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Yamaguchi, maestro de maestros

El sensei japonés, 5º Dan, es uno de los responsables de la irrupción del shorinji kempo en España

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Yamaguchi, maestro de maestros

Kung-fu del puño. Esta sería la traducción más correcta de shorinji kempo, un arte marcial cuyo pasado se forja único. A pesar de no ser la más reconocida de estas modalidades, cerca de dos millones de adeptos en el mundo confirman su tirón. Hasta en 38 países está presente su huella. Dos palabras que para muchos relatan una vida.

El sensei Fujui Yamaguchi lidera uno de los dojos más competitivos a nivel nacional, el Chinkon, ubicado en el barrio de Siete Palmas. Insiste en que "la armonía", dentro y fuera del gimnasio, "es la clave de esta especialidad y de todas las artes marciales". Añade también que este equilibrio "se tiene que dejar ver en la práctica".

Existen muchos tipos de movimientos y técnicas dentro del shorinji kempo, pues se contabilizan hasta 25 ramas, pero todas ellas se ordenan según tres sistemas. Las técnicas de golpeo, como por ejemplo "las patadas o los puños" entran en el combinado del goho; el juhu abarca "las proyecciones, las luxaciones y las estrangulaciones"; y el seiho se relaciona con un método correctivo "de recuperación, en donde es habitual el masaje y la acupuntura".

Las artes marciales y los deportes de combate cuentan con una amplia tradición en el Archipiélago. Nombres de números uno como David Santana, Gloria Casanova o Nicolás García Hemme demuestran la pujanza de Canarias, también en el shorinji kempo.

En la capital grancanaria reside una relevante figura internacional. El sensei Fujui Yamaguchi, que ostenta el 5º Dan de siete que existen. Es el principal responsable de la llegada de este arte marcial no solo a nuestro territorio, sino en parte también a la Península.

De todos los branches -diferentes asociaciones que recogen los gimnasios de las provincias con mayor peso específico- que existen en España, el único branch master natal de Japón es el sensei Yamaguchi.

Hoy en día, uno de los ejes del kung-fu del puño en todo el territorio nacional se encuentra en Gran Canaria, que se convierte en uno de los referentes nacionales junto a ciudades como Granada, Sevilla, Málaga y Oviedo, entre otras.

Fujui Yamaguchi otorga dos de los tres grados que existen en el shorinji kempo. El de bukai, un grado técnico, y el hokai, más vinculado a una posición filosófica. Después existe el grado sokai, que solo lo pueden ejercer personas de origen japonés que se relaciona con la espiritualidad, adquiriendo el grado de monje.

Dos gimnasios

El sensei dio el primer gran salto en 1977, año en el que pisó por vez primera España, concretamente Sevilla. Canarias acabaría conquistándole más tarde. Su relación con Gran Canaria comienza en 1980 y es en la capital, en concreto en la calle Violeta, donde continúa con su labor de instrucción y enseñanza, aunque también dispone de un gimnasio en Telde.

Viendo quién maneja el cotarro, no sorprende que sus discípulos hayan cosechado preseas y triunfos en varios campeonatos en los que Francisco y Santiago, dos de los más aventajados y veteranos pupilos de Fujui Yamaguchi, han combatido en representación del gimnasio.

Quizás el mejor ejemplo sea cuando llegaron a coronarse como subcampeones de España en Oviedo en octubre del pasado año. De esta cita, Fujui Yamaguchi destaca que pudieron verse unos "combates muy bonitos" y que fue una "experiencia increíble para ellos".

Para la cultura japonesa, las artes marciales van más allá del deporte y de las técnicas. "En los institutos japoneses la enseñanza de un arte marcial era obligatoria", rememora el sensei. "He practicado judo durante una buena parte de mi vida", señala.

Si bien la existencia del sensei resulta rica en anécdotas y experiencias, el shorinji kempo se entiende mejor conociendo el ambiente del Japón de aquella época, la de su nacimiento.

Aun siendo de origen nipón, este arte marcial bebe de muchas fuentes, pues mantiene una estrecha relación con el monasterio Shaolin, en China, donde "se recogieron muchas técnicas, aunque también tiene mucha influencia del judo".

Fujui Yamaguchi explica que el kaiso -"el cabeza o fundador del arte marcial"- So Doshin, "que era un espía japonés que vivía en China", idea el shorinji kempo en 1947 con el fin último de ofrecer enseñanzas para la vida: "El no a vivir para ti mismo, sino a convivir con los demás sin olvidar al individuo".

La lucha de la posguerra

"No hay vergüenza. No hay moralidad. Solo supervivencia". Escribía Keith Löwe en su libro Continente Salvaje sobre el despertar de Europa tras la II Guerra Mundial. Sin embargo, pocos países sufrieron tanto el horror de la posguerra como Japón. Bajo el contexto de "miseria y pobreza" que se derivó de las catástrofes atómicas, el shorinji kempo emerge como remedio social.

Este sistema de valores entra en firme lucha contra un ambiente precario, donde una parte importante de la población "se vio arrastrada a la delincuencia" como forma de supervivencia. La búsqueda del ideal educativo que promueven las artes marciales se trata de un hecho más que conocido. Pero el caso de esta modalidad marcial es particular.

"Mitad para mí, mitad para los demás", aconseja el sensei, tal y como evoca una de las máximas del shorinji kempo. Expone que la base educativa marca sin dudad la diferencia. "Educar era una necesidad tal como estaba el país tras la guerra", defiende el maestro. No se buscaba combatir, por ello reniegan de del mito, tan vulnerable en el presente, que vincula la violencia con las prácticas marciales.

No obstante, dejemos la historia de lado y ciñámonos a lo deportivo. El shorinji kempo comprende dos tipos de combates, embu y randori, que son los que se llevan a cabo en las diferentes competiciones. La diferencia entre ambas reside en el contacto.

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