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BARRACA Y TANGANA

Nada

Nada

Si a estas alturas siguen ahí, al otro lado, se habrán dado cuenta de que estas columnas no van de nada. Es uno de mis temas favoritos, en las películas, en las series o en lo que sea. Lo pensé la otra noche porque volví a ver 'Boyhood'. ¿De qué va? De nada. Ir de nada significa que va de todo, al mismo tiempo, y me parece un grandísimo logro. Que no pase nada pero pase todo, no contar nada pero explicarlo todo. En la vida, realmente, no suele pasar mucho y morimos huérfanos de grandes acontecimientos. Frente a ello hay quien prefiere sublimar. Todo le parece memorable, extraordinario e histórico, y a ello ayudan los grandes titulares, los eventos del siglo y del milenio, ya sea un partido de fútbol, la final de un concurso de cocina o un pleno municipal. Pero no. Por lo general es más sencillo todo. Por lo general nunca pasa nada de veras trascendental.

Qué fue aquello tan importante que ocurrió hace dos semanas y ahora no recordamos. Qué. Alguna polémica arbitral, creo recordar, algún golazo inolvidable. Para qué preocuparse tanto si con el tiempo nos va a dar igual. A la vida hay que darle las gracias por tanto, pero sobre todo por tan poco, ni tan mal.

La dinámica actual del fútbol, en cambio, alimenta la sensación contraria, la inercia nos grita que perdiendo dos partidos el mundo se va a acabar. La corriente se acentúa en semanas como esta, con exámenes eliminatorios de Champions y la pirotecnia del Madrid-Barça, que no podemos mantener este nivel de intensidad. El miércoles puse el fútbol, un partido carísimo y yo qué sé, mi cabeza anda regular. Desfilaban por la tele varios de los mejores jugadores del mundo, pero yo de repente estaba pensando que si fuera multimillonario llevaría a Bilardo a Denver, a ver un partido de los Nuggets, para poder decirle "los de Colorado son los nuestros", en honor a aquella mítica frase suya en Riazor, cuando entrenaba al Sevilla, que nadie se acuerda cómo terminó aquel partido, que no recuerdo yo cómo acabó el Sevilla aquel año, pero la frase de Bilardo perdura y perdurará, y eso estoy tratando de explicar.

Nos ha calado tanto la idea de lo singular, la falsa expectativa de ser especial, que cargamos sobre los hombros un constante vacío existencial, porque de algún modo todo nos parece poco y nada nos termina de llenar. En 'Boyhood', vuelvo a 'Boyhood' porque nada está en 'Boyhood' y todo está en 'Boyhood', cuando el hijo crece y se va a la universidad y la madre llora sin saber por qué, llora y piensa y dice ¿ya está?, ¿esto es todo?, llora simplemente porque ha visto la vida pasar, tan normal, como un señor de Burgos ve un Levante-Villarreal sentado en el bar. Y sabemos que vivimos de camino hacia esas lágrimas y no se puede remediar, aunque busquemos a cambio algo que ni siquiera entendemos qué es: corres, vas en bici, vemos el partido del siglo o salimos de fiesta huyendo de algo, pero después regresamos y vuelta a empezar. Lo que pasa no es fácil de explicar. Lo que pasa es lo que no se puede o no se suele contar: por mucho que corras, de ti mismo no puedes escapar.

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