No podíamos ni siquiera imaginar que aquella etiqueta de la ‘Generación de Oro’ no haría referencia a sus éxitos –o no solo–, sino sobre todo a su legado. Aquella generación ya no existe, apenas Rudy Fernández, 37 años espléndidos, sujeta la bandera del pasado como cordón umbilical con el presente que es y el futuro que, ya no hay dudas, será. La ‘Generación de Oro’ fue, en realidad, ahora lo sabemos, una inoculación de irredentismo en el sistema nervioso del baloncesto español. Extinta ella, la vacuna permanece.

Berlín asistió anoche al siguiente capítulo de la España infinita que con una eficiencia asombrosa, hasta rozar lo inexplicable, capitanea Sergio Scariolo, ese italiano de Brescia convertido en leyenda del deporte español, de su acerbo cultural incluso. Su gomina es el bíceps izquierdo de Rafa Nadal, el cuello de Fernando Alonso, la bota derecha de Iker Casillas, las muñequeras rosas de Lydia Valentín, la gorra de Miguel Indurain... Su gomina es patrimonio nacional.

Los números, tan mentirosos a veces, se acumulan incontestables en las vitrinas del baloncesto masculino español. Desde aquel despertar de 2006, el oro de nuestras vidas, el éxito se ha precipitado sobre una selección y un país con complejo de bajito. Son seis oros, tres platas y tres bronces en 16 años. O, dicho de otra manera, 12 medallas en los 15 últimos campeonatos. En este tiempo, solo otras tres selecciones europeas han conseguido triunfar: Francia, Rusia y Eslovenia, con un Eurobasket cada una. Todos los oros olímpicos de esta década y media se han marchado a EEUU –inalcanzable ese reto– y en los cuatro Mundiales disputados España y EEUU lucen un empate en el casillero. Solo escribirlo ya impresiona.

Pero tan importante resulta el qué como el cómo. Hubo un tiempo en el que se convirtió en (mala) costumbre esperar con naturalidad la llegada del metal, como quien espera que la lluvia se precipite bajo un cielo gris marengo. El liderazgo de Pau Gasol, rodeado de coroneles como Juan Carlos Navarro, Marc Gasol, José Manuel Calderón, Rudy Fernández o Ricky Rubio, ejercía de sólida garantía. Pero solo el último de ellos permanece, ya con una importante mochila física encima, y España sigue ganando.

Los Hernangómez

Solo que hay que mirar la comparación con el equipo que cayó en cuartos de final contra EEUU en los Juegos Olímpicos de Tokio, hace apenas un año. De entonces, solo han repetido el ahora MVP Willy Hernangómez, Usman Garuba, Xabi López-Arostegui y el propio Rudy. Y los tres primeros con un rol notablemente inferior al que han asumido en este Eurobasket.

Lo que en otras selecciones se vería con pesar, ausentes por diferentes motivos jugadores como Rubio, Marc Gasol, Llull, Sergio Rodríguez, Mirotic, Ibaka, Claver, Abalde o Alocén, para España es vitamina. Scariolo ha vuelto a construir un equipo (la palabra es importante aquí, no mero sinónimo de selección) campeón, siempre de menos a más en los torneos, abrumadora su riqueza táctica ahora que el talento individual no es el que fue.

La única extravagancia que se concedió el italiano fue fichar a Lorenzo Brown, un tipo de nacionalización habitual en el baloncesto europeo a la que España aún no había recurrido. Los resultados han derrumbado la polémica y los prejuicios iniciales. Como le ha pasado a Alberto Díaz, recurso de última hora por la lesión de Llull, o a los hermanos Hernangómez, ,ya sin discusión los líderes del futuro que todos quisimos ver. Y vendrán otros que les relevarán para seguir prolongando esta España infinita.