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Polideportivo Proyecto deportivo

Amaury abraza la ola compartida

El bicampeón mundial francés de bodyboard respalda el proyecto de integración social de adolescentes en exclusión en La Laja

Amaury Lavernhe (segundo por la dcha.) imparte una charla a los chicos de 'La ola compartida', junto a Miguelo Betancor (primero a la dcha), en La Laja. S. CEBALLOS

Un gran buguero en la playa de La Laja comprometido con los demás. Experto de grandes olas canarias como El Frontón y El Picacho, el rey mundial de bodyboard, Amaury Lavernhe, se subió ayer a la cresta de otra muy especial: La ola compartida, un proyecto piloto para la integración social de adolescentes con medidas judiciales a través del surf y bodyboard. El bicampeón mundial francés, afincado en Gáldar desde hace tres años, contagió su vitalidad y optimismo a los chavales desde el mismo instante en que pisó la arena, para explicarles los valores que le ha transmitido este deporte.

"¡Chicos, 'p'alante', confianza!" Éste era el principal mensaje de aliento que Lavernhe lanzó a los verdaderos protagonistas de esta historia, que han aprendido que el surf y bodyboard van más allá de subirse a una tabla. Es cooperación, integración y aceptación. "El bodyboard es un medio perfecto para conectar con el océano. Es una forma muy buena de hacer deporte, de sacar la energía, estar en forma, de compartir el tiempo con amigos y uno se siente mucho mejor", explica Lavernhe a los chicos.

Criado en Isla Reunión, al este de Madagascar, este buguero francés conectó con los jóvenes desde el primer momento con su positivismo, humildad y experiencia de vida. "Me casé con una piba de Gáldar y aquí me quedé", comenta Lavernhe, que provocó alguna que otra carcajada.

Aprendizaje mutuo

Impulsada por el departamento de Educación de la ULPGC y de la Fundación Ideo y respaldada por las concejalías capitalinas de Deportes y Mar, esta iniciativa socioeducativa persigue desde mediados de julio hacer partícipes de la vida social, por medio de los deportes acuáticos, a 30 chicos y chicas grancanarios de entre 15 y 19 años, que están en régimen abierto.

No sólo ellos aprenden a mirar la vida con otros ojos, sino también los monitores que les acompañan. Alumnos de Educación Física, Infantil, Primaria, Educación Social y Filología de la ULPGC son los encargados de diseñar las fichas de trabajo de talleres educativos como La cocina emocional, para que los chicos aprendan a manejar sus emociones en el deporte y la vida.

A través del método pedagógico Aprendizaje-Servicio (APS), promovido en Estados Unidos y Argentina, los monitores Kevin Cabrera, Jaime González, Saúl Torres, Olga Henríquez, Javier Henríquez y Alejandro Gens, entre otros, aportan su granito de arena a la comunidad, al mismo tiempo que mejoran sus habilidades comunicativas con los adolescentes.

"Se coge mucha soltura a la hora de hablar con los chicos, de ver distintas formas de transmitirles los conocimientos y aprender a organizar las actividades", explica Jaime González, alumno de la ULPGC. Por su parte, Saúl Torres subraya el componente social de la actividad. "Se les da la oportunidad de cambiar su vida, que vean más allá de lo que han hecho, que vean que la gente puede vivir normal, sin delinquir o en las drogas", apunta Torres. Otro estudiante, Kevin Cabrera, se siente realizado de poder "dar un servicio a la comunidad y también aprender de los chicos".

A su vera, como dos ángeles de la guarda, Miguelo Betancor, doctor en Psicopedagogía, coordina el departamento de Educación de la ULPGC para este proyecto, junto a María del Carmen Marrero, coordinadora de Educación de la Fundación Ideo.

"Cada día esta ola se está haciendo más grande, no en tamaño, sino en acciones, sentimientos, emociones. La semana pasada recibí un correo con los comentarios de los chicos: 'me encuentro feliz en el agua, con ustedes', 'me aceptan', 'somos parte de un grupo', 'todos tenemos un papel por hacer'", asegura Betancor.

El que fuera árbitro internacional de baloncesto durante más de tres décadas valora de forma muy positiva la evolución de los chicos desde el inicio del programa. "Les ves y están hablando unos con otros, cuando algunos llegaron el primer día y miraban al suelo, otros recelosos, y ahora los ves normal y corriente", señala Betancor.

Natural de Carrizal, Alberto, de 19 años, comenzó "un poquillo espeso", pero luego, al golpito, se ha sentido como pez en el agua de La ola compartida. "A nivel físico es una ayuda y una mejora para ti, y a nivel mental, me transmite paz interior y me ayuda a pensar las cosas dos veces antes de hacerlas porque el agua es diferente, y si te mentalizas, puedes conseguir lo que quieras", comenta Alberto.

La presencia de una gran figura deportiva como Amaury Lavernhe ha sido un revulsivo para Aythami, de 18 años. "Yo cojo olas y me motiva verme con gente que tiene más nivel que yo para aprender de ellos, saber sobre la vida, y me gustaría dedicarme al bodyboard", explica el joven de San Cristóbal.

En esta marea especial también contribuyen personas de otros campos, como estudiantes de Erasmus, de Diseño, psicólogos y trabajadores sociales de la ciudad.

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