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Una caricia a los orígenes

Pepe Novelle, quien fuera jugador de la Liga Asobal durante una década, aporta su experiencia desde el banquillo al club de sus amores: la AD Villa de Ingenio

La plantilla de la AD Villa de Ingenio de la temporada 2020-21 en el Pabellón Polideportivo Pedro M. Padilla.

“El que se engancha a esto se queda para toda la vida. En mi caso, tenía como la necesidad de devolver al balonmano todo lo que me ha dado, de darles a otros lo que yo puedo saber de este deporte. Intentar inculcarles lo que tengo, lo que me ha aportado, lo que sé y, sobre todo, lo que me han enseñado en mi trayectoria entrenadores y compañeros. Por eso es que estoy aquí”.

Pepe Novelle volvió a casa en 2016. Tras más de una década paseando su brazo por la Asobal, decidió que era el momento de regresar a casa, de volver. Y para él no hay otro hogar que no sea el que le ofrece la AD Villa de Ingenio. Primero, lo hizo con el papel de jugador; desde 2019, como entrenador del equipo sénior que milita en la Primera Nacional, la cuarta categoría del balonmano español. El banquillo es su atril.

“Aquí empecé, prácticamente con ocho años en la típica escuelita. Mis primos estaban apuntados y me dejé guiar por ellos y fue la mejor decisión que tomé. Me enganché casi obsesivamente con este deporte. Paso a paso, seguí por aquí hasta que me tuve que ir a la Península para intentar llegar a la Asobal, hacer carrera y volver con la intención de retirarme aquí. Ahora e el banquillo las cosas van saliendo más o menos bien”, explica Novelle, exjugador de Naturhouse La Rioja, Ademar León, Torrevieja, Anaitasuna y Huesca. Casi nada a sus espaldas, cubiertas con tres partidos con la selección absoluta y más de 50 internacionalidades con las categorías júnior y juvenil.

Ahora, en Ingenio, su pueblo, donde todo empezó para él, trata de ser transmisor de pasiones a un grupo que se remueve con el balonmano. Porque aunque la Primera Nacional no es la Asobal, no es la Champions League, es casi tan exigente como esas categorías. Puede que incluso más a nivel personal. Encuadrado en el grupo gallego, cada 15 días toca viajar para jugar fuera. Un fin de semana entre aviones que exige de un compromiso vital con el balonmano.

“Me quito el sombrero con mis jugadores. Lo digo así de claro. Ellos no ven nada por jugar a esto, lo hacen por gusto, por amor al balonmano. Es algo que siempre tengo en cuenta y se lo transmito a ellos. Tengo gente que viene hasta Ingenio para entrenar desde Teror, desde Las Palmas... Le roban tiempo a sus familias, a sus amigos, a sus estudios. Todo compaginándolo con el trabajo, que también tengo de todo: militares, policías, empleados de una imprenta, trabajadores municipales... Hay que hilar fino para saber dónde está el baremo de la exigencia. Yo me quito el sombrero todos los días por el compromiso que muestran”, cuenta Novelle con entusiasmo por los suyos.

El calendario de la competición no entiende de turnos laborales ni de exámenes los sábados. “Los jugadores hacen un esfuerzo enorme para poder llegar a todo, pero no siempre se puede. En la primera vuelta, en los partidos de fuera donde ya pierdes dos días, creo que no pudimos tener nunca la plantilla completa”, agrega. El plan de viaje siempre suele ser el mismo: primer vuelo hasta Tenerife y salida directa a Vigo. Desde ahí coches de alquiler, almuerzo, partido por la tarde, noche en el hotel y vuelta para casa el domingo. Dos días de trayecto para 60 minutos de partido con el ansia de conseguir un par de puntos. Encajes para cuadrar turnos de trabajo con entrenamientos y partidos.

Más medallas, menos niños

Hace casi un mes que la selección española masculina consiguió su última medalla en un gran torneo: un bronce mundial en Egipto. Era su séptima vez en el podio desde 2011. Una auténtica hazaña. Sin embargo, los éxitos del balonmano a nivel de selecciones no se corresponden con el estado de salud actual de la competición en España, donde los clubs hacen malabares para sobrevivir y arrancar cada temporada. Una paradoja a la que cuesta encontrarle un razonamiento que entre en la lógica.

A Novelle le dio tiempo en su carrera de vivir de lleno los dos picos: aquel que encumbró a la Asobal como la mejor competición de clubs del mundo y también el que tocó sus mínimos tras una crisis que fue un misil a la estructura de muchas entidades. “En mis primeros seis años, la Asobal era el referente de Europa. Todas las estrellas estaban aquí: grandes presupuestos, grandes jugadores, internacionales en todos los equipos. Estaba el Barça, Ciudad Real, Portland San Antonio, Valladolid, León, Zaragoza... Cualquiera podía ganar la Liga. Pero cuando llegó la crisis...”, comenta.

Él lo notó en Torrevieja. Comenzaron las desapariciones de los equipos. “Los sueldos empezaron a bajar, los grandes jugadores empezaron a irse. En mi último año en Huesca lo noté muchísimo. Éramos un buen equipo, pero con lo que había en la época dorada hubiéramos peleado por no descender, seguro”, argumenta.

El interés del balonmano decayó y aún no se ha terminado por recuperar. La falta de referentes también merma. “El panorama no pinta bien. Creo que es algo que le pasa a la gran mayoría de clubs de España. No solo nos faltan recursos económicos sino también humanos. Cada vez es más difícil encontrar jugadores para la base, tenemos problemas para completar los equipos de todas las categorías cuando hace unos años había que hacer descartes. Completar el equipo juvenil es un milagro. Esa es mi gran pena. Tenemos la competencia del fútbol, pero también de todo el mundo digital. Cada vez son menos también los chicos que quieren jugar en Primera porque hay un sacrificio que muchos no quieren asumir”, asegura.

Un problema donde hace también autocrítica al propio balonmano. “Como deporte creo que no hemos sabido llegar bien a la cantera, a los posibles canteranos. Antes se llegaba y recogías gente de todos lados... ¡Si es que teníamos que hacer hasta dos equipos! Después creo que la juventud no está por la labor, por querer asumir esos compromisos. Lo cierto es que es muy complicado”, concreta Novelle. “También hemos perdido en el balonmano masculino canario tener un equipo referente en la máxima categoría que permita a los chicos verse algún día ahí. Eso también te desanima si crees que puedes tener la opción de llegar lo más arriba posible. En mi época tuvimos al Gáldar y ver a un equipo canario ahí te estimulaba, tenías esa ilusión de poder estar ahí, que te vieran y un día poder jugar con ellos o, simplemente, ir a verlos al pabellón”, afirma.

La resurrección de la base es el gran sueño de Novelle y del BM Ingenio. Un anhelo compartido por un deporte que busca renacer de una vez por todas. “Este balonmano, el que hacen los chicos, es el más auténtico: lo hacen por amor al deporte”, cuenta. Un cariño que mueve a Novelle y a la directiva del Ingenio.

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