Uli Hoeness, presidente del FC Bayern Múnich, y José María del Nido, expresidente del Sevilla, son los dos últimos exponentes de lo que parece haberse convertido en toda una tendencia en España y en Europa, despojar al fútbol del halo de invulnerabilidad que parecía tener ante los tribunales de justicia.

A tenor de la entrada en prisión de Del Nido, el pasado miércoles 5 de marzo, y de la declaración de este lunes de Hoeness ante la Audiencia Provincial de Múnich en la que admitió haber evadido impuestos, parece que presidir un club de fútbol se ha convertido en una actividad de alto riesgo.

La importancia del fútbol ha podido hasta ahora con todo, o casi. Su trascendencia informativa, social, política y económica era el caldo de cultivo ideal para el ascenso de los nuevos triunfadores de cualquier otro campo ya fuera empresarial, político o de otra índole.

Además, el púlpito deportivo, sobre todo en los clubes de primer orden, parecía otorgar a sus dirigentes de un halo de invulnerabilidad que extendía su poder protector al resto de actividades privadas del prócer futbolístico.

La fiscalía de Múnich abrió diligencias contra Hoeness después de que éste presentara en enero de 2013 una "autodenuncia" en la que informaba a las autoridades de que manejaba una cuenta secreta en Suiza con más de 20 millones de euros desde hace más de una década.

En Alemania es posible evitar la persecución penal en caso de delitos fiscales a través de una autodenuncia, siempre y cuando está sea completa y sea presentada antes de que se inicie una investigación.

Los casos se multiplican en las últimas fechas. El pasado 4 de marzo (2014), un tribunal dictó penas de cárcel para ocho responsables del fútbol rumano, incluyendo el exdefensa internacional Gheorghe Popescu "Gica", por evasión fiscal y blanqueo de dinero.

En Italia varios directivos de cuatro de sus equipos han tenido problemas con la justicia, tanto del Milán como del Juventus, el Fiorentina y el Lazio a raíz del llamado caso "Calciopoli", que se descubrió en 2006.

El suizo Marc Roger, expresidente del FC Servette, fue acusado en 2004 de quiebra fraudulenta, gestión desleal y abuso de confianza durante su mandato en el club de fútbol ginebrino.

Bernard Tapie, presidente del club de fútbol Olympique de Marsella, en 1994 tuvo problemas con la justicia y se le prohibió desempeñar cualquier función directiva en el Olympique a raíz de irregularidades económicas y deportivas durante su gestión al frente de esta entidad deportiva que había adquirido en 1986 por lo que fue condenado a dos años de cárcel, de los cuales ocho meses firmes.

Otro es el caso de Michel Platini, presidente de la Unión de Federaciones de Fútbol Europeas (UEFA) y vicepresidente de la FIFA, que fue condenado por su implicación en el caso de la "caja negra" del Saint Etienne, sobre la utilización de dinero para el pago de primas a algunos jugadores de un fondo no declarado.

En julio de 2012 un tribunal turco condenó a seis años y tres meses de prisión al presidente del Fenerbahce, Aziz Yildirim, por amaño de partidos y formación de una organización criminal.

En el continente americano también hay casos notorios. En mayo de 2012, el Tribunal Superior de Medellín (Colombia) revocó la sentencia absolutoria y condenó a los exdirigentes del club Independiente Medellín, Rodrigo Tamayo Gallego y Mario de Jesús Valderrama, por el delito de lavado de activos agravado.

En noviembre de 2003, un tribunal peruano ordenó la captura del expresidente del club Alianza Lima Guillermo Alarcón, quien fue procesado por presuntas irregularidades durante su gestión.

En España no son pocos los dirigentes futbolísticos que han tenido problemas judiciales. A Del Nido se pueden sumar los nombres de Manuel Ruiz de Lopera, José María González de Caldas, Ángel Lavín "Harry" y Augusto César Lendoiro, entre otros.

El asunto trasciende de nombres y de clubes y muy pocos equipos están al margen de cualquier implicación. Así el expresidente del Barcelona, Sandro Rosell, dejó su cargo, "por motivos personales", un día después de que el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz admitiera a trámite la querella de un socio poco conforme con las cuentas del fichaje de Neymar, la estrella brasileña.

El fallecido Jesús Gil, en el Atlético de Madrid, Agapito Iglesias, máximo accionista del Zaragoza, Ángel Lavin, nombrado por el indio Ahsan Ali Syed, en el Racing de Santander son otros casos famosos.

En Santander son reincidentes porque hace diez años también sufrieron a Dimitri Piterman, empresario de origen ucraniano y nacionalidad estadounidense, que después se hizo cargo del Alavés entre 2004 y 2007. Por su gestión fue condenado a quince años de inhabilitación y a indemnizar al club con 6,8 millones de euros, tras ser considerado culpable de llevar al equipo a un concurso de acreedores.

Josep Lluís Núñez -presidente del Barça durante 22 años-, también fue condenado, aunque el Tribunal Supremo rebajó de seis a dos años la pena por cohecho, falsedad y prevaricación en el denominado "caso Hacienda".

Al Real Madrid también le han salpicado las cuentas de algunos de sus presidentes con los tribunales, como Ramón Calderón, que tuvo que responder por cuatro presuntos delitos, entre ellos el de fraude en los votos en la Asamblea del club de 2008. O como Lorenzo Sanz, otro expresidente blanco, aunque sus numerosas causas tuvieron más que ver con sus negocios particulares y fuera ya de la dirección del club.

En el Athletic de Bilbao, Fernando García Macua también fue imputado por un delito fiscal, y en el Almería, Alfonso García, se enfrenta a una petición de un año de cárcel por la construcción de viviendas sin licencia de obras.

El fútbol siempre pareció ser una especie de escudo protector ante la justicia, por la notoriedad que transfería a sus dirigentes. Ahora, por el contrario, se ha convertido en un escaparate antesala de entrada a los tribunales.