La dimisión de Agustín Medina, junto a sus once compañeros en el consejo de administración del Club Baloncesto Gran Canaria, escenifica el penúltimo movimiento de una revolución lanzada en verano de 2009, desde el grupo de gobierno compuesto por el PSOE y Nueva Canarias en el Cabildo, con un solo propósito: reinventar la gestión de una empresa que, durante las dos últimas décadas, ha dependido casi en exclusiva de generosas aportaciones económicas de la propia corporación insular.

De pertenencia unipersonal, con el Cabildo como único propietario desde su conversión en Sociedad Anónima Deportiva en 1992, el CB Gran Canaria ha mutado durante los últimos 19 años hasta transformarse en un ente con tendencias contradictorias: equipo victorioso en la ACB; club bajo amenaza constante de ruina financiera. Así, en 2009, con un panorama tan oscilante, entre variables bipolares, la administración pública optó por trazar una nueva hoja de ruta para encauzar un problema que, temporada tras temporada, generaba continuos episodios de estrés contable en la tesorería de la corporación insular.

Aquellos nuevos planes del Cabildo para el CB Gran Canaria se llevaron por delante a Lisandro Hernández, tras 20 años al frente de la gestión de la entidad claretiana, y a ocho de sus compañeros en el consejo de administración. No se ejecutó, aquel relevo en la presidencia, en medio de un cómodo periodo de transición, ya que la tensión, las discrepancias y los desencuentros marcaron los últimos meses de relación entre la directiva y los administradores de la institución pública.

Reveladas, a nivel público, las intenciones de PSOE y Nueva Canarias en octubre de 2009, en un plan en el que el Partido Popular -desde la oposición- optó por la adhesión y no por la confrontación política, el diseño de una nueva hoja de ruta para la gestión del CB Gran Canaria destapó un cisma que, durante meses, generó un ambiente enrarecido dentro y alrededor de la entidad claretiana.

La pérdida de Kalise como patrocinador principal, el 18 de junio de 2009, marcó el punto inicial de una cronología de desencuentros entre el grupo de trabajo capitaneado por Lisandro Hernández y los gestores del Cabildo, representado en las figuras de Luis Ibarra (exconsejero de Hacienda, PSOE) y Óscar Hernández (extitular de Deportes, Nueva Canarias).

La incapacidad de la directiva presidida por Lisandro Hernández, durante meses (entre febrero y junio de aquel año), para despejar la incógnita de la continuidad de Kalise como mecenas del club, a partir de una cláusula de liberación -en 2009- recogida en el contrato entre ambas partes que expiraba en verano de 2011, disparó el malestar del Cabildo con aquel consejo de administración.

Cita con Paulino Rivero

Con la marcha de Kalise, que se descolgó en una negociación posterior con una oferta a la baja rechazada por el Cabildo, el CB Gran Canaria perdió el ingreso de 800.000 euros anuales y Lisandro Hernández quedó señalado por el grupo de gobierno de la corporación insular.

Aquella operación no fue el único detalle que condenó a la penúltima directiva del Granca ante el escrutinio del PSOE y de Nueva Canarias en el Cabildo, alianza política que encajó con desagrado la celebración de una reunión convocada por Paulino Rivero, presidente del Gobierno de Canarias (administración regentada en aquel momento bajo un pacto entre Coalición Canaria y el Partido Popular), y que se celebró en el Real Club Náutico de Gran Canaria.

De aquella cita, vinculada en buena medida al Mundobasket que se celebrará en 2014 y en el que Gran Canaria será una de las seis sedes del torneo organizado por la Federación Española de Baloncesto (FEB), Lisandro Hernández salió con la promesa realizada por un amplio grupo de empresarios: recibir anualmente, desde 2009 y hasta 2014, 600.000 euros. Dos años después, de aquel compromiso que pesó contra la gestión de Lisandro Hernández, no queda nada.

Las negociaciones con la ACB para la organización de la Supercopa del 2009 y para acoger la fase final de la Copa del Rey en 2014, gestiones en las que el Granca no salió bien parado, provocaron que el grupo de gobierno del Cabildo precipitara todos los movimientos para relevar en la presidencia del club a Lisandro Hernández.

Para el nuevo modelo de gestión del CB Gran Canaria, Luis Ibarra y Óscar Hernández se fijaron como punto de partida en la figura de Josean Querejeta, presidente ejecutivo del Baskonia. Bajo ese parámetro, a la búsqueda de un administrador vinculado en exclusiva a la dirección del club, el primer elegido para esa tarea fue Joaquín Espinosa, exdirectivo de la entidad claretiana durante la etapa de Pepe Moriana.

Dimisión de Lisandro

Delatados los planes del Cabildo, y tras rechazar Joaquín Espinosa la oferta para presidir el club, el 23 de febrero Lisandro Hernández y ocho compañeros presentaron su dimisión como consejeros del Granca minutos antes de que la corporación insular ejecutara el cambio al frente de la gestión de la entidad.

24 días después, Agustín Medina, con el consenso de todos los grupos políticos con representación en el Cabildo, fue nombrado presidente del CB Gran Canaria. Y ese mismo día, en su primera comparecencia pública, se marcó el gran reto de su gestión: alcanzar la autosuficiencia en una sociedad que, entre 2007 y 2011, ha costado a su propietario algo más de 12 millones de euros sólo en operaciones para equilibrar los presupuestos anuales.

533 días después de su designación como máximo mandatario del Granca, Agustín Medina abandonó el viernes el club. Junto a él se fueron once consejeros. Y todos por la misma causa: desencuentros continuos con Lucas Bravo de Laguna, el nuevo consejero de Deportes del Cabildo tras las elecciones del pasado 22 de mayo que ganó el Partido Popular.

Más allá de esas discrepancias, la gestión de Agustín Medina ni siquiera se acercó a la autosuficiencia: el Cabildo tuvo que abonar, el curso pasado, más de cuatro millones de euros sobre un presupuesto de 5,4 millones de euros. Ahora, su marcha abre una nueva oportunidad para que el Cabildo reinvente el CB Gran Canaria en busca de una gestión marcada por la profesionalidad.

Todo, siempre, a expensas del siguiente movimiento político. Todo, siempre, supeditado a alianzas, pactos y mociones de censura. Nada que ver con el juego, con el baloncesto.