Carta de Teresa Cárdenes a Chicho Castillo:

Puede que la luz atraiga, a su vez, a la luz. De otro modo no se explica la precoz partida de Chicho Castillo que dijo adiós este miércoles 10 de junio en la unidad de oncología del hospital Gregorio Marañón de Madrid. Alma de rugby, gran actor y por encima de todo un ser humano genial, Chicho Älvarez del Castillo y Martín (Las Palmas de Gran Canaria, 18 de diciembre de 1960), se nos fue. Pero antes dejó para todos una lección de valentía y entereza imperturbable en la hora más adversa, que no pudo con su sonrisa.

Chicho se ha marchado al alba. Y como dijo la víspera Dani Rovira tras la partida, también precozmente cruel, de Pau Donés, a primera hora del miércoles saltó una noticia "horrosamente triste". Pero a Chicho no le gustaba la tristeza. Y de hecho había ordenado cariñosamente a sus amigos tomarse unas cañas juntos mientras no pudieran hacerlo con él. De modo que a una treintena de ellos, el mazazo inevitable de la muerte les pilló con el paso cambiado ayer, apenas unas horas después de reunirse por Chicho en un rincón de Las Canteras para mandarle por whatsapp, desde Gran Canaria a Madrid, unos besos volaos...

"!No se olviden del panadero!". El humor y las ganas de risa siempre aparecían en extradosis con Chicho Castillo. Por eso, si alguien hablaba de la serie Hierro, o mencionaba sus candidaturas a algún premio, Chicho apostillaba con sorna: "¡No se olviden del panadero, que sin pan no hay vida...!". Su chistosa manera de evocar el papel de padre brutote que se le asignó en el reparto de la serie. Era una curiosa experiencia verle en la pantalla interpretando genialmente a aquel hombre descuidado y desdeñoso hasta la exasperación. Tal vez porque resultaba inevitable recordar que, bajo aquel personaje hosco y duro, latía en realidad el corazón tierno y risueño del actor que le daba la vida.

Hizo otros muchos papeles en películas, cortos y series. Actores y agentes se sumaron este miércoles al llanto que provocó el golpe de su muerte. Pero el mejor papel de su vida, para la memoria de todos cuantos le quisieron, lo ha interpretado Chicho Castillo desde que, a mediados de mayo, el destino empezó a torcerse como todo este maldito 2020 y un pronóstico médico apuntó la hipótesis de un desenlace rápido y fatal.

¿Y qué hizo entonces Chicho? Lo que mejor sabía: impartir una lección magistral del sentido de la vida, esquivar el verbo 'rendirse', animar a sus amigos cuando estos desolados se rendían a las ganas de llorar e incluso fundar una isla propia en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Con inmensa ternura, así lo recordó este miércoles su familia: "En el pequeño espacio de la habitación fundó una isla imaginaria desde la que izó la bandera 'De aquí No Me Voy Yo Tan Fácil.."

Decenas de amigos han volcado este miércoles en las redes sociales su tristeza infinita por la marcha de Chicho. Muchos de ellos, amigos y compañeros del rugby que tanto amó y que le regaló tantas horas de deporte y risas en clubes como el Canoe o competiciones como la Liga Universitaria de Madrid. Todos se quedan huérfanos del Chicho alegre y cascabelero que fue siempre, dentro y fuera de las canchas, el auténtico alma de la fiesta.

Ahora, quizá pueda hacer lo que más le gusta. Jugar su adorado `tercer tiempo´ entre las nubes, animando y empujando desde arriba a todos los suyos, que son una gran legión, con el recuerdo indeleble de su valor, su humor a prueba de fatalidades y su risa franca y fresca.