Sucedió el pasado 2 de marzo, minutos antes del partido que disputaron, en el Estadio de Gran Canaria, la Unión Deportiva Las Palmas y el Recreativo de Huelva. Dos botellas, rebosantes de agua, y una persona, ajena a la caseta durante la etapa de Paco Jémez, dominaban la escena en el interior del vestuario del equipo amarillo.

Allí, entretelas, el extraño aguardaba entre la quietud, concentrado en los dos recipientes con líquido, la aparición de los 11 futbolistas elegidos por Juan Manuel Rodríguez para componer la primera alineación del técnico en su regreso al banquillo del conjunto local.

Mientras los elegidos para ser titulares, a pocos minutos del pitido inicial, apuraban su calentamiento junto a los otros siete jugadores que completaban la convocatoria, el forastero se preparaba para emprender la tarea encomendada por el nuevo entrenador de la UD Las Palmas.

Disponía, el desconocido, parte del mobiliario y mostraba algunas herramientas que revelaban su nombre, su oficio y su presencia en el vestuario: Jaime Gil Vázquez, párroco de los RR.PP. Salesianos, reclutado por Juan Manuel Rodríguez para ofrecer sus servicios pastorales a la plantilla del conjunto grancanario, golpeada anímicamente por una mala racha de resultados que, en ese momento, se extendía a 12 jornadas consecutivas sin lograr una victoria.

El cuadro, la secuencia de la incorporación de Jaime Gil Vázquez -capellán, además, de la entidad de Pío XII- como subterfugio de apoyo en la caseta de la UD Las Palmas, cobró más relevancia pocos minutos antes de que el equipo amarillo iniciara, ante el Recreativo de Huelva, su penúltimo pulso en la Liga Adelante. En el vestuario, antes de saltar al terreno de juego, el párroco tuvo la última palabra. No hubo lugar para una última charla táctica o para pulir detalles impuestos por el nuevo técnico. Mandó el sermón del cura.

Agua bendita

Interrumpida la monserga de Jaime Gil Vázquez por el requerimiento de uno de los auxiliares de Santiago Jaime Latre, árbitro del partido, para revisar los tacos de los futbolistas, el sacerdote fue apremiado por Juan Manuel Rodríguez para concluir su tarea en el vestuario, ejercicio que el clérigo resolvió con celeridad ante la sorpresa general de los presentes en la caseta: tomó las botellas y roció, con agua bendita, al grupo de jugadores de la UD Las Palmas.

La jugada, de carácter motivador, no resultó plenamente satisfactoria para los intereses del cuadro grancanario, que sólo pudo rescatar un punto ante el Recreativo de Huelva (1-1) tras un gol anotado por Mauro Quiroga, uno de los futbolistas ubicados en primera línea dentro del vestuario cuando el capellán de la entidad de Pío XII ofreció su arenga y consagró la caseta.

A pesar del ligero tropiezo, desde el club no se descarta que Juan Manuel Rodríguez, de profundas creencias religiosas, recurra a los servicios de Jaime Gil Vázquez en las próximas jornadas, tramo de la competición en el que la UD Las Palmas se jugará buena parte de sus opciones para continuar una temporada más en la Liga Adelante. Toda ayuda, divina o terrenal, será poca para un equipo metido de lleno en zona de descenso.