El enfado blanquiazul
El amargo adiós del Espanyol: pancartas, camisetas negras, pelotas de tenis, pitos y un minuto pasivo
Los hinchas pericos aprovecharon el último encuentro en casa en Primera antes de la travesía por el infierno para disparar contra todo
Raúl Paniagua
En un partido sin nada en juego para el Espanyol, una vez confirmado su traumático descenso en Mestalla, solo quedaba el consuelo de mostrar el dolor y la amargura por la situación de un club que ha sufrido dos caídas a Segunda en tres años. Los hinchas pericos aprovecharon el último encuentro en casa en Primera antes de la travesía por el infierno para disparar contra todo. Pancartas, cánticos, silbidos, camisetas negras, pelotas de tenis… Hubo de todo en Cornellà.
Pronto empezó a mostrar su indignación la afición blanquiazul. Decenas de hinchas se congregaron en los alrededores del estadio en una manifestación contra los actores que han empujado al Espanyol al abismo, desde el director deportivo Domingo Catoira al presidente Chen Yansheng, pasando por la federación, la Liga y los árbitros, obviamente. El grito de los grupos de animación fue unánime: “¡Chino, vete ya!”
Un luto global
En los aledaños del templo perico se leían mensajes contundentes: “Tebas, payaso, tu Liga es un fracaso”, “Roures, bastardo”… Las protestas se trasladaron después al terreno de juego. Los jugadores posaron en los prolegómenos con camisetas negras, un color que también se apoderó de la grada, aunque no faltó más de un despistado con otra indumentaria.
Luis García dirigió el partido con un jersey gris en una noche marcada por la gigantesca pancarta que lucía en el estadio: “De luto por la justicia deportiva”. Ese mensaje resume el drama de un equipo que no compitió en el primer minuto del choque ante el Almería.
El Espanyol informó de sus intenciones al conjunto de Rubi, que respetó la decisión. El cuadro local sacó de centro y el balón fue a parar a los pies de Joan García, el portero en la cita de este domingo. Llovieron pelotas de tenis sobre el césped y los hinchas subieron los decibelios con una pitada eterna con sus silbatos.
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