Rafael Nadal espera que Roma sea más que nunca una ciudad abierta, abierta a la esperanza, a la continuidad de su juego, y la ventana para que solo a dos semanas de Roland Garros pueda recuperar algo que necesita urgentemente, volver a ser peligroso.

En Madrid se han visto las dos caras de Nadal. La del dominador en tierra donde ha ganado 46 títulos, en los partidos contra el búlgaro Grigor Dimitrov y el checo Tomas Berdych, y la del jugador que ejerce la autocrítica a destajo cuando sabe que su juego se transforma en vulgar, y abandona la estratosfera de su tenis para convertirse en alguien más accesible.

Nadal se agarra a un clavo ardiendo. Al paso de la altitud de Madrid (655 metros) a la de Roma (casi a nivel del mar), y sabiendo que aunque el año pasado cayó en la final ante el serbio Novak Djokovic ha ganado allí siete años.

No tiene miedo el campeón de 14 torneos de Grand Slam a afrontar un precipicio considerable, como pueda ser abandonar no solo los diez primeros lugares, sino también los 15.

Lo dijo el primer día que jugó en Madrid. "Se que la caída, después de Roland Garros puede ser incluso más grande", señaló. Lo que si desea es no bajar más allá del octavo puesto porque eso le condenaría a bajar en la lista de cabezas de serie para Roland Garros, y encontrarse "con rivales de máximo nivel" en las primeras ronda.

"No es momento de ser negativo"

Prefiere centrarse en la Race, la que mide las actuaciones del año, semana a semana. "En esa he subido al sexto. Será lo que será. No es momento de ser negativo sino de ser positivo. Hace una semana el sentimiento era más negativo", dijo tras ceder por primera vez ante Murray sobre tierra, en siete ocasiones, y adelantar que está casi seguro de acabar el año entre los cuatro primeros.

Llegará a Roma, con solo el título de Buenos Aires, un torneo ATP 250, y con tres derrotas en tierra, contra Djokovic en las semifinales de Montecarlo, la del italiano Fabio Fognini en tercera ronda en Barcelona, y la de Murray en la final de Madrid, y solo 14 victorias en esta superficie.

Ya no podrá igualar en París, aún ganando en las dos citas siguientes los 49 títulos del argentino Guillermo Vilas,

La autocrítica es para Rafa un factor de estímulo. "Es algo que nos tenemos que dar cuenta todos, que después de lo que ha pasado estos años es complicado estar siempre ahí, sin salir de los cuatro primeros. Eso es dificilísimo, aparte con un ránking de solo un año, y con lesiones, y ganando después. Es una realidad que tengo seis meses con cero puntos en el ordenador", dijo.

Pero también es consciente de que le han pasado en la lista mundial jugadores a los que antes dominaba, como el japonés Kei Nishikori, el checo Tomas Berdych o el canadiense Milos Raonic.

Ese es el panorama de Nadal en Roma, su Paraiso o su Infierno. Donde tiene que dar el paso de calidad que convierta la velocidad de su derecha en golpe inabordable, y su revés, miserable en la final de Madrid, en un cuchillo con el pueda defenderse como lo hacia antes.