Nunca quería irse del Barça, pero una vez tomada la decisión, con un profundo desgarro familiar, ya se había ido de su casa. "Cuando le dije a mi familia y mis hijos que me podía ir fue un drama. Todos se pusieron a llorar", admitió Leo Messi, que termina quedándose contra su voluntad porque, como él mismo reveló en una entrevista concedida a Goal, "jamás iría a juicio contra el club de mi vida y al que amo. Es una locura". Se queda, sin querer quedarse. Obligado a quedarse. Ya se había ido y le hacen volver.

Por eso, ha tenido que deshacer el camino andado acusando al presidente Josep Maria Bartomeu de "incumplir su palabra" y justificando el envío del burofax para comunicarle su deseo de marcharse del Barça "porque no le daba bola".

Se lo había dicho, como ya reveló este diario, muchas veces en privado, pero el presidente jamás le hizo caso. El próximo 1 de enero, Messi es dueño, ahora sí absoluto, de su destino, y quedará libre para irse donde quiera.

Y gratis porque no renueva como quería Bartomeu, quien logró retener al capitán, atrapado como quedó porque no quería acudir a la batalla judicial.

Sentía Leo que la cláusula (replicó Jorge Messi, su padre y agente, a la Liga) le permitía irse libre. "Estaba seguro de que me podía ir. Y ahora se agarran de que no lo hice antes del 10 de junio, pero estábamos compitiendo por todo este virus de mierda», se quejó el capitán.

"Etapa terminada"

Pero ni la estrella, que ya "había dado por terminada su etapa en el club" porque, además, "creía que era el momento de dar un paso al costado", ni tampoco el Manchester City, después de que Messi llamara a Guardiola, han querido enredarse en un imprevisible conflicto judicial sobre la cláusula de 700 millones de euros.

En dos ocasiones renegó de Argentina. Y en ambas volvió. En una maldijo al Barça, pero su sentimiento le hizo abandonar la "locura" judicial. Muy a su pesar, continúa. Sigue, pero apunta y señala a Bartomeu, a quien acusa de no respetar la palabra que le dio.

Justo ahora, 20 años después de su llegada, cuando tomó la segunda decisión más trascendente de su vida (la primera, con apenas 13, fue decirle a su padre que él no regresaba a Argentina), se siente utilizado por el dirigente.

Silencio del club

En todo momento, Messi ha querido disociar la figura del Barça de la de Bartomeu, el presidente que le ha retenido amparado en el contrato, aprovechando el errático plan legal trazado por los asesores del jugador.

Habló Leo, proclamando su verdad, con sencillez (estaba en chanclas en su domicilio) y calla, de momento, el dirigente, al igual que toda la junta. No ha hecho ni un solo comunicado el Barcelonaen estos 10 días desde que recibió el burofax, documento legal para certificar su voluntad.

¿Bartomeu? Se siente ganador, tras haber dominado el pulso con la estrella, el primero que le gana, elevando así su sensación de autoridad. El desencuentro larvado desde hace muchos meses se ha transformado ya en un divorcio irreparable. El presidente respira aliviado porque no pasará a la historia como el que dejó marchar a Messi.

Pero sí, en cambio, con el que se enfrentó Messi con unos niveles de dureza jamás visto antes, revelando las grietas que presidirán ahora los últimos meses de tan compleja e imprevisible relación.

Con el panorama electoral, a la vuelta de la esquina, entregando Bartomeu todo el poder del vestuario a Koeman, obligado este a seducir ahora a un nuevo Messi, quien encara su último año de contrato en un escenario que jamás imaginó. Está en su casa, donde ya no quería estar. Con City, Paris SG, Juventus y los grandes clubs aguardando pacientemente en el mercado a partir del 1 de enero para ficharlo gratis.

El caos

Messi se queda, pero antes de entrar en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí ha querido desnudar la caótica planificación deportiva de un club que tendrá tres entrenadores en un año (Valverde, Setién y Koeman) tras ver desfilar a cinco secretarios técnicos en el último lustro (Zubi, Robert, Pep Segura, Abidal y ahora Planes).

"Aquí no hay proyecto ni nada. Se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas", denunció el capitán, quien le recordó, y en varias ocasiones, a Bartomeu "que en este último año no encontré la felicidad dentro del club". La felicidad de Bartomeu era que Messi no saliera del Camp Nou. Y menos al City de Guardiola o a un rival directo de la Champions.

Empezar de cero

El capitán ya no se fiaba del presidente. Ahora, menos. Y ya ha dejado de hablar con él. Ahora todo lo que le decía en privado lo ha trasladado al plató global del mundo escenificando una ruptura que les perseguirá a ambos en estos meses finales de convivencia.

"Yo no quería pelearme con el club", argumentó Messi, quien cuando pise la ciudad deportiva verá un Barça nuevo, con Koeman, sin vacas sagradas, con Coutinho y Bartomeu de presidente.