El sentimiento de un aficionado con su club supera todo tipo de barreras. A veces por encima de las incongruencias que a los hinchas les genera ver cómo los gestores de los equipos cambian símbolos identitarios como escudos o camisetas. Esto provoca que hasta el cántico “Pasan los años, pasan los jugadores, pero queda el club y la camiseta” quede en suspenso. En ocasiones, las distancias que se abren entre los dueños de las empresas deportivas y los aficionados es tal que algunos deciden dar un brusco giro de timón. 

Esto sucedió en 2007, cuando un grupo de socios del Atlético de Madrid -condición que algunos aún conservan- decidió fundar su propia entidad, el Atlético Club de Socios. Y lo hizo con una premisa muy clara: “Nuestro club, nuestras reglas”. Era su respuesta a la gestión de la familia Gil, propietaria de la sociedad rojiblanca. “Queríamos un equipo democrático que respetara los colores y el sentimiento”, explicaban sus fundadores. 

Ley del deporte

Lo que podía resultar un ejercicio romántico en un panorama futbolístico cambiante, pero que aunque no había entrado de lleno en el mapa global de inversores y club-estados actuales, se convirtió en la primera piedra del fútbol popular español. Bajo esta denominación se agrupan una veintena de equipos que se caracterizan por un principio fundamental: “El voto de cada socio vale lo mismo. Un socio, un voto”

Es la máxima que se recoge en los estatutos y en el espíritu de equipos como Unionistas de Salamanca, fundado en 2013 por hinchas de la desaparecida Unión Deportiva Salamanca. Es, junto a la Sociedad Deportiva Logroñés, que vio la luz en 2009 tras la liquidación del Club Deportivo Logroñés, el equipo que más alto ha llegado en el sistema de ligas español: la actual Primera RFEF, antes Segunda B, la antesala al fútbol profesional que esperan alcanzar algún día para poner a prueba su modelo en el nivel más alto de exigencia, tanto deportiva como societaria. 

Unionistas es el paradigma y el gran ejemplo, tanto por su implantación social como por su progresión deportiva o acciones sociales. La más reciente y de impacto, el cambio de césped de su campo, a lo que se negó el Ayuntamiento de Salamanca, y que es una exigencia para competir en Primera RFEF. Esta negativa institucional pudo abocarles a la desaparición. Pero la necesidad demostró el vigor de su afición, que aportó en cuestión de días más de 400.000 euros para la remodelación. Lo hicieron mediante adelantos del carné a 5 o 10 años.

"Con ese dinero hemos podido contratar a una empresa para que sustituya el césped artificial del campo municipal Reina Sofía en césped natural. El respaldo de los socios ha sido increíble", cuenta a El Periódico de España, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico, Nacho Sánchez, directivo del club y coordinador del Área Social, quien relata cómo Unionistas ha creado cargos y perfiles que trabajan con dedicación exclusiva: dirección deportiva, comercial, de cantera o secretario técnico. "En la directiva también hemos efectuado una reestructuración para ser lo más eficaces posible. También hemos abierto una tienda en pleno casco antiguo, al lado de la catedral, lo que ha hecho aumentar nuestra visibilidad", añade.

A pesar de la importancia del apartado social, en Unionistas son conscientes de que la prosperidad deportiva garantiza la buena salud del proyecto. El directivo asegura que el club peleará de nuevo por la permanencia, "ya que seguimos teniendo uno de los presupuestos más humildes y es se nota a la hora de confeccionar la plantilla", pero que han conseguido "retener a la columna vertebral que la temporada pasada se quedó por segunda vez a las puestos de los playoffs de ascenso".

“Hasta ahora existía un límite, porque la Ley del Deporte de 1992 no permitía a ningún equipo de Primera y Segunda participar en el fútbol profesional sin convertirse en Sociedad Anónima Deportiva. Pero esta obligación desaparecería con la reforma -anteproyecto ya publicado en el BOE-, generando un panorama más amable para los equipos del fútbol popular”, explica a este diario Emilio Abejón, secretario general de la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE), a través de la que se articula el movimiento de los clubs democráticos y de las asociaciones de pequeños accionistas que sirven de contrapeso a los grandes poseedores de los títulos en las SAD.

Las SAD, en cuestión

“La Ley del Deporte fue gestada por la Administración del Estado para ordenar un mundo cada vez más complejo donde la expansión de la actividad física tanto a nivel particular como en grupo, a nivel público como privado, necesitaba de una actualización y de unas normas más apropiadas a la época”, cuenta Vicent Masià. Sin embargo, la nueva normativa no resultó eficaz y lejos de mitigar las deudas, uno de los preceptos para la que había sido concebida, provocó la desaparición, ya en sus primeros tiempos, de varios equipos como el Sestao, incapaz de sufragar su aval para convertirse en SAD. Corrieron la misma suerte clubs como el CP Mérida, el CF Extremadura, la SD Compostela o el CP Ejido

A la obligatoriedad de ser SAD para competir en el fútbol profesional, lo que requiere un capital mínimo, no se añadió una cláusula que opera en ligas como la alemana o la sueca, donde exista la Ley del 50+1. Esta regla impide que, salvo excepciones como el Wolfsburgo o el Bayer Leverkusen (controlados por empresas), un solo accionista pueda controlar más títulos que el resto en su conjunto. Es una forma de salvaguardar el futuro de la entidad y regular su funcionamiento en caso de mal gobierno. Pero este reglamento está peligro y puesto en cuestión por sectores que apuntan a que frena la llegada de inversores extranjeros, quienes no están dispuestos a repartir el poder con los socios o pequeños accionistas. 

Precisamente, la irrupción de grandes grupos empresariales o estados como Arabia Saudí y Catar en las estructuras de los clubs europeos ha provocado una respuesta por parte de los aficionados. Así, el fútbol popular es la denominación española de un movimiento mucho mayor que agrupa a colectivos y clubs de, sobre todo, Europa, organizados en entidades supranacionles como Supporters Direct Europe, desde la que se elaboran directrices y talleres para ayudar a los aficionados en la gestión de sus clubs. Y los mejores maestros son los equipos que más han prosperado. 

Como el Football Club United of Manchester, fundado en 2005 por partidarios del Manchester United, molestos con la compra del club por parte de Malcolm Glazer. Como todos los equipos del fútbol popular, partió desde la categoría más baja, desde la que encadenó varios ascensos. Más allá de los éxitos deportivos, consiguió construir su propio estadio en 2015. Estos equipos son conscientes de que alcanzar divisiones grandes les reporta una mayor repercusión, pero su misión fundamental es “crear una comunidad alrededor del equipo, que sea un lugar de encuentro para la sociedad y una alternativa de ocio”. 

El caso del Palencia

Así lo define Pirri Palacios, socio fundador de la Unión Popular Palencia, cuya historia ejemplifica mejor que la de ningún otro equipo las dificultades que entraña gestionar un club desde la base y de modo horizontal. Fundado en 2019, es el segundo intento por consolidar una alternativa en una ciudad que ha visto desintegrarse a diferentes equipos en una espiral que afectó al CD Palencia. Este equipo democrático empezó su andadura en el curso 2011 / 2012 y convivió con el CF Palencia, que entró en concurso de acreedores. 

Su ascenso fue meteórico y fue el primer representante del fútbol popular en ascender a Segunda B, lo que atrajo miradas ajenas que acabaron por dominar la estructura del club. Los socios fundadores fueron expulsados por una nueva gerencia que condenó al CD Palencia al descenso hasta Preferente por impagos con los jugadores. “Con los pies en el suelo”, es la máxima con la que nació el Unión Popular de Palencia, anfitrión del VII Encuentro de Fútbol Popular que se celebró en la ciudad castellana el pasado 17 de julio. Precisamente, el hilo conductor de esta convocatoria fue la formación de los aficionados en la dirección de sus clubs. 

"La situación actual para este modelo de gestión es complicada. Casi a diario vemos cómo se producen adquisiciones de clubes modestos por grupos extranjeros y empresas de dudoso origen que prometen ciudades deportivas y ascensos meteóricos, firman contratos desmesurados y rompen el mercado. En muchas ocasiones estas historias no acaban con final feliz para esos mismos equipos, y en el camino dejan competiciones desvirtuadas donde los clubes de fútbol popular, que no gastamos más de lo que ingresamos y tampoco contamos con ese descontrolado dopaje económico, nos vemos seriamente perjudicados", explica desde el pragmatismo Nacho Sánchez, directivo de Unionistas.

“El movimiento del fútbol popular está tomando estructura y estamos buscando la capacitación de los cuadros para moverse en este complicado mundo”, señala Abejón (Fasfe). “Intentamos que los pequeños aprendamos de los grandes y que esto sirva, igualmente, para el nacimiento de nuevos clubs”, añade Palacios (Unión Popular de Palencia). La estructura del fútbol popular se mueve desde la base y se enriquece con experiencias muy diversas de clubs que podrían dividirse en tres categorías, según el motivo de su fundación. 

Diferentes motivaciones

Por un lado, están las entidades que fundaron los aficionados como respuesta a la desaparición de sus equipos. Es el caso comentado de la SD Logroñés (2009), Unionistas de Salamanca (2013), el Club de Accionariado Popular de Murcia (fundado por antiguos socios del Ciudad de Murcia en 2010), la Unión Deportiva Ourense (promovido en 2014 por seguidores del Club Deportivo Ourense) o el CF Reus Roig-I-Negre (nacido en 2019 tras la desaparición del Reus). Los equipos de Logroño, Salamanca y Ourense han visto cómo en sus ciudades surgían, a la par que sus proyectos, otros con un enfoque más mercantil, con el que conviven y disputan el espacio deportivo de sus ciudades. 

Caso aparte es el del Xerez Deportivo, nacido en 2013 como sucesor del Xerez Club Deportivo, que nunca ha llegado a desaparecer, pese a tener una deuda de más de 8 millones de euros con Hacienda. Por otro lado, figuran los equipos históricos que dieron un giro hacia el fútbol popular o los que incluso revivieron gracias a este movimiento. En esta categoría figuran el Ceares (fundado en 1946, pero que cambió de modelo en 2011); el Club Polideportivo Almería (fundado en 1983 y popular desde 2012); el UD La Coca Aspense (desaparecido en 1998 y refundado en 2016); el Club de Fútbol Popular Orihuela (empezó en 2016 y hereda el nombre del equipo histórico de la ciudad); el Rosal FC (nacido en 1929 y popular desde 2016) o el CD Cuenca-Mestallistes 1925 (fundado en 1925 y popular desde 2020).

Lo más habitual en países como Inglaterra son modelos como el del Atlético Club de Socios (2007), nacido por oposición a los actuales propietarios del Atlético de Madrid. El proceso fue similar en el Avilés Stadium (surgió en 2015 por aficionados disconformes con la gestión del Real Avilés). Después están los equipos que surgen como iniciativas independientes, para crear nuevas entidades que dinamizan sus comunidades: aquí figuran el FC Tarraco (2013), el Independiente de Vallecas (2019) o el Unión Tutera (2021).

Y finalmente están los últimos equipos incorporados al movimiento del fútbol popular, equipos que nacieron con una base democrática, pero que se adscribieron posteriormente al movimiento. Podrían encuadrarse en este nivel el Ortuellako Jendea (fundado en 1999 pero incorporado a la corriente recientemente), el Huracán de Castellón (nacido en 2012 y que ha vivido un proceso similar) o el CD Villaescusa de Haro (2021). Este último surge en un pueblo de unos 500 habitantes y su principal misión es combatir la despoblación. Porque cada proyecto responde a una problemática diferente, pero como nexo común está dejar generar comunidad y hacer partícipe a la población de las decisiones. 

Este es el único requisito que desde el fútbol popular trasladan a todos sus integrantes. No hay un modo único de aplicarlo, tampoco una sola visión de juego o proyecto. De hecho, en las conclusiones de los encuentros anuales se recogen ideas tales como que “cualquier equipo de socios es susceptible de ser un equipo de fútbol popular y de hecho lo son”. 

Para ello no se necesita un cambio de denominación ni de objetivos, pero sí de conciencia, entiendo que “recuperar los clubs para la gente” es una alternativa eficaz que consolida el carácter social de un deporte que siempre es popular en el fondo, por el número de personas que arrastra, pero no tanto en la forma. Todo, resumido en la máxima que todos los representantes del movimiento asumen como propia: “Otro fútbol es posible”.