La Unión Deportiva consiguió ayer en el Carlos Belmonte una victoria pírrica a efectos numéricos y de calidad futbolística, pero superlativa en todo lo demás. Los amarillos supieron jugar muchos partidos en uno solo y labraron de esta manera su triunfo frente a un adversario en franca decadencia anímica. Los hombres de Juan Manuel gobernaron con solvencia la situación en la primera parte del encuentro, sin practicar un juego exquisito, y supieron frenar con sobriedad en el segundo acto las acometidas de un Albacete que empujó a los amarillos contra su área. El gol en propia puerta de Alán Baró, antes del descanso, decidió un duelo de mínimos entre equipos que supuraban máximas urgencias.

Juan Manuel dejó en el banquillo de inicio a Jonathan Viera como era previsible durante la semana, a pesar del anuncio el sábado de la convocatoria del mediapunta con el combinado nacional Sub-21. El técnico no trastocó su planteamiento a pesar de la sorpresiva noticia. Salió con Edixon Perea como delantero centro y Sergio Suárez, extraordinario ayer, en la mediapunta del ataque de Las Palmas. Las bandas ofensivas fueron ocupadas por un bullicioso Armiche y Pedro Vega, que resbaló sobre el terreno de juego con una asiduidad irritante.

Perea enchufó a la Unión Deportiva desde el comienzo del partido. Cuando aún no había transcurrido el primer minuto, un disparo intencionado desde 40 metros estuvo a punto de sorprender a Keylor Navas, el portero local, que tuvo que estirarse más de la cuenta para enviar la pelota a córner. Atenazados por la situación clasificatoria, el Albacete, impreciso hasta la tortura, apenas creaba jugadas de peligro en los primero compases. Nada de apretar ni morder. La vida para Barbosa y la defensa de la UD era extrañamente plácida.

Una carrera cegada de Pignol a los veinte minutos levantó al encuentro del letargo. El francés tomó la calle del ocho y se fue directo, sin mirar a los lados, hacia la portería del costarricense pero su disparo salió desviado. Tras la acción, otros diez minutos de sopor con el balón dando alaridos de dolor por el maltrato de anfitriones y forasteros.

La grada del Belmonte, resignada con su equipo, tuvo fuerzas para quejarse al andaluz Pérez Montero de una caída de Calle frente a David García en el área de Las Palmas en el minuto 28. La jugada tiene distintas interpretaciones según la acera a la que se pregunte, aunque el colegiado no consideró punible la entrada del central sobre el delantero manchego, a quien los zagueros visitantes dieron pocas opciones.

Casi abrazando el descanso, un balón servido por Pedro Vega desde la izquierda no es alcanzado con nitidez en el primer palo por Sergio y Alán Baró, como un tren de mercancías en medio de un barullo en el área pequeña, percute de mala manera contra su propia puerta. El gol dibujó perfectamente lo que era el partido hasta ese momento: Un despropósito para los manchegos y un enorme premio para los amarillos, que con mínimo gasto ofensivo tomaban la delantera en el electrónico.

Antes de las duchas, Las Palmas pudo haber secado definitivamente las esperanzas del Albacete. Primero, Edixon Perera, desde la frontal del área, y después Armiche, con una vaselina intencionada, tuvieron en sus botas un 0-2 que habría desangrado por completo al equipo de David Vidal.

El intento de gol olímpico de Pedro Vega en el inicio de la segunda mitad fue una acción engañosa porque la UD perdió la compostura en la presión y dejó crecer al Albacete, que paso a paso arrinconó al grupo de Juan Manuel. Las internadas de Balboa por la derecha y la pujanza de los hombres más adelantados del Albacete, como Calle o Toni, hicieron apretar los dientes a Matías Lequi y David García, que debieron multiplicarse para evitar sobresaltos en el sistema nervioso de Mariano Barbosa.

Así las cosas, con la pelota más en terreno amarillo que blanco, Armiche tuvo opción de rubricar el asunto, pero su disparo tras el servicio de Perea se marchó lejos. Poco después, en la réplica local, los requiebros de Toni en el área amarilla acabaron en las manos del portero de la UD. De ahí al final, el partido estaba peligrosamente abierto para Las Palmas, que pudo sentenciar sin llegar al agobio final si Quiroga, tras embolsar la pelota, hubiera acertado con la portería cerca del punto de penalti. Faltaban 12 minutos para agotar la función.

La expulsión de Kike Tortosa, por doble amonestación en el 86, no amilanó a los locales que dispusieron de dos opciones evidentes para hacer daño, siempre por medio de Balboa y Calle, y anotarse un empate que les hubiera salvado de la pañolada final de la encolerizada hinchada del Belmonte.

Los amarillos salen de Albacete dando botes de alegría porque a la cosecha propia se suman despropósitos ajenos, por lo que abandonan dos semanas después las temidas plazas de descenso a Segunda B. El triunfo a domicilio, medio año después del último en Villarreal, devuelve la confianza a un equipo que ha sabido reinventarse a medida de que las penurias crecían. Los debates sobre la estética del juego ni se plantean a estas alturas del curso en la UD porque los resultados lo embadurnan todo. Ayer, el equipo de Juan Manuel encontró oro en terreno arrasado.