Desde muy pequeñito lo tuvo claro: su hábitat era el medio acuático. Santiago Cruz, Santi, sentía que había nacido con un don especial para navegar sobre una tabla de bodyboard y de ahí que decidiera dedicarse en cuerpo y alma a esa actividad, que tantos éxitos le reportó en los distintos campeonatos en los que tomó parte por toda Canarias. A base de destreza y talante había conseguido esculpir su nombre en el entorno de este deporte en el Archipiélago, hasta el punto de ser considerado como uno de los mejores y más entrañables bugueros del concierto regional.

Con 27 años, le quedaba un largo camino por recorrer en la hoja de ruta que se había trazado para dejar huella y ser recordado en el futuro por los aficionados a esta disciplina que tanto amó. Sin embargo, una maldita roca cercenó su carrera, esa de la cual se sentía tan orgulloso, como recuerdan algunas de sus personas más cercanas.

Solo puede entenderse como un auténtico infortunio el hecho de que un especialista tan consagrado como Santi encontrara la muerte en el mar que tanto respetaba. Cierto es que era un intrépido deportista pero también lo suficientemente prudente y sensato como para no tentar más de la cuenta al peligro. La gran cantidad de muestras de cariño y apoyo que tantas personas a las que cautivó con su permanente sonrisa han hecho llegar a sus familiares hablan bien a las claras del carácter afable de un joven que destilaba alegría en todo momento.

Desde hace dos años decidió abandonar su Icod de Los Vinos natal para marcharse a Lanzarote, donde residía hasta la fecha. Entendía que en tierras conejeras podía dedicarse de lleno a lo que verdaderamente le apasionaba. Dejó Tenerife y su familia en busca de las mejores olas, lo que provocó que se distanciara de sus amigos de la infancia pero solo físicamente porque siempre mantuvo el contacto con ellos, muchos de los cuales los encontró en el fútbol, otra actividad en la que también destacó.

No en vano, llegó a proclamarse campeón de Tenerife con el alevín de la UD Icodense. Motivo por el cual él y sus compañeros de equipo fueron invitados a jugar un torneo internacional a Cataluña. Una cita que recordaba con orgullo, ya que presumía de haber jugado en la Masía contra el Barça de la generación de Marc Bartra, Tello o Cuenca.

"Era un fenómeno como jugador, un lateral derecho con un centro prodigioso", cuenta de él Suso Medina, compañero de Santi en el conjunto de la Ciudad del Drago, y donde también jugó su hermano Alberto. "Un futbolista con carácter pero a la vez muy tranquilo", añade Suso, antes de ensalzar sus cualidades humanas: "Sobre todo era muy buena persona, no tenía maldad. Era más bien timidillo, aunque siempre estaba sonriendo y de buen humor".

En edad cadete, Santi optó por centrar todos sus sentidos en el bodyboard y colgó las botas definitivamente. Quería dedicarse de lleno a su verdadera vocación. Porque como había escrito en su cuenta de Facebook, "hacer lo que te gusta, no tiene precio". Y si ser rider lo tenía, quedó claro que estaba dispuesto a pagarlo.