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La flecha ucraniana

Oleg Blokhin, el líder del mejor Dinamo de Kiev de la historia, se retiró sin cumplir su ilusión de jugar con la camiseta de su país | Los grandes equipos europeos, sobre todo el Real Madrid, intentaron infructuosamente su contratación

Blokhin, durante un partido con el Dinamo de Kiev.

En los años setenta Oleg Blokhin fue el sueño imposible de algunos de los mejores equipos de Europa. Uno de los más grandes de su tiempo, penalizado por jugar lejos del foco. Pero cada vez que el Dinamo de Kiev asomaba la cabeza en las competiciones internacionales este extremo rubio levantaba una ola de admiración infinita. Era un goleador implacable, potente y con una sorprendente habilidad para manejar las dos piernas. Cualidad que como tantos otros había desarrollado jugando en las calles de Kiev, ciudad en la que nació en 1952. Se le consideraba zurdo porque era la zona del campo en la que se movía, pero se trataba realmente de un futbolista diestro.

De todos los equipos que buscaron su fichaje de forma apasionada, ninguno puso tanto empeño como el Real Madrid. Todo nació en una eliminatoria de la Copa de Europa de 1973 que el equipo blanco disputó ante el Dinamo de Kiev. En Odessa, donde se disputó el partido de ida debido a que el estadio del Dinamo se encontraba completamente congelado, nació la leyenda de Mariano García Remón a quien se le apodó el “Gato de Odessa” por el recital de paradas que realizó aquel día sobre la nieve del estadio Zophomopeis. Pero si el portero del Real Madrid fue el héroe del partido fue por culpa del aluvión de fútbol que había desatado desde la izquierda un chico llamado Oleg Blokhin y de quien hasta ese momento solo se habían escuchado vagos rumores pese a que un año antes ya había deslumbrado en los Juegos Olímpicos de Múnic con la selección de la Unión Soviética. Llevaba desde los diez años en la estructura del club de Kiev. Era hijo de un moscovita que había combatido en Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial y de Ekhaterina Adamenko, una reconocida atleta ucraniana que había intentado empujar a Oleg hacia la velocidad donde siendo muy joven había acreditado una marca en los cien metros de 10.8 segundos. Pero en casa pesó más la presión paterna, gran aficionado al fútbol y al Dinamo de Kiev.

Después del partido en Odessa el Real Madrid puso en marcha su máquina diplomática para hacerse con los servicios del extremo que les había levantado semejante dolor de cabeza. No hacía mucho que el equipo había perdido a Paco Gento y para el club era imperioso encontrar alguien que llenase aquel vacío. Blokhin, de solo 21 años, parecía el hombre ideal. Para ello intentaron que los dirigentes de la Unión Soviética aceptasen una reducción en la norma que no permitía cruzar el Telón de Acero a los deportistas menores de 29 años. Fue como estrellarse contra una pared. No había negociación posible en aquel tiempo. El Real Madrid trató al menos de regatear para que lograr el compromiso de dejarle salir a una determinada edad con la condición de que fuese solo para jugar en el equipo blanco, pero no hubo manera. Blokhin no abrió la boca en aquel proceso. El futbolista no tenía derecho a decidir su futuro y la sombra de posibles represalias –para él y para su familia– sobrevolaba siempre esa clase de negociación.

Blokhin se quedó en Kiev. Su Dinamo se convirtió en una máquina de ganar títulos en la Unión Soviética y exportó sus triunfos a Europa con la Recopa de 1974 que consiguió tras atropellar en la final al Ferencvaros por 3-0. El equipo estaba dirigido por el legendario Lobanovsky y en el campo se alimentaba sobre todo de la pareja letal que formaban Blokhin y el delantero Bazylevych. Pronto extendieron sus dominios. En 1975 se enfrentaron al Bayern de Múnich en la Supercopa (con un año de retraso porque en 1974 no se había disputado este torneo por cuestiones políticas). Fue uno de los grandes momentos de su carrera. El Dinamo de Kiev pasó por encima del equipo de Müller, Beckenbauer y Maier. En el Olímpico de Munich Blokhin marcó un gol memorable dejando tirados a los jugadores alemanes como si estuviese en una categoría diferente al resto. Una obra de museo. En Kiev, ante más de cien mil espectadores, el Dinamo redondeó el triunfo con otros dos goles de su gran estrella. Desde ese momento el Real Madrid ya no estuvo solo en la carrera por Blokhin. El Bayern se sumó con entusiasmo a esa disputa. Como en el caso del equipo presidido por Bernabéu, echaron mano de toda su capacidad de persuasión pero se encontraron la misma respuesta: hasta los veintinueve años era imposible plantearse su salida del país. Para completar un 1975 brillante France Football le concedió el Balón de Oro por lo que se convertía en el segundo jugador soviético, tras Yashin, que se hacía con el preciado galardón. Ya era una estrella mundial por la que suspiraba de forma melancólica cualquiera de los grandes equipos de Europa.

El Real Madrid, obstinado como pocos, no desistió. En 1977 Santiago Bernabéu incorporó a su directiva a Ramón Mendoza. En la capital de España se le conocía como “el hombre de Moscú” porque en pleno franquismo había mantenido negocios bastante productivos con los soviéticos. Incluso se le relacionaba con la KGB. En España se consideraba que era el único con capacidad para convencerles de algo. Corría el rumor en Madrid de que Bernabéu no sentía demasiada simpatía por él, pero que le incluyó en su directiva solo por el deseo de traer como fuese a Blokhin. Pero tampoco Ramón Mendoza consiguió su objetivo. El Real Madrid hizo un último intento en 1981 con Luis de Carlos en la presidencia. Ya había muerto Santiago Bernabéu, pero en el club quedaba esa especie de trauma de no haber hecho realidad uno de los grandes sueños de su presidente. Como si tratasen por todos los medios de cumplirlo como homenaje póstumo a la persona más influyente de su historia. Blokhin ya tenía la edad para cruzar el Telón de Acero, aunque la normativa soviética exigía que los deportistas que saliesen hacia occidente tendrían que desempeñar también labores de entrenador. El Real Madrid se planteó darle a Blokhin de forma puramente testimonial un equipo de la cantera para solventar ese pequeño obstáculo. Ramón Mendoza reconvertido en diplomático en aquel tiempo, viajó a Moscú en varias ocasiones, pero siempre volvió con la misma respuesta: Blokhin no se movía. El pretexto elegido por las autoridades en esta ocasión era que la selección tenía programada una concentración muy larga de cara al Mundial de España de 1982 y que el calendario español no encajaba en sus planes. El Real Madrid había perdido definitivamente aquella carrera por doblegar la resistencia de la URSS.

Poco después Blokhin comenzó a tener problemas. Una lesión en la rodilla y un accidente de tráfico complicaron los últimos años de su carrera porque le restaron un punto de velocidad. Pero aún así estuvo presente en el alumbramiento del último gran Dinamo de Kiev, el de mediados de los ochenta. Su papel ya no era decisivo en el campo, pero sí como líder de una generación a la que pertenecían futbolistas extraordinarios como Belanov, Zavarov, Kutnesov, Demianenko, Bessonov, Yakovenko, Baltacha, Rats…El viejo Lobanovsky seguía en el banquillo. Aquel equipo, que era también la base de la selección de la URSS, pasó por encima del Atlético de Madrid en la final de la Recopa de 1986 en la que Blokhin anotó el segundo gol. Tenía 33 años. Era seguramente su última función en la élite. Había perdido la explosividad y el desborde, pero mantenía intacta su clase y la personalidad para poner orden en medio de aquel derroche de talento.

En 1988, con más de 35 años, sí pudo al fin cruzar el Telón de Acero. Se marchó a Austria a jugar en el modesto Sportklub Vorwärts Steyr con el que ascendió a la Primera División. Luego pasó por Chipre donde jugó su último año antes de retirarse en 1990. Después inició su etapa como entrenador y en 2003 se hizo cargo de la selección ucraniana a la que llevó a los cuartos de final del Mundial de Alemania tres años después. Una tarea que compatibilizó con su cargo como miembro de la Rada Suprema (Parlamento ucraniano). Blokhin, nacionalista confeso, no pudo cumplir su sueño de jugar con la selección de Ucrania. Sin embargo figura en los libros de historia como el futbolista que más veces vistió la camiseta y más goles marcó en la selección de la Unión Soviética.

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