El clavo ardiendo al que se aferra la UD. Aquí está la ecuación para alcanzar el paraíso. Catorce kilómetros de una autopista amarilla hacia el cielo. Catorce escalones para subir a la planta noble de Primera. El vestuario del técnico Sergio Lobera confía en clonar el final del campeonato liguero del Villarreal, que en las últimas catorce jornadas de la 2012/13 logró diez victorias, tres empates y una derrota.

Un caminar despiadado el del Submarino Amarillo que tuvo el premio de la segunda plaza y un billete en primera clase hacia la liga de las estrellas. En el mismo punto kilométrico (restan 14 finales), la UD encara el próximo desafío ante el Córdoba en el Nuevo Arcángel [sábado, 19.00 horas, TVC], como una final. Es el primer examen de fuego para dibujar el despegue definitivo en un curso de vértigo.

La situación de la UD es de franca mejoría. Ha dejado atrás la UVI y ofrece síntomas para el optimismo. Encadena dos jornadas sin besar la lona -una victoria ante el Girona (2-1) y un empate ante el Lugo (0-0)-, pero no vence lejos del Gran Canaria desde el 19 de enero, cuando puso una pica en Riazor. Sin embargo, la raquítica aportación ofensiva (27 goles en 28 jornadas), y la urticaria a las victorias, únicamente dos en los nueve duelos de 2014, han dejado a los de Lobera contra las cuerdas en su lucha por el ascenso. Ocupan la sexta plaza -zona de play off-, a diez puntos del ascenso directo, y a sólo seis del descenso a la Segunda B.

En la pasada edición liguera, el Villarreal, antes de subirse a su nave espacial, ocupaba la séptima plaza -fuera de play off- con 27 puntos en la 27ª jornada. Y fue ante la UD, en un partido dramático, donde recibió la última puñalada.

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