El actual número 5 del mundo, Rafa Nadal, está en la final de Roland Garros. Por 14ª vez. Aunque en este caso estuvo condicionado por la lesión de su rival, Alexander Zverev: el alemán se dobló el tobillo con un set abajo y en vísperas del tie-break en el segundo.

El balear, que vive bajo la sombra constante de sus problemas físicos, demostró, por enésima vez, que tiene una sintonía especial con Roland Garros: hablamos del tenista que más veces lo ha logrado en toda la historia del tenis. Se dice pronto. Con 36 años, podríamos estar asistiendo a su última aparición y es inevitable hacerlo con un sentimiento de nostalgia y orgullo.

Como no podía ser de otra manera, el duelo no iba a ser sencillo. El alemán le obligó a exprimirse al máximo a través de golpes durísimos y pelotas que entraban constantemente en los márgenes de la pista. Pero su físico respondió; y ante eso no hay remedio posible. Si se encuentra bien, el 14 veces ganador de Roland Garros sonríe y disfruta. Y hace disfrutar.

Apenas notó el cansancio tras los agónicos cuartos de final ante Novak Djokovic. No le pasaron factura las cuatro horas largas de partido ni tampoco el despliegue físico al que le obligó el serbio. Porque Nadal es infinito. Y por mucho que se pongan ante sí el número 1 del mundo o el ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos 2021, el mallorquín va a lo suyo. Y nadie lo sabe hacer mejor que él. No necesitó menos de 48 horas para doblegar a Djokovic y Zverev y presentarse en una nueva final.

Desperdició hasta dos bolas de set en el primer asalto y tuvo que ir a un 'tie-break' que lo dejó contra las cuerdas. Pero Nadal es Nadal. Y quien no lo sepa a estas alturas está destinado a ser otra víctima más. No se le puede dar un 0,0001% de opciones. Porque entonces no se le tumba. Jamás. Y Zverev volvió a sentir ese regusto amargo de saber que estaba más que avisado.

Recuperó hasta tres bolas de set en contra con respuestas magistrales a las embestidas del alemán. Y eso fue el punto de partida de las constantes réplicas: el vigente campeón olímpico obtuvo una respuesta por cada vez que sacaba su raqueta a pasear. Porque Zverev le hizo cuatro breaks en el segundo set, pero es que el manacorí le remitió en todos y cada uno de ellos para forzar el tie-break.

Hasta ahí se extendió el partido. El alemán se retorció de dolor sobre la arcilla de París y tuvo que abandonar la pista en silla de ruedas. Juego detenido, silencio sepulcral entre el público y Nadal sella su billete a la gran final. Una situación amarga, eso sí: la retirada del campeón olímpico nos privó de un duelo que volvía a tener tintes épicos. Los dos tenistas compitieron durante tres horas para llegar tan solo al tie-break del segundo set.

Ruud o Cilic, el último obstáculo

Nadal buscará el próximo domingo 5 de junio un nuevo título en Roland Garros. Y un nuevo Grand Slam en su palmarés. Ya es el tenista más laureado (21) en la historia del tenis, pero su hambre es insaciable: podría conquistar su 14º trofeo sobre suelo francés. Sus números rozan la perfección. Porque, aunque parezca mentira, es humano. Solo en cierta manera.

Su oponente será Ruud o Cilic, que completan la otra semifinal del cuadro. Y, por supuesto, el de Manacor será favorito. Y no porque cualquiera de los dos rivales tenga menos glamour que Djokovic o Zverev. Si no porque podría ser Superman, Goliat o Rocky Balboa y seguiría siendo el gran aspirante en una tierra batida que siempre ha sido su segunda casa.