"Yo soy cristiano, pero también soy médico. Como creyente, te digo que tiene que haber un milagro, y como médico, con lo que veo en ese escáner cerebral y sabiendo lo que ha pasado, tengo que ser claro: es difícil que pueda salir adelante". La sentencia, tan dura y contundente, la pronunció uno de los doctores del Hospital Materno Infantil de Canarias a la cara de Yeray García 'el Pera'. Lo hacía en referencia a su hijo menor, Yeray -como el padre-, que desde los 8 años y tras ser diagnosticado con un tumor cerebral, acumula 28 visitas al quirófano, las últimas, desde que en el mes de junio descubrieron que aquel tumor que extirparon con ocho centímetros en 2014 se había reproducido hasta alcanzar los diez.

Ese último gran golpe llegó el 9 de junio de este año. Un día antes, 'el Pera' se subió al ring para boxear por última vez desde que decidió volver a ponerse los guantes. En su gimnasio en Tamaraceite, Yeray levantó el Pera Boxing y moldeó a algunos de los mejores púgiles de los últimos años en las Islas como Aramis Torres o Kevin Reyes. Sin embargo, desde hace cuatro meses casi no pasa por allí. El Pera está ante su gran combate. Otra vez.

Después de ser ingresado de urgencia comenzó el carrusel de intervenciones, complicaciones posoperatorias y pronósticos terribles. Porque después de extirpar el tumor, una operación exitosa, llegó un infarto cerebral y una trombosis. "Los médicos me dijeron que si tenía suerte y salía adelante se quedaría postrado en una cama de por vida. Pero ha recuperado movilidad y ciertos aspectos neurológicos. Nos habla por lenguaje de signos y chasqueaba los dedos. Ni los propios médicos se lo explican", comenta 'el Pera'.

Las complicaciones no pararon: una meningitis, una neumonía o dos hemorragias en la carótida atacaron a Yeray, que ya suma 13 años. "Se pasaron todo el día con él, 15 o 16 horas con un equipo médico entero para él. Le pusieron diez bolsas de sangre", añade el exboxeador y entrenador, que junto a Yvonne Soto, su mujer, y sus hijas Arima y Yanira, viven en el Materno Infantil.

Ahora, en estado de coma vigil ["Nos oye, nos siente, está consciente y puede comunicarse, pero sin hablar con nosotros"] su mejoría dentro de la gravedad ha sido notable. De momento, ha sido capaz de tragar su saliva o es capaz de respirar por sí mismo después de una traqueotomía. Pasos enormes para el 'Bebé', como le dice su familia. Todo gracias a las ganas por vivir de Yeray, pero también al grupo de médicos y enfermeros encabezados por Maximino González Ojellón, neurocirujano del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria. "Es el ángel de la guarda de mi hijo. Hasta en días festivos o que no le tocaba trabajar ha venido si hay alguna complicación", sentencia.

Pero el camino que le queda a Yeray, futbolero con pasado en la escuela de la UD Las Palmas y el Atlético Gran Canaria, aún se prevé largo. Largo y costoso. Y es que la recomendación de todos los especialistas para que Yeray, una vez con el alta médica, siga con su proceso de rehabilitación está a casi 2.500 kilómetros de la Isla y a unos 200.000 euros de distancia. El Instituto Guttmann, ubicado en Barcelona, es un centro de neurorrehabilitación de referencia en España y Europa, especializado en pacientes con daños cerebrales adquiridos. "Cuesta en torno a los 500 o 550 euros al día, según me indicaron cuando les pasé el historial clínico. El primer año de recuperación desde que tenga el alta es el más importante", señala.

'El Pera', de la mano de distintos profesionales sanitarios, conoce algunos casos de personas que han llegado al Instituto Guttmann en una situación similar a la de su hijo Yeray y han mejorado su calidad de vida de una forma brutal. También conoce casos donde el Sistema Nacional de Salud ha derivado a pacientes a este centro. Sin embargo, no cree que su situación vaya a ser esa. "No puedo esperar. Con todo lo que ha peleado para estar aquí, se merece que peleemos por él todo lo que podamos. Se ha agarrado a la vida de una manera increíble, lo dicen los médicos. Que menos que intentar llevarlo al mejor sitio, se lo merece por todo lo que ha tenido que pasar", apunta.

Y en ese 'combate' anda 'el Pera' buscando la manera de financiar la costosa recuperación de su 'Bebé'. Una rehabilitación que ya vivió después del primer tumor, que le dejó secuelas serias: perdió la visión en un ojo y casi el 70% del otro. Un hecho que le obligó a aprender a vivir con esa discapacidad visual en un centro de la ONCE en Madrid. "Antes de estos meses, estaba bien, ganó un campeonato de 100 metros lisos de atletismo", cuenta 'el Pera'. Ahora Yeray, su padre y su familia corren para intentar ganar la carrera más importante: la de la vida.