Se nos fue Bartolomé Apolinario Morales, más conocido como 'Tato' Apolinario, destacado nadador canario de los años sesenta y principios de los setenta, en una de esas malas noticias recibidas en el epilogo de este largo puente de diciembre y que, aunque no por esperada la noticia, no deja de ser un golpe para los que de alguna manera le conocieron y compartieron momentos con él.

Tato era hijo de Bartolomé Apolinario, el farmacéutico, y su tío Juan José llegó a ser presidente del Club Natación Metropole, club donde Tato iniciaba su carrera deportiva junto con sus hermanas, destacando desde el primer momento como fondista en 1500, pero sobre todo en mariposa el estilo que más le gustaba y donde él mejor “se veía”.

Fue campeón de España infantil en Pamplona (1967) en 400 libres, además de formar parte del relevo de estilos campeón junto con Rafa Reyes, Manolito Hernández y Manuel Suárez, título que repitió como juvenil, siendo Campeón de España (1970), en el mismo relevo esta vez cambiando a Manolito Hernández por Paco Cáceres, y consiguiendo el subcampeonato en mariposa.

Por aquellos avatares de la vida, sobre todo en las edades jóvenes, Tato deja el Metropole y recala en la Sección de Natación de la Unión Deportiva Las Palmas. En contra de la dinámica de la época en la que muchos nadadores tendían en su mayoría a fichar en el Metropole enfilando la calle Beethoven hacia abajo, Tato le daba la vuelta a la tortilla y en contra de todo pronóstico, hacia lo contrario y enfilaba Beethoven arriba. Así era Tato.

El club de “Julio Navarro” estaba en plena efervescencia en 1970 con la llegada de Miguel Torres y María Ballesté y Tato, junto con su compañero Manolo Suárez, que se solidarizó con él, contribuía a la brillantez de este club en los primeros años setenta, con medallas y títulos a nivel absoluto, y hasta batiendo el récord de España en el relevo de 4 x 100 libres junto con Suárez, Ferrero y otro amigo ausente, Alberto Merelles. Todo ello le llevó, sin duda, a conseguir alcanzar la internacionalidad con España en más de quince ocasiones.

Tato fue eso, además de un amigo, un nadador de club, en el que militaban gente como Ferrero, Reyes, Ristol, Vela Hidalgo, Merelles, Beltrá, Núñez, Cáceres, etc., y en chicas Hefti, Brisson, Devesa, Martín, Sánchez, Jiménez, Auyanet, etc., y al que él contribuía con su esfuerzo solidario en los campeonatos, en los relevos y apoyando a los compañeros en las concentraciones, en aquel grupo mezcla de juventud y veteranía que tan bien supo manejar Miguel Torres, convirtiéndolo en una experiencia irrepetible.

Y ahí estaba Tato, que tenía eso que se suele decir de un corazón que no le cabía en el pecho. Siempre estaba ahí para echar una mano y dar consejo a pesar de ese carácter abierto y soñador del que siempre hacía gala, con sus sueños, sus ilusiones, sus ideas, sus retos, algunos inimaginables, pero él era como era y así lo entendíamos todos. Y así lo recordaremos como algo más que un gran compañero de batallas deportivas.

Descansa en paz amigo Tato. Ten por seguro que los que te conocieron y por supuesto tu familia, te recordarán siempre.