El 28 de agosto Rasual Butler apareció, en la terminal de llegadas del Aeropuerto de Gran Canaria, con una gorra que enunciaba toda una declaración vital: Jetsetter, revelación que se podía leer sobre la visera del jugador. La expresión, en la jerga estadounidense, define a las personas famosas o adineradas que forman una clase social cuyo tipo de vida se caracteriza por la ociosidad y el divertimento.

Con nueve años de experiencia en la NBA, tras pasar por franquicias como los Bulls de Chicago, los Clippers de Los Ángeles, los Hornets de Nueva Orleans o el Heat de Miami, el fichaje de Rasual Butler quebró el hábito del CB Gran Canaria a la hora de incorporar jugadores, casi todos de un perfil bajo en el mercado de valores y, sobre todo, alejados de los focos del estrellato, de la fama.

El fichaje de Rasual Butler, poco que ver con un mormón como Jaycee Carroll y con una hoja de servicios -tras su paso por la NBA- más rutilante que el currículo de Carl English, Jimmie Hunter o Winston Kennedy antes de recalar en el Gran Canaria 2014, fue el último paso de una decisión que provocó la ruptura entre el club y un símbolo: la marcha de Jim Moran que, tras 10 años de militancia en la entidad claretiana cedió su puesto a un jugador con cartel de estrella.

Tras 29 días, de coste insignificante para el club, en la disciplina del Granca, después de aceptar que las sesiones de entrenamiento en Europa son más exigentes que en la NBA, luego de haber encontrado su hueco en el vestuario entre sus compañeros, el alero de Filadelfia pegó la espantada el lunes, a nueve días del primer partido oficial del curso.

Se va Butler para atender, entre otros asuntos, su negocio discográfico en EE UU. Es lo que tiene fichar a un jetsetter.