Diego Armando Maradona murió el pasado día 25 de noviembre a los 60 años. Su muerte, no por esperada, debido a su permanente estado de salud siempre pendiente de un hilo, ha causado un impacto de dimensión universal dada la grandiosidad de su legado como genio del fútbol.
Para los que le admiramos a lo largo de los 18 años de su prodigiosa y excepcional carrera en los campos de fútbol, su pérdida es similar a la que en su día nos causó el beatle John Lennon, el rey del Rock, Elvis Presley, Freddie Mercury, ídolo de Queen y muy pocos etcéteras más, pero de manera muy especial, la de su compatriota Alfredo Di Stéfano, uno de los grandes que con él, Pelé, Johan Cruyff, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, figuran en el Gran Cuadro de Honor de la Historia como mejores futbolistas de todos los tiempos.
Mucho se ha escrito estos días en torno a esta leyenda del balompié. De su gloria y desventuras. Del ramillete de Maradonas que su vida nos dejó.
Se me va a permitir extraer de este imaginario ramillete, al Maradona entrañable y buena persona que me aseguran era para los que le trataron lejos de los terrenos de juego, generoso y desprendido, al Maradona que muy a su pesar, cargó hasta el fin de sus días, con la “fatalidad” de ser en todo momento, durante toda su vida, ídolo incontestable, icono mundial, allá donde estuviera y al mismo tiempo, la pena, la mala suerte de sentirse incapaz de soportar insufribles soledades en distintas y prolongadas etapas de su turbulenta existencia.
Para ello acudo a mi siempre recordado y entrañable amigo, humanista, político, defensor de los desfavorecidos e ilustre escritor y poeta, Pedro Lezcano, (por cierto, amante del fútbol ) con el que compartí la friolera de medio siglo alrededor del ajedrez, y que presta su voz al inolvidable astro con un bello poema.
/...yo viviré lo que deseen ustedes/cuando olviden mi nombre me habré muerto/ Pero seré inmortal con que un amigo me erija un buen recuerdo/ Para entonces dirán, de vez en cuando,/ Aquel amigo, Diego Armando Maradona, “el Pelusa”, después de todo, no era mal muchacho/ y guardarán silencio, y el pequeño lugar que yo ocupaba sobre la tierra, volverá a estar lleno.../
Insisto en lo mucho y bueno que se ha escrito estos días del controvertido Maradona. De lo que he escuchado y leído, me quedo con el talento del periodista Juan Trueba, que cierra cada noche el programa deportivo nocturno que dirige el veterano José Ramón de la Morena en su afamado El Transistor. Su forma de analizar con inteligencia y altas cotas de belleza poética, la glorias y miserias de cada jornada futbolera, son de verdad una gozada.
La grandeza del mago muerto
Vean algunas pinceladas cosecha del mencionado Juanma Trueba, y de lo que él ha seleccionado de lo escrito de este portento, del eterno Maradona.
‘No sé si es forma de medir la grandeza del mago muerto, pero las manifestaciones por su fallecimiento han estado a la altura del mito...’
Carlos Ares, relata Trueba, nos describió como llora Buenos Aires con canciones dedicadas al genio, con vigilias en su memoria porque “Diego fue la única victoria de un país fracasado, el virus que paralizaba el sistema, la letra de un tango, la mueca de haber sido y el dolor de ya no ser”
En Nápoles hicieron su propia declaración de amor eterno. “Representaste a una ciudad que no te olvidará nunca”
Diego fue además de otras muchas cosas, prosigue el excelente periodista de El Transistor, alguien que dio la razón al poeta, el sur también existe, ya no queda mucho por decir. Si acaso añadir si fue el mejor del mundo, aunque lo único indiscutible es que nadie ha jugado más bonito. Messi, su referente más cercano, le supera ampliamente en productividad, pero Maradona incluyó el fútbol dentro de las Bellas Artes.
El periodista Trueba continúa desgranando su emotivo y sentido homenaje.
“Es de esperar que hayan reservado una buena pradera para enterrar a Diego. Ojalá hubiera sido una pradera desconocida, un lugar remoto libre de peregrinaciones donde creciera la hierba y jugaran los niños al fútbol, un campo de goles invisibles donde por fin Maradona pudiera descansar en paz”.
No debemos sorprendernos, apostilla, el genio de los excesos se despidió entre el exceso de sus fanáticos, llantos desconsolados, batalla campal y gases lacrimógenos, por si a alguien se le olvidó llorar.
Agradecimiento
“El dolor no es exagerado, quien nos hizo felices merece como mínimo un nudo en la garganta, un minuto de silencio y al final de la oración, dos palabras que resumen un sentimiento general. Gracias, Diego. Buen viaje”.
Gracias también a ti, Juanma Trueba. Por mi parte, concluir con un deseo; “estar convencido de que Maradona continuará siendo inmortal, plenamente feliz, en no sé qué dimensión de qué infinito”.