El Chino contra el Moña. Araujo versus Rubén. Duelo en el lejano oeste del Heliópolis por el cinturón de oro del mejor francotirador. Dos pistoleros frente a frente en la batalla de las ametralladoras. El Benito Villamarín, domingo (11.00 horas, Canal Plus), alberga la lucha de los dos máximos realizadores de Segunda. Sergio ´Chino´ Araujo (Neuquén, Argentina, 22 años), con 8 dianas en 600 minutos de Liga, se cruza con Rubén Castro (Las Palmas de Gran Canaria, 33 años), que lleva 7 en 630 minutos. El amarillo es el mejor reclamo del líder y una garantía de éxito. Ha marcado en seis de las siete jornadas -y en la que no vio puerta superó de forma involuntaria al meta Raúl Lizoain en el Heliodoro-. Está casado con el gol en un inicio récord.

Es un cruce generacional, entre la gran perla cedida por Boca Juniors con el isletero, forjado en la cantera amarilla de Barranco Seco y que disfruta, en su quinto año en el club andaluz, de la condición de estandarte. Es el ídolo del Villamarín. Les separan 11 años pero lucen el mismo apetito insaciable.

Rubén Castro debutó con la UD en Primera, curso 2000/01, de la mano de Kresic ante el Málaga -25 de febrero del 2001-. En la siguiente temporada, saltó a la fama internacional al marcarle dos tantos a Casillas, en la goleada (4-2) al Madrid de Zidane en el Insular. Con el descenso, temporada 2003/04, se coronó como pichichi de la categoría de plata con 22 dianas. Tenía 22 años, los mismos que tiene Araujo. Y hay que detenerse en ese curso, que significó caer a los infiernos de la Segunda B, pero en la que el Moña se doctoró como el pistolero perfecto. Se da la circunstancia de que en las primeras 7 jornadas logró 7 goles, los mismos que lleva en la actualidad. El inicio soñado.

Pero Araujo ha ido más allá. Ha superado la barrera de los 7. Con 8, en su segunda aventura en el fútbol español -militó en el Barça B hace dos campañas y logró 7 en toda la temporada- se ha presentado en sociedad como un diamante. El objetivo del Chino es la de convertirse en pichichi de plata como Rubén hace diez años. Y ascender, como hiciese el Moña en la temporada 2010/11 con el Betis -el isleño logró 27 goles en ese curso-.

El isletero, tras dejar la UD, firmó con el Dépor que nunca abrazó su potencial. Las cesiones a Albacete, Racing, Nástic y Huesca estiraron su condición de errante. Hasta que se cruzó Pepe Mel en su camino. Le abrió la puerta del Rayo (14 goles en Segunda, 2009/10) y un curso más tarde, le puso el lazo y se lo llevó al Betis. En Sevilla, al citado ascenso cabe añadir tres campañas en Primera con 52 joyas de pólvora en la mejor liga del mundo.

Estilete implacable, presentó su condición de internacional. Con el descenso -pasado mayo- llegaron los insultos y las dudas pero ha estirado su vinculación con el Betis hasta la eternidad. Contabiliza 153 tantos, un expediente diabólico en las últimas 16 campañas. Y Araujo, con 20 tantos, en la últimas 4 -entre Boca, Barça B, Tigre (Argentina) y UD- suspira por tomar el Villamarín. Y de paso, estirar su dictadura por el pichichi. Un camino que el Moña conoce de memoria. Dos asesinos del área frente a frente para poner fin a las suspicacias. Se busca al killer perfecto. Araujo ve puerta cada 75 minutos, Rubén, cuando el reloj marca 90. El primero es el ídolo del Gran Canaria, el segundo, un catedrático del pánico. Y se cruzan por la gloria del gol.