Un adiós alargado. El fin de Carla Suárez como tenista profesional está cerca, aunque todavía queda. Exactamente un año, el que transcurre entre enero y diciembre de 2020. Después, la mejor tenista canaria de la historia, y bandera desde hace años del tenis femenino nacional, dejará las canchas para siempre. Entonces tendrá 32 años (nació el 3 de septiembre de 1998), una edad joven todavía para practicar el deporte de la raqueta a un buen nivel, pero a Carla el paso del tiempo le ha hecho cambiar de prioridades y tomar una decisión. La decisión. La que probablemente sea la más dura de toda su vida.

Porque no debe de ser fácil, por mucho que supiera de antemano que la retirada llegaría algún día, cambiar una manera de vivir después de tantos años, concretamente desde 2007, cuando pasó a formar parte de la WTA, la organización principal que rige los torneos y el circuito profesional del tenis femenino a nivel mundial. Hasta ese momento había participado en torneos de la ITF, la federación internacional, pero a un ritmo muchísimo menor del que exige el máximo nivel. En cualquier caso, ese tramo entre 2004 y 2007 sirvió a Carla para dejar claro que quería dejar huella.

Desde entonces, la vida de Carla siempre se ha entendido con una raqueta en la mano. Bolsos de viaje, aviones, jet-lags y varias vueltas al mundo para competir en lugares muy remotos forman parte de su diario de vida. También los éxitos y las decepciones, porque de eso de trata el deporte, pero siempre con la satisfacción del que sabe que era feliz mientras lo hacía. Y todavía tiene retos por delante, ya que no se le pasa por la cabeza tirar su último año en el escaparte mundial.

Uno de ellos, el más importante, es pasar del puesto 55 del ránking WTA, el que ocupa desde el pasado 2 de diciembre, a uno dentro del top 10, o lo que es lo mismo: acabar su carrera entre las 10 mejores tenistas del mundo, algo que jamás ha conseguido. Otro es participar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, los cuartos en su cuenta particular después de haber estado presente en Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Y también quiere superar la barrera de los cuartos de final en un Grand Slam. Por delante tiene el Abierto de Australia (enero), Roland Garros (mayo), Wimbledon (junio) y el Abierto de Estados Unidos (septiembre) para conseguirlo.

En cualquier caso, Carla sabe que ganar uno de los 'grandes' es una cuestión altamente complicada, pues nunca ha alcanzado las semifinales. Pero sí sabe lo que es ganar un torneo. En concreto dos: el Torneo de Oeiras (Portugal), en 2014, y el Torneo de Doha (Catar), en 2016. El triunfo en la localidad portuguesa ante la rusa Svetlana Kuznetsova supuso para ella la eliminación de una enorme barrera. Más experimentada, dos años después conquistó un nuevo título, esta vez en Asia y frente a la letona Jelena Ostapenko. En ese 2016 alcanzaría la cima.

Porque nada más ganar el segundo torneo individual de su carrera pasó a ocupar, el 29 de febrero, el sexto puesto de la clasificación mundial, su posición más alta hasta ahora. Todo ello fue gracias a su lucha constante contra sí misma, a su enorme capacidad de superación en los momento más difíciles, cuando nadie podía ayudarla en la cancha, cuando estaba sola. Pero Carla también ha tenido éxito en dobles, donde suma tres títulos más, todos con Garbiñe Muguruza como compañera, uno en 2014 (Stanford) y dos en 2015 (Birmingham y Tokio).

La grancanaria pudo haber ampliado su palmarés hasta en nueve ocasiones a nivel individual, pero se quedó a la puertas. Fue finalista en New Haven (2018), Amberes, Miami, Roma (2015), Acapulco, Oeiras (2013 y 2012) y Marbella (2010 y 2009). Además, perdió otras seis finales en dobles, por lo que sabe, y muy bien, lo que es morir en la orilla.

Con España, Suárez formó parte de las diferentes selecciones que participaron en la Copa Federación entre los años 2008 y 2014, en 2016 y en 2018, aunque ninguno de esos combinados logró alzar el trofeo femenino más importante entre países. Lo que sí consiguió fue participar en tres Juegos Olímpicos, aunque nunca llegó a la tercera ronda. En Pekín la tumbó la local Shuai Peng, en Londres lo hizo la belga Kim Clijsters y en Río de Janeiro la croata Ana Konjuh, estas dos últimas en segunda ronda. Por eso, y aunque a la tenista le valga simplemente con estar, la cita de Tokio supone para ella un reto mayúsculo.

El gran acontecimiento deportivo tendrá lugar en verano, para cuando ya se habrán disputado tres de los cuatro Grand Slam. En su último año de carrera tendrá como acompañante a Marc Casabó, que no representará la figura de un entrenador al uso, sino que más bien será un asistente en el año de la despedida. Se trata de la cuarta persona que contribuyó a su formación, pero no de la más importante. Cuando era una niña, Alonso Pérez se encargó de que Carla se tomara el tenis en serio, le abrió el gusanillo y le instó a dedicarse a ello. Luego, en 2007, se la llevó a Barcelona Xavi Budó, con el que estuvo una década y con el que logró sus mayores éxitos. Las dos últimas temporadas las pasó con Óscar Serrano, hasta septiembre de este año.

Obligada a terminar la temporada antes de tiempo por una lesión de espalda, Suárez lleva sin competir desde hace cuatro meses, pero afronta el último curso de su carrera con la misma ilusión que cuando empezó. Con más de 11.500.000 euros recibidos en premios, 509 victorias y 336 derrotas, no le queda más que disfrutar de la larga despedida e intentar cumplir las metas que ella misma se ha puesto para el año 2020, con sus derechas y sus reveses, con sus saques y sus passings, con sus dejadas y sus aces. Todavía queda Carla, pero cada vez menos. Son los últimos raquetazos de una guerrera de las pistas.