"El fútbol saca lo peor de nosotros". "No Jose, el fútbol nos muestra cómo somos realmente". Así terminó una conversación en uno de esos días de reflexión después de una y mil tristes anécdotas que he podido ver en este complejo ambiente del fútbol, y en especial del fútbol base. Y sí, cambié de opinión, creo que nos muestra tal y como somos. En estos últimos días volvemos a ver casos de violencia en el fútbol, aunque desgraciadamente si esto lo escribiera dentro de varias semanas, podría comenzar la frase de la misma forma, porque es algo habitual. Cuando no son padres o madres, son entrenadores o árbitros, o incluso jugadores adultos y niños. Al final todo termina en lo mismo, violencia. Nos culpamos los unos a los otros, y no, la culpa no es de nadie en concreto, ni de ningún sector, pero la responsabilidad sí es de todos en igual medida. Para ello debemos primero mirar qué compromiso tenemos cada uno en nuestro rol.

En primer lugar, me gustaría desterrar ese linchamiento que a veces percibo hacia el fútbol en concreto. No me gusta el oportunismo para ensuciar este deporte. El fútbol es un deporte precioso del cual yo he aprendido muchas cosas que me ha servido para vivir, incluido este texto. Así que descartemos esta opción, el problema no es el fútbol. Aprovecho esto también para decirles a todos esos profes que no prohíban el fútbol en los patios "porque se pelean", que utilicen este deporte para ayudarlos a lo contrario, a que no se peleen y aprendan a competir.

Todos tenemos opiniones, juicios e ideas para erradicarlo pero primero debemos pensar si predicamos con el ejemplo nosotros mismos. Hacemos campañas, nos reenviamos vídeos, textos, fotos y frases llenos de aprendizajes y lecciones, nos alarmamos, nos sorprendemos? Pero seguimos estando en el mismo punto de partida.

Frases tan típicas como que "la culpa es de los padres" o "los padres mientras más lejos mejor" asentadas en este mundo, pero las cuales no comparto en absoluto, pues al contrario, estoy convencido de que los padres y madres cuanto más cerca mejor, pero en su lugar. Nos guste o no, los padres y madres son las personas más importantes en las vidas de los niños y niñas, obviar esa parte es tan incoherente que nos resta las opciones de poder avanzar. Padres, madres, familia, entorno en general, son uno de los pilares básicos en cada persona, las famosas patas que mantienen nuestra vida.

Y por esta misma razón vuelvo a la primera frase; no me gusta la palabra culpa o culpable porque no somos jueces, pero sí responsables y mucho. Conocemos a personas coherentes, educadas, amables, comprensivas... Cuando el niño empieza a jugar, solo es un juego sin más, pero poco a poco sin darse cuenta a medida que el niño va creciendo, empiezas a conocer a otra persona y te llega a decepcionar. Ese es un ejemplo, donde el fútbol nos muestra cómo somos. Se que muchas veces es inconsciente, te vas metiendo en ese mundo, te vas contagiando y cuando te das cuenta eres uno más de ellos. Con nuestros hijos nunca vamos a ser objetivos.

Para erradicarlo, siempre aparecen muchas opiniones o ideas, tales como quitar la clasificación o aspectos relacionados con la competición porque tenemos asimilado el concepto de que competir es malo. Competir no es malo, competir de forma insana sí que lo es. Estamos devaluando el concepto de competir y tenemos interiorizado muy mal el significado real de la palabra. Nos queremos prohibir cosas, cuando el problema no es la competición y sí la educación, porque no estamos preparados, educativamente hablando, para competir. La educación es una de las grandes diferencias entre las categorías en el fútbol.

La educación es un concepto muy amplio y en este caso me refiero a entender un contexto, aprender a convivir y a superar ciertas situaciones, aumentar el umbral de la frustración, etc. Así que no, no es culpa tampoco de la clasificación, ni de los resultados. Pero las medidas que pretendemos adoptar son casi siempre protectoras, lo cual es todavía peor lo que fomentamos de cara al futuro. Debilidad. Para que lo entendamos de otra manera, es como si le tapásemos todo el rato las esquinas de las mesas a los niños para que no se den con la cabeza. Como padre o madre, muchas veces no estamos preparados para disfrutar, independientemente del partido que sea, del resultado o de la posición en la que estén clasificados.

Esto último es lo que llamamos el fanatismo. Ser fanático. Nos duele cuando nos identifican con esa palabra, nadie se siente así, pero lo somos sin quererlo, probablemente. Consumimos demasiados programas de televisión y medios de comunicación en general, que nos incitan a ser de un lado o de otro, y además de forma radical. Extrapolamos todo eso al fútbol base. Que los niños jueguen a ser profesionales es bonito, cuando son los padres, madres, entrenadores, representantes, clubes, no se dan cuenta, pero dan pena. Probablemente se avergonzarían si pudieran verse desde fuera. En fin, se nos va la pelota.

Cada semana existe algún acto violento, en mayor o menor medida, pero hay cada día y en cada campo y de todas las edades. Insultos a un árbitro, críticas a entrenadores, a niños o adultos. Entrenadores que no exigen, si no que recriminan, árbitros rencorosos, personas que se alegran más de una derrota rival que de una propia victoria, conversaciones y debates banales sobre sistemas de juego, clasificaciones, resultados, metodologías de clubes, con el mismo enfoque que cuando nos sentamos en el sofá a ver qué dicen en la tele de tu equipo favorito, padres y madres de un mismo equipo que ni se miran, y que apenas saben convivir en un grupo, instrucciones en la grada, con palabras, gestos o miradas, entrenadores y clubes no profesionales que hacen ofertas a niños? Y así podría poner ejemplos sin parar.

Nunca nos identificamos a nosotros mismos con nada de esto y menos con la violencia, porque siempre nos justificamos; pero la realidad es que con ese detalle, por muy pequeño que sea, estoy contribuyendo a generar lo que pasa en la actualidad. Porque tan importante es lo que se hace, como lo que se dice, como lo que se transmite, y esto último nos delata siempre. Los valores son muchas cosas que ejercemos muy poco. No vale solo con publicarlo en una red social, hacemos excesiva demagogia y apenas sabemos qué significa cada valor que pretendemos transmitir. Pero la realidad es que se nos va la pelota, a todos.

José Igner. Entrenador de fútbol base de la UD Las Palmas y exjugador del Barcelona.