vuelta, incrustó la pelota en la red. Vuelta empezar en medio de la locura de los 200 amarillos que estaban en la grada.

La prórroga pasó en un santiamén. El Almería se atrincheró, utilizó buenas y malas artes para sacar la cuestión adelante. Le valía el resultado. Thievy, siempre Thievy, tuvo un par de opciones en el primer tiempo del suplemento, pero siguió sin puntería. El último cuarto de hora ya fue un suplicio para los amarillos, donde hubo tiempo para que Charles tirara un penalti de Murillo a las nubes, dos expulsiones a Chrisantus y Javi Castellano, además del remate final del delantero brasileño cuando no había tiempo ni para un parpadeo.

Aún así, con el 2-1, con dos jugadores de menos, la UD no cejó en su empeño porque quería un final bello. Y aunque no lo consiguió, entre la agonía y el sufrimiento, encontró su grandeza.