"Es un salto a lo desconocido". Así, sin rodeos, define Alberto Miranda -director gerente del CB Gran Canaria- el traslado del equipo claretiano al Gran Canaria Arena. La mudanza, tras 26 años en el Centro Insular de Deportes, supone mucho más que un simple cambio de casa: presenta un desafío descomunal para una entidad que durante las dos últimas décadas, a nivel institucional, como estructura empresarial, ha sido incapaz de crecer al mismo ritmo que marcaban las victorias en el ámbito deportivo. El Granca, con el traslado, se juega su futuro.

Inaugurado este sábado, en un acto de carácter institucional, el nuevo pabellón se convertirá en la casa del Herbalife a partir del 1 de mayo. Ese día, en horario aún por confirmar -se negocia con TVE para que emita el encuentro esa tarde por La1-, el conjunto que entrena Pedro Martínez jugará, ante el FC Barcelona, su primer partido allí. Y para que todas las piezas encajen, para que la mudanza no se convierta en un problema para los aficionados, en las oficinas del club se ha diseñado un plan estratégico que pasa por reubicar a todos sus abonados -el 99% ya ha elegido su asiento en el recinto de Siete Palmas- y por examinar todas las vías de negocio que ofrece el edificio.

De entrada, la progresión del CB Gran Canaria, como institución, se exige por parte de su propio propietario. Y así se ha apuntado, durante las últimas semanas y sin medias tintas, desde el Cabildo -administración pública titular de la mayoría de las acciones de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD)-. Lucas Bravo de Laguna, consejero de Deportes de la corporación insular, no ha dudado en señalar incluso un número de socios concreto como punto de partida. "Aquí [en Gran Canaria] vivimos 850.000 personas. Si no somos capaces de llegar a seis mil abonados sería un fracaso tremendo", ha subrayado el político durante el último mes.

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