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Balonmano

Una despedida de oro

Los árbitros grancanarios Ángel Sabroso y Óscar Raluy acaban su recorrido en los Mundiales con su segunda final | El último reto: volver a los Juegos Olímpicos

Los colegiados grancanarios Ángel Sabroso y Óscar Raluy, con Jordi Ribera, seleccionador nacional y exentrenador del BM Gáldar, entre ellos. | | LP/DLP

Si no fuera por la generación prodigiosa que ha cuajado España en la última década, casi con total seguridad Ángel Sabroso y Óscar Raluy hubieran arbitrado alguna que otra final más en los torneos de selecciones. Eso no les ha impedido cuajar una trayectoria repleta de éxitos que llegará a su fin esta temporada. De momento, siguen al alza.

“Más que una experiencia deportiva este Mundial ha sido una experiencia vital. El covid-19 condicionó el campeonato y lo ha hecho tremendamente exigente y difícil. Era una prueba de fuego para el país organizador, pero también para los que formábamos parte de él”.

El Mundial de Egipto 2021 de balonmano, en plena pandemia por coronavirus, obligó a una organización meticulosa para evitar que el evento se convirtiera en un foco de contagios. Todo debía rodar hasta el último día. Un broche final donde participaron los árbitros grancanarios Ángel Sabroso y Óscar Raluy. La pareja llegó al final de su propio final dentro de los Mundiales de balonmano. Tras tres décadas con el silbato, Sabroso y Raluy pondrán final esta temporada a una carrera impresionante dentro del mundo del arbitraje que el pasado domingo escribió otra página brillante. Porque la final entre Dinamarca y Suecia contó con su justicia imparcial.

“Sin público cuesta más mantener la concentración, ha sido muy exigente”, cuenta Sabroso

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“A pesar de que España estaba en las semifinales, la IHF optó por mantenernos el fin de semana. Ya sabíamos lo que era arbitrar una final del Mundial (Suecia 2011), pero esta ha sido realmente especial. También porque el propio Mundial nos llegó de rebote, ya que teníamos pensado que lo último que haríamos serían los Juegos Olímpicos de Tokio si resultábamos elegidos. La pandemia cambió nuestros planes y nos despedimos de un Mundial de la mejor manera posible”, explica Ángel Sabroso tras llegar de Egipto.

Una final que coronó de nuevo a Dinamarca como campeón del mundo donde Sabroso y Raluy completaron un arbitraje perfecto. Desde fuera pareció un partido por el título fácil de dirigir. Y, aunque la realidad fue bien distinta, con eso es con lo que se quedan. “Fue tremendamente complicada, pero que la sensación que quedase de que fue fácil, sin polémicas, es nuestra mayor satisfacción. Ganó el que se mostró mejor y nosotros tan contentos cuando acaban los 60 minutos. Teníamos claro que sería un partido táctico y planteamos un juego rápido. Marcamos pronto la línea de juego pasivo y los dos equipos lo asimilaron muy bien. Los únicos protagonistas, como debe ser, fueron los jugadores y ellos resolvieron el partido”, comenta Sabroso.

Todo en una final sin público que obligó a Sabroso y Raluy a ejercer un esfuerzo mental extra. Aunque se anunció un hasta un 20% del aforo en los pabellones, la IHF rectificó y cerró las instalaciones al público. “Cuesta más mantener la concentración. Con el pabellón vacío escuchas todo lo que hablan y dicen los jugadores. Tienes que hacer un ejercicio de contención y valorar las cosas en su justa medida, saber cuándo debes intervenir y cuándo no. El público te mantiene más atento y que no hubiera te puede llevar a una sensación de relajación en la que no puedes caer”, agrega Sabroso.

“La organización de Egipto debe ser un punto de referencia para Tokio”, agrega

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Esta temporada, el tándem había arbitrado un solo partido sin público hasta llegar a Egipto. “Teníamos la referencia de un partido de Champions en Nantes, pero solo eso. Aquí en Asobal, más o menos según el lugar donde arbitramos, teníamos público. Y en Champions hemos pitado un Kiel Veszprem con 3.000 personas... Ahora nos tocó siete partidos sin nadie. Fue muy exigente. Al final, te centras y cuando empieza el partido solo vez cada jugada”, comenta Sabroso.

Recluidos en la habitación, con pruebas PCR en cada noche y sin poder vibrar con la competición y el país, Sabroso cree que Egipto ha marcado el camino a Japón. “Creo que debe ser un punto de referencia para Tokio. Se ha demostrado que es posible”, apunta. Un lugar donde quieren estar para acabar una carrera llena de éxitos.

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