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'Bala azul', del Marino al Barça

Victorio Cruz Riverol, primer futbolista grancanario en enfundarse la camiseta del Barcelona | Firmó por el club catalán en 1932, pero una lesión le impidió triunfar

Victorio y Gorostiza, en el saque de honor del partido entre el Marino y el Athletic Club de Bilbao, donde al primero se le puso el apodo de 'bala azul' porque al primero se le conocía como el 'bala roja. lp / dlp

"Cuando la selección de Las Palmas jugaba contra el Tenerife no le dejaban ir. Un hermano de los diez que eran habló con mi abuelo y entonces le permitieron ir". El Bala azul nació un 23 de diciembre de 1907. El futbolista conocido por ese sobrenombre se llamaba Victorio Cruz Riverol. Aparte de ser un deportista extraordinario era un tipo humilde que creció viendo a los ingleses jugar al fútbol en el Puerto. En una época donde el balompié no tenía las trascendencia que ha adquirido hasta la actualidad, se convirtió en el primer grancanario en las filas de un grande del fútbol español, el FC Barcelona.

Rafael Cruz, uno de los cuatro hijos de Victorio, recuerda la figura de su padre 20 años después de su fallecimiento. Creció en el barrio de San José. De familia humilde, sus comienzos con el balón como pasatiempo generó una inquietud en su progenitor.

"Cuando el quiso jugar al fútbol su padre no le dejó porque pensaba que era un deporte que no valía para nada ya que eran 22 personas con calzoncillos corriendo detrás de una pelota", rememora su vástago.

Su andadura por los campos de barrio de la época comenzó en 1923 en el Club Deportivo Águilas y rápidamente pasó al Sporting de San José. En sus inicios despuntaba jugando de delantero centro. En el fútbol moderno lo podíamos comparar "con Cristiano Ronaldo o con el galés Ryan Giggs en sus inicios". En la punta de ataque se desenvolvía a la perfección por su físico. "Era un jugador que destacaba por su fortaleza y su increíble velocidad porque era muy rápido", relata Rafael.

Su electricidad le sirvió para llamar la atención del Marino. Su presidente lo descubrió en el año 1924 cuando él apenas tenía 17 años. "Con esa edad se enfrentaba a jugadores que tenían 30 años", apunta su hijo. Este hecho demuestra las condiciones que tenía este prodigio del balompié canario, que ya competía con rivales más experimentados cuando solo era juvenil.

En su nuevo destino, su posición varió. Jugaba de extremo derecho en sustitución de Alfredo Rivas, que se lesionó. Aquí comienza a despuntar la carrera futbolista del habilidoso Victorio Cruz Riverol, quien empezó a aprovechar su punta de velocidad en beneficio del colectivo.

Brilla en el Marino

En aquel Marino de la época destacaba por la forma de encarar a los defensores rivales, a quienes superaba con su rapidez vertiginosa. "Técnicamente era un jugador habilidoso que dominaba la pelota y centraba al sitio exacto en donde se encontraba un compañero bien colocado para rematar. Una jugada frecuente era que se iba de su defensa haciendo el pase para un lado y corriendo para el otro, lo que vienen siendo un autopase", admite su hijo Rafael.

Su talento no pasa desapercibido. En 1932 firma nada menos que por el FC Barcelona. Aunque el fichaje se concretó en abril, desde enero querían incoporarlo. "El club le dijo que si el no venía que iban a buscar otro extremo", señaló su descendiente.

El Marino no cobró nada por el traspaso al conjunto azulgrana. Los periódicos de la época recogieron una carta en la que el Barça agradecía al equipo grancanario las facilidades dadas para que se diera el fichaje.

Días antes de su marcha a la Ciudad Condal sufrió una lesión. Esta situación se podía haber evitado de no ser por la insistencia de los directivos y aficionados, que querían despedirse del jugador en un enfrentamiento ante uno de los grandes rivales del Marino, el Real Club Victoria. La lesión se produjo tras una dura entrada por detrás del defensa victorista Castellano el Chorizo. Tras el lance, Victorio salió del terreno de juego cojeando.

Aún renqueante, el técnico del Barça, el inglés Jack Greenwell ,se quedó impresionado por la calidad del jugador en unas pruebas que se le realizaron en Les Corts, el feudo azulgrana de entonces.

El técnico inglés le pidió al presidente del club, en aquel momento Joan Coma Sarasols, que lo trajeran y le hicieran unas pruebas médicas. Pero su trayectoria quedaba cortada porque debía operarse del menisco.

La mala fortuna acompañaba a Victorio. "En esa época no se practicaban ese tipo de operaciones como ahora; muchos jugadores seguían jugando aun teniéndola o se retiraban. Para ver cómo sería una operación de este tipo, se escogió un esqueleto, aquello fue un experimento", reveló el hijo del gran jugador grancanario.

La intervención corrió a cargo del doctor Puig, quien estuvo acompañado por el galeno canario Ángel Sanchís. Una anécdota que recuerda Rafael fue que en esos meses de recuperación su padre ganó peso y el médico auxiliar le recomendó que fuera a una sauna para perderlo.

El club, le encomendó que volviera a los terrenos de juego sin haberse recuperado del todo. Tras jugar unos partidos con el Barça, le dieron la baja.

A Granada

GranadaPudo haberse quedado en Barcelona, ya que el Espanyol y el Sabadell se interesaron por él, pero volvió a Gran Canaria, al Marino, "el equipo de su alma", como apunta su hijo. Ahí se pasó seis meses entrenando. Cogió la forma física idónea y retornó a su peso ideal jugando con el cuadro marinista. Más tarde, el Recreativo de Granada le fichó con la promesa de que percibiría lo mismo que el Barça: 400 pesetas.

Victorio era un futbolista moderno por su talento con el balón y tenía un comportamiento 100% profesional. Su sueldo dependía de la recaudación que se obtenía en taquilla; en partidos contra el Victoria, Gran Canaria o el Atlético Club ganaba entre uno y diez duros.

"En un partido de homenaje a Padrón El Sueco se llevó unas 100 pesetas porque la Marquesa de Arucas mandó a que se repartieran 100.000 entre todos los jugadores", recuerda su hijo Rafael. "En su etapa en el Barça se quedaba en una pensión que valía unas 100 pesetas; comía, le lavaban la ropa y le sobraba dinero para dárselo a mi abuelo", evoca el vástago del futbolista. Victorio nunca perdió la humildad que le caracterizaba, así eran los jugadores de antaño.

En el Recreativo de Granada vivió su mejor época y se convirtió en el líder del equipo tanto por sus habilidades técnicas como personales, caracterizándose por ser una persona seria con un gran sentido del compañerismo. Debido a ello, desarrolló labores de capitán y de entrenador. En 1934 participó en la inauguración del Campo de Fútbol Los Cármenes. Su importancia en la ciudad de la Alhambra fue tan significativa que "sintió mucho el cariño de los granadinos porque se integró bien en la sociedad nazarí ya que estuvo cuatro años", comenta Rafael.

De gira con el Sevilla

El Sevilla quedó campeón de Copa y el club de Nervión le escogió para jugar una gira por España. Después de disputar esos partidos, incluso siendo el más destacado en un duelo ante el Murcia, el cuadro hispalense se interesó por él, pero el Granada no quiso traspasarle.

Su experiencia por la Península como futbolista profesional terminó en el verano de 1936, fecha en la que estalló la Guerra Civil que duraría hasta 1939. "Mi padre se fue en barco a San Sebastián y ahí estuvo nueve meses hasta que bajó a Valencia", recordaba Rafael.

Recuerda una anécdota que su padre le había contado en varias ocasiones: "Estaba con un jugador de fútbol mientras comía y cuando éste estaba abriendo la boca para comer, una bala perdida le terminó matando".

Acabada la guerra, el Recreativo de Granada le avisó para que volviera, pero él no quiso retornar. "El detalle de que llamaran a un hombre veterano de 32 años era increíble, pero él pensaba que estaba mayor para jugar", relata Rafael. En 1942, Victorio finalizó su carrera como futbolista en las filas del Marino. Aunque ya con 40 años hacía labores de primer y segundo técnico. En esos años, en el banquillo del equipo marinista, fue el entrenador de otro ilustre de la historia del fútbol canario, Luis Molowny.

Una vez concluida su etapa en el banquillo, siguió apoyando al Marino, el equipo de su alma. Victorio fue un hombre contemporáneo que impulsó el fútbol en Canarias desde la humildad.

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