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Un oro que lo cambió todo

Luis Doreste y Roberto Molina fueron los primeros deportistas canarios en conquistar una medalla en unos Juegos Olímpicos | El 7 de agosto de 1984 certificaron en Los Ángeles la presea en la clase 470 de vela

Luis Doreste y Roberto Molina con la medalla de oro de la clase de vela 470, en Los Ángeles en 1984. lp / dlp

Hoy, 7 de agosto, se cumplen 35 años de la primera medalla lograda por un deportista canario en unos Juegos Olímpicos. Fue en la costa de Los Ángeles en 1984. Hasta ese día la delegación española solo había logrado tres preseas doradas en unos Juegos. Luis Doreste (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) y Roberto Molina (Arrecife, 1960) conquistaron el oro en la clase 470 de vela hace 35 años. La semana pasada se reencontraron en Palma en la Copa del Rey y posaron para LA PROVINCIA para rememorar el hito.

Fue la noticia del verano. La delegación española estaba sufriendo para conseguir subir al podio en Los Ángeles hasta que Doreste y Molina soltaron amarras. La pareja, hasta la fecha inédita en unos Juegos, demostró ser el rival a batir desde la primera regata en Long Beach.

Curiosamente, les costó certificar su clasificación a Los Ángeles. "Era difícil acceder a unos Juegos, teniendo en cuenta que solo podía ir un representante de cada país por clase", explica Doreste, quien dejó a su hermano Gustavo fuera. "Él rozó la medalla en Moscú en 1980 y nosotros le dejamos sin participar en el 84", detalla. "No tuvo la fortuna que tuvimos nosotros y quedó sexto en las del 80", añade Molina.

Los regatistas olímpicos se tomaron su clasificación como un logro. "Estar en los Juegos nos dio ese extra de moral y ganas de competir que a la postre nos dio el triunfo", recuerda el lanzaroteño. Para luchar por la clasificación tuvieron que hacer un gran esfuerzo. "Estudiábamos en Barcelona y no nos dedicábamos de lleno a la vela, por eso ir a Los Ángeles ya fue como un triunfo", desvela Doreste.

Y es que ambos se conocían desde la infancia. Sus padres eran socios del Real Club Náutico de la capital grancanaria y comenzaron en optimist en Puerto Rico. Sus caminos fueron a la par y les llevaron a Barcelona, donde estudiaban becados.

Con Los Ángeles en el horizonte, los regatistas se pusieron las pilas. "Conseguimos buenos resultados en las pruebas de Italia y Mallorca y estábamos enchufados", asegura Doreste. Con la moral por las nubes, los canarios se enfundaron el chándal y cruzaron el charco.

Incertidumbre

A diferencia de hoy, en aquellos años los deportistas acudían a la sede de los JJOO sin conocer la bahía ni las condiciones. "Con 24 años era la primera vez que iba a navegar en el Pacífico y que pisaba Estados Unidos", desvela Molina. "Llegamos sin conocer el Pacífico, pero el campo de regatas no era muy complicado y Roberto y yo lo vimos muy factible", reconoce Doreste.

Parte de esa ambición partía de la base de que ya conocían a la mayoría de sus competidores: "Sabíamos quienes eran nuestros rivales europeos, habíamos luchado contra ellos en las regatas de Italia o Franca, pero desconocíamos el nivel del equipo neozelandés y norteamericano", subraya el grancanario.

Pero el dúo Doreste-Molina no entraba en los pronósticos de podio. El equipo español llegó a Estados Unidos con posibilidades de medalla con Antonio Gorostegui-José Luis Doreste en Star, Alejandro Abascal-Miguel Noguer en Flying Dutchman y Joaquín Blanco en Finn.

Los Juegos del 84 contaron con la ausencia de los deportistas de Europa del Este después de que EEUU tratara de boicotear los de Moscú en 1980. Tan solo Rumanía pudo competir en Los Ángeles. El favoritismo y las ansias de ganar de los americanos llegó a la vela. En 470, la pareja Steve Benjamin-Hans Steinfeld estaba entre las favoritas y eso podía pesar en las decisiones de los jueces.

Según Doreste, los americanos protestaron por todo. "Trataron de descalificarnos por todos los medios, pero eso nos dio más fuerza porque nos consideraban un rival a batir", explica. Ya instalados en Los Ángeles, la ganas por un metal fueron creciendo en la pareja canaria. "No eramos favoritos, pero queríamos luchar por una medalla a toda costa", sentencia Molina.

En las dos primera regatas, celebradas el 31 de julio y 1 de agosto, el dúo queda tercero y primero, respectivamente. "Sirvió para vernos las caras con nuestros rivales. Las cosas salieron muy bien desde el principio y nos pusimos líderes", recuerda Doreste.

Desde entonces, el resto de embarcaciones siguió de cerca a los españoles. "A partir de entonces no arriesgamos tanto en las salidas. Queríamos estar entre los cinco primeros para llegar con opciones de medalla al final", comenta Molina.

La tercera regata es de los americanos. "Los finlandeses nos hicieron un marcaje al hombre y perdimos posiciones", reconoce Doreste. En la siguiente los españoles entran segundos y los estadounidenses cuartos. De esta manera mantienen el liderato. La competición se para durante dos días por la falta de viento y Doreste y Molina aprovechan para ir a ver la Paramount Pictures. "Fue una manera de rebajar los nervios", afirma Molina.

El susto

En la quinta y definitiva, el dúo español se salvó de un fuera de línea que deja KO a los americanos y neozelandeses y llegan primeros a la línea de meta. "Pensábamos que podíamos estar descalificados también, pero cuando entramos primeros fue una alegría", describe Doreste.

En la sexta manga, el 7 de agosto de 1984, les valía un noveno puesto si los americanos no ganaban. "Fuimos conservadores y no queríamos entorpecer la competición. Al llegar a la meta hacía cálculos y no me creía que ganábamos", rememora Molina. "Logramos el oro en medio del Pacífico y nos quedamos parados", añade Doreste.

En el puerto les reciben Manuel Doreste y José María Benavides, "fundamentales" para los medallistas canarios. "Curiosamente, ese día pude contárselo a mi padre", rememora Molina: "Me conectaron con él a través de la radio. A día de hoy parece algo sencillo, pero en el 84 hablar desde el muelle por un micrófono con tu padre, que está al otro lado del mundo, y contarle que eres medallista olímpico fue algo muy especial".

Después llegaría la llamada del Rey Juan Carlos. "Majestad, aquí tiene la medalla", le espetaron los regatistas al monarca. No les hizo falta participar en la última regata y fueron los mejores de la delegación española, que cosechó dos platas, en baloncesto y remo, y otros dos bronces, en atletismo y piragüismo.

El recibimiento en Gran Canaria fue histórico. "Esperaba a mis amigos y conocidos, pero había gente de todas las Islas", resalta Molina, que aún se emociona recordando los homenajes. "Se me cayó hasta la medalla de todos los abrazos y saltos que dimos", desvela Doreste, que junto a Molina, forma parte de la historia olímpica de Canarias.

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