Acaba de dejarnos el octogenario Antonio Mahúgo García en la última etapa de su vida, después de haber superado varias situaciones complicadas de salud en el pasado. Buen hombre y excelente ciclista, en la década de los sesenta Mahúgo se convirtió en uno de los más brillantes exponentes del ciclismo grancanario tras resultar triunfador en la I Subida a Artenara en 1964, con el equipo 'Coñac 501', a pesar de no ser un escalador nato. Se trataba de unas de las carreras más emblemáticas del ciclismo grancanario, hoy convertida en una prueba cicloturista. Este lunes se paró su corazón y su familia, sus amigos y el mundo del ciclismo canario lloró su muerte.

Durante el verano de 2014 tuvimos la oportunidad de tributarle un merecido homenaje a este campeón en el pueblo cumbrero de Artenara, pues se cumplía el 50 aniversario del nombramiento de la Virgen de la Cuevita como Patrona del Ciclismo grancanario. "Fue una de las últimas alegrías de su vida", señaló este lunes su hija desde la capilla ardiente, instalada en la sala 107 del tanatorio San Miguel, en la capital grancanaria. Su entierro será a las 15.00 horas de este martes en el cementerio municipal de Santa Brígida.

A comienzos de la década de 1960, un joven Antonio Mahúgo empezaba a rodar con fuerza en las competiciones locales después de comprar su primera bicicleta de carrera, de segunda mano, a un vecino de Santa Brígida. Para ello, había ahorrado metódicamente. Era una bici de bricomanía, cuadro de acero Orbea, dos platos; el grande de 50 dientes y el pequeño de 45, radios franceses, llantas de aluminio italianas, cinco cambios que con el plato delantero se convertían en 10 y un peso aproximado de 11 kilos. Apenas con 12 años, había aprendido a montar en la bicicleta de hierro de un tío suyo que cogía a escondidas, pero era tan grande que los pies no le llegaban al suelo. Un amigo suyo lo sostenía por el sillín y lo impulsaba cuesta abajo, y él salía disparado por la carretera del Centro, en demanda de la Plaza de Doña Luisa, tratando de no caerse o de encontrar algún eucalipto en el que apoyarse si perdía el equilibrio. El incipiente ciclista repitió en varias ocasiones la tentativa, pero varias veces se fue sobre la terrosa vía, hasta que le cogió el tranquillo a la máquina, ya no solo por deporte sino para desplazarse a su trabajo como operador del cine Quilmes, en Tafira Baja. De modo que sus primeros contactos con la velocidad comenzaron de arriba hacia abajo, embalado, de ahí sus arriesgados descensos en las carreras ciclistas.

Aquel 20 de septiembre de 1964 no se olvida. Hacía frío y la gente se agolpaba en las cunetas. La primera Subida a Artenara, que formaba parte del calendario nacional, se celebró el domingo 20 de septiembre de 1964, patrocinada por el Cabildo de Gran Canaria, cuyo presidente era un hijo de Artenara, Federico Díaz Bertrana. Organizada por la Federación Canaria de Ciclismo, la prueba constaba de dos etapas y partía a las 8.30 horas del Hotel Parque, en la capital, y al llegar al primer kilómetro de la Carretera del Centro los corredores se enfrentaban al siguiente itinerario: Tafira, Santa Brígida, San Mateo, Las Lagunetas, Cruz de Tejeda, y la meta en Artenara. En total, 54 primeros kilómetros de los 116 que debían recorrer.

Un joven Antonio Mahúgo, del equipo Coñac 501, desafiaba a Juan Rodríguez Ávila, El Rubio, que le sacaba ventaja subiendo por el pueblo de Las Lagunetas. Mahúgo sufría, pero no se rendía. Y después de varios tirones, la gloria le esperaba en plena cumbre. Lo recordaba en una entrevista. "Subiendo a Artenara nos quedamos solos Juan Rodríguez Ávila y yo, él iba por delante y a cada rato empezaba a darme tirones, pero yo no le seguía la rueda pues era consciente de que mi fuerte era el terreno llano o las bajadas. Así que cuando llegamos al cruce de Cueva Corcho, que aún era de tierra y picón, ya en llano lo dejé atrás y llegué primero a Artenara. En la bajada ya me fui solo, pero me prometí ir con cuidado porque yo era muy arriesgado bajando", señalaba Mahúgo en una entrevista hace cuatro años. Por fortuna, no se rompió la crisma contra el suelo y, despidiendo chorros de sudor, cruzó la meta, la primera etapa de la carrera, siendo designado para hacer una ofrenda floral a la Virgen de la Cuevita, centro y eje de la devoción mariana en este pueblo. Fue todo un acontecimiento para el pueblo cumbrero, que dispensó a los corredores y comitiva un gran recibimiento. El ayuntamiento presidido por Manuel Luján Sánchez se hizo cargo de servir un refrigerio y el Cabildo invitó a almuerzo en el Mesón de La Cilla, un restaurante mirador perforado en la montaña que regentaba el empresario hostelero Agustín Artiles Padrón, hijo ilustre de Santa Brígida. Después de un pequeño y merecido descanso, a las 15.45 horas los ciclistas emprendieron el regreso a la ciudad. Se iniciaba la segunda etapa: Artenara, Cueva Corcho, Valleseco, La Laguna, Firgas, Buen Lugar, Arucas, Tenoya, Tamaraceite, Guanarteme, calles León y Castillo, Venegas, Alonso Alvarado y Avenida Marítima, meta, a la que llegaron sobre las 18.30 horas, en medio del bullicio entusiasta del público.

Antonio Mahúgo comenzó a cimentar un nombre entre los seguidores grancanarios, pues también resultaría triunfador en los circuitos nocturnos de Triana, patrocinados por la Capitanía General de Canarias, celebrados por aquellos años, además de participar en otras rutas de grandes e inolvidables nombres que formaban parte del calendario nacional, como la Vuelta a Gran Canaria o El Condado de la Vega Grande, hasta que perdió la cuenta de las veces que alcanzó una meta. Pero pudo sentir que ninguna meta le ha proporcionado la emoción que sintió en 1964, cuando entonces pudo acariciar el cielo. Descanse en paz el ciclista que nunca se rindió a pesar de las dificultades de la salud y de la propia vida.

*Cronista oficial de Santa Brígida