España ya es campeona del Mundo, otra vez. La selección de Sergio Scariolo fue de menos a más hasta ofrecer su mejor versión en la final ante Argentina. Como detalle, Scola no anotó su primera canasta hasta pasados los veinte minutos. Eso demuestra la preparación del partido.

España se ha llevado un partido de guerrilleros. Dos equipos gladiadores se citaron para luchar por el olimpo, pero el pedigrí de los de Scariolo se impuso a la garra de los argentinos. Porque España lleva años demostrando que tiene ADN ganador. No sale como favorito al principio del campeonato, pero se sobrepone a combinados aspirantes como Serbia o Australia.

Pero este triunfo es también de la ACB. La semilla que se plantó hace ya generaciones está dando sus frutos. El pundonor y sus ganas son encomiables. Porque este equipo es una familia. Es el oro de todos: los que están, los que estaban y los que estarán.

No se puede destacar a nadie por encima de ninguno, pero Ricky quería hacer su Mundial y cumplió, así como Marc Gasol, estratosférico en los momentos clave. También es bonito que jugadores del Granca como Javi Beirán o Xavi Rabaseda formen parte de esta historia. Así como Víctor García, asistente de Sergio Scariolo.

Porque por encima de las individualidades, esta selección ha destacado por su humanidad. Son un grupo humano. Es un premio para todos. La selección ha sido una familia, el compromiso de todos, técnicos, plantilla, ayudantes, utilleros, familiares, ha sido más que encomiable.

España ha sido la mejor del Mundial, de eso no hay duda. En la prórroga ante Australia se demostró el hambre ganador de esta generación. Porque esas dos prórrogas no son solo físicas, sino psiquicas. La motivación de esta generación no tiene techo. Será difícil seguir así, porque tiene las cotas tan altas que es complicado que se repita cada generación. Porque es un oro contra todo pronóstico, del que me siento partícipe, como todos los integrantes. Ya solo queda el oro olímpico.