El partido se precipita a un final de infarto. Quedan pocos segundos y Eric, base benjamín del Granca, sube la pelota ante la presión del rival. Entonces, Alejandro se desmarca con una puerta atrás. Su compañero no duda, lo ve solo y le hace llegar el cuero. Alejandro, con alma de tirador, cumple, como un ritual, con los tiempos del tiro. 3, 2, 1... y enchufa un canastón. Ambos se abrazan. Son niños y en su imaginación ha convertido el partidillo del Clínic del CB Gran Canaria en su final soñada. Los cánticos de victoria no son para menos; han ganado un anillo de la NBA.

"Nuestra filosofía es la de aprender jugando, no hay otra", asegura Ermis Konstantinou, director de la 32 edición del campus claretiano, uno de las escuelas de más solera e historia del panorama veraniego insular. "Fíjate si se lo pasan bien que éste es mi cuarto clínic y los conozco a todos porque todos repiten", asegura Ermis, antes de añadir, "este año hemos cubierto las mejores previsiones".

Mientras tanto, los niños, repartidos por colores, se esmeran en ejercicios y juegos; compañerismo y deporte. Casi todos visten alguna prenda del club, los colores tiran entre el futuro del baloncesto grancanario. Al final de los ejercicios un pequeño premio, un aplauso y la sonrisa de sus progenitores que desde la grada no pierden detalle. Tras dos semanas de baloncesto puro, bajo la insignia claretiana, todos quieren ser Jaycee Carroll.