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El sacrificio de un hombre bueno

Alec Stock, el hombre que le dio al Queen’s Park Rangers el único título de su historia, vivió en sus carnes dos despidos tan absurdos como injustificables

Stock conversa con varios jugadores del Queen’s Park Rangers.

“Es posible que antes de que termine este texto se despida a otro entrenador. Mucha gente negará con la cabeza, el hecho se informará debidamente a los periódicos, pero a menos que el nombre del entrenador resulte demasiado familiar nadie se emocionará mucho. ¿Por qué habrían de hacerlo? Uno no se emociona porque la noche sigue al día y el fracaso en el fútbol es seguido por la cabeza del técnico con la misma infalible regularidad. Esto puede ser duro, triste y para muchos entrenadores…aterrador. Pero también es inevitable. "

"Los técnicos necesitan el éxito para sobrevivir como otros hombres necesitan la comida y la bebida”.

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Con esta frialdad, casi distancia, explicaba Alec Stock la parte más ingrata del trabajo de entrenador en “Football Club Manager”, el tratado que escribió en 1967 sobre su oficio.

Un relato desapasionado y sincero de quien había pasado más de dos décadas en diferentes banquillos y quien mejor podía explicar a todos aquellos aspirantes a entrenador lo incomprensible de su empleo y la inutilidad que en ocasiones supone tratar de encontrar sentido a ciertas decisiones. Porque Stock, un modesto exfutbolista del Charlton y el Queens Park Rangers, fue protagonista de dos destituciones tan absurdas como injustificables y podía hablar mejor que nadie de ese asunto.

La Roma de finales de los cincuenta era un equipo que estaba lejos de consolidarse en la máxima categoría. Solo cinco años antes había caído a la Serie B. Ya tenía una pequeña tradición de técnicos ingleses a lo largo de su historia y decidió aumentar esa relación con el fichaje de Alec Stock que venía de hacer un buen trabajo en el Leyton Orient en su primera experiencia en los banquillos. El fútbol en Inglaterra estaba en una fase de reflexión. Después de ir delante del resto de Europa durante buena parte de su historia habían sufrido un evidente estancamiento y muchos países avanzaban más rápido que ellos. A nivel físico, técnico y táctico. Algunos entrenadores pensaron que les vendría bien buscarse un destino lejos de las islas y empaparse de otras culturas, de otros estilos y de otra mentalidad. Stock fue uno de ellos y no lo dudó cuando los “giolloroso” le ofrecieron el puesto de entrenador tras una negociación rocambolesca que empezó con el técnico descubriendo por casualidad, mientras leía un periódico en unas vacaciones, que estaba entre los candidatos al puesto. Hasta entonces nadie le había hecho llegar interés alguno.

En la capital italiana el inglés mantuvo una relación bastante productiva con su modesta plantilla, pero mucho más tensa con el presidente del club y con la dirección deportiva. Tan famoso como él se hizo el intérprete que le acompañaba a todas partes, daba con él las charlas en el vestuario y acudía a las reuniones con los directivos. Era un chico de diecisiete años que había estudiado en Gales y cuya presencia, al tratarse de alguien tan joven, resultaba algo desconcertante para la mayoría. “Es como si nos entrenase con su hijo” llegó a confesar alguno de los jugadores del equipo romano.

El equipo arrancó de forma enérgica (una sola derrota en los primeros once partidos, incluida la contundente victoria por 3-0 en el derbi de la capital ante el Lazio), pero a medida que pasaban los meses fueron aflojando el ritmo para instalarse en la zona media de la clasificación. Aquello comenzó a generar cierto ruido en su contra, agravado además por el sueldo “desproporcionado” que a ojos de los responsables del conjunto romano cobraba el inglés. Las diferencias con Busini, el director deportivo, comenzaron a aparecer debido a la diferente opinión que tenían sobre varios jugadores, pero saltaron por los aires a raíz de la visita que debían hacer a Nápoles a finales de año. El club había citado a todos los jugadores a las ocho de la mañana en un andén en concreto de la Estación Termini. A Stock y a su intérprete le facilitaron otro horario y un punto de encuentro diferente. Esa es la versión que dio el técnico inglés que cuando llegó a la estación descubrió que el equipo se había ido sin él. Trató de reaccionar con velocidad, se subió al siguiente convoy que partía en dirección a la Campania y llegó al Estadio Arturo Collana (el Nápoles aún no había estrenado su actual hogar) con el tiempo justo. Pero cuando apareció en el vestuario descubrió que Busini ya había dado el equipo e introducido importantes novedades. Stock rechazó sentarse en el banquillo y siguió el partido desde la grada. Cuando regresó esa noche a Roma se dirigió directamente a su casa y le dijo a su mujer que hiciese las maletas. Ni se despidió de los dirigentes. El club se dio prisa por anunciar su renuncia y justificó la decisión por el distanciamiento que se produjo con el técnico debido a los problemas que tenía a la hora de comunicarse con el resto de la plantilla.

Stock estuvo un año en el paro. En verano de 1959 recibió la llamada del Queen’s Park Rangers, el equipo cuya camiseta había defendido casi veinte años atrás. Estaban en la tercera categoría, casi arruinados, y, sin apenas recursos, se las ingenió para salvar al club de más descensos al tiempo que iba sacando jóvenes jugadores con los que construir un futuro esperanzador. La situación dio un vuelco en 1965.Ese año el club cayó en manos de Jim Gregory, todo un personaje. Impetuoso, asfixiante. Comenzó trabajando a los catorce años como pescadero en un mercado y de ahí pasó a vender coches usados. Luego saltó a los coches nuevos y luego añadió a sus negocios la compra de garajes. A mediados de los años sesenta ya tenía una fortuna. Estaba habituado al éxito y quería trasladar esa costumbre al mundo del fútbol por lo que no lo dudó a la hora de aflojar dinero de su bolsillo para potenciar al conjunto de Loftus Road. El plan inicial era comprar el Fulham, el club del que era aficionado desde niño, pero su oferta fue rechazada y su reacción inmediata fue dirigir su mirada hacia el QPR. Alec Stock encajaba en el ambicioso plan diseñado por el dirigente. Tenían claro que la base del equipo ya estaba en el club y que solo eran necesarios un par de ajustes en forma de fichajes. El dinero de Gregory y el poder de seducción de Stock logró convencer ese verano a Rodney Marsh para que se uniese a ellos. Era el delantero del Fulham y para Gregory aquello suponía una pequeña venganza después de que rechazasen su propuesta de compra. Con Marsh, que anotó la friolera de 44 goles en su primer año y trasladaba al marcador el buen juego del resto del equipo, la obra de Stock ya estaba completa. Sucedieron cosas extraordinarias.

En 1967 consiguieron el ascenso a Segunda División tras dar una muestra de solidez y regularidad durante toda la temporada hasta alcanzar trece puntos de ventaja sobre su perseguidor, pero la cosa no se quedó ahí. De forma sorprendente el equipo fue avanzando en la Copa de la Liga hasta plantarse en la final de Wembley. Era la primera vez en la historia que un equipo de la tercera categoría pisaba el templo del fútbol inglés para disputar un título. Su rival era el West Bromwich Albion. El partido comenzó de la peor manera para el conjunto de Stock que recibió dos goles en el primer tiempo. Pero en el segundo tiempo salieron desbocados en busca de un imposible. Marcó Morgan, luego Marsh y a falta de nueve minutos para el final del partido Mark Lazarus hizo el gol del triunfo para el Queen’s Park Rangers. El primer título de su historia (único porque no han vuelto a ganar nada desde entonces) y el primero de un equipo de la tercera categoría en la Copa de la Liga. El trofeo se guardó durante mucho tiempo en la caja fuerte de un banco porque el Queen’s Park Rangers no tenía una sala de trofeos donde situarla. Nunca habían sentido esa necesidad.

Tras ese éxito la salud de Stock empezó a resentirse a causa del asma. Tras ganar la Copa de la Liga sufrió su primer ataque serio. Un simple aviso. Porque la siguiente temporada fue un pequeño martirio para él. Hacía verdaderos esfuerzos para mantenerse siempre al frente del equipo. Los médicos le decían que aquella dolencia era consecuencia de los años que había dedicado a dar voces a sus jugadores desde el banquillo. La cuestión es que pese a todo el equipo mantuvo su dinámica ganadora y en junio de 1968 el Queen’s Park Rangers lograba su primer ascenso a la máxima categoría del fútbol inglés. Impensable hace solo un par de años. Ese verano los médicos consideraron que era el momento ideal para que Stock se tomase un tiempo de descanso. Se lo reclamaba su salud. Le prescribieron tres meses alejado de su oficio y así lo hizo. El QPR empezó su temporada en Primera dando tumbos, como si echase de menos a su líder. stock regresó después de los tres meses de descanso y se llevó una enorme sorpresa. Gregory le llamó al despacho y él imaginaba que estaba deseando darle un abrazo y celebrar su regreso. Pero lejos de eso le despidió: “Estás enfermo, eres incurable, quiero que te vayas”. Siempre elegante y educado, Stock no aparentó el dolor y la incompresión que sentía por dentro. Se fue a su casa en paz mientras todo el mundo se hacía preguntas. El QPR bajó meses después a Segunda y Stock siguió ganándose la vida en otros banquillos, agravando su asma, incapaz de entender por qué el fútbol le había sacrificado de aquella manera, pero sin perder ni un día su elegancia.

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