Gimnasia

Del infierno al cielo: el triunfal camino de Simone Biles

Simone Biles.

Simone Biles. / EP

Idoya Noain

Simone Biles ha vuelto a sonreír. Gira de nuevo en las alturas, se reta y se supera, también se contiene y ejecuta. Ha vuelto a asombrar e inspirar, a ganar. De nuevo hace historia, a lo grande.

En el décimo aniversario del debut de la gimnasta de Houston en los Mundiales, donde a los 16 años consiguió cuatro medallas, en los últimos celebrados en Amberes ha sumado otros cuatro oros y una plata. A sus 26 años ya suma 37 podios entre esa cita y los Juegos Olímpicos, incluyendo 27 en lo más alto. Con esas medallas la estadounidense, también primera con ocho títulos nacionales, ha batido el récord que tenía hasta ahora el bielorruso Vitaly Scherbo (33) y se ha convertido en la gimnasta, de cualquier género, más condecorada de todos los tiempos.

Esa conquista de los cielos del deporte tiene especial mérito cuando Biles ha estado en los infiernos. Hace dos años, en los Juegos Olímpico de Tokio, sintió “el peso del mundo” sobre sus hombros y le pudieron los “demonios en la cabeza”. Sufrió lo que en gimnasia se conocen como los “twisties”, una desconexión entre mente y cuerpo. Abandonó la competición por equipos, aunque después aún sumó un bronce individual en la barra de equilibrio. Y algunos, en medios y redes sociales se lanzaron a su yugular.

A los osados que quisieron ver debilidad, o promesas infladas e incumplidas, los ha acallado ahora Biles pero no con palabras (en Amberes no picaba el anzuelo de decir algo a sus detractores alegando que es "una señorita educada"). Y en Bélgica explicaba que ha logrado “bloquear mucho del ruido exterior y no dejar que moleste”.

Ella, una de las deportistas que ha contribuido a poner la salud mental en el lugar que merece tras décadas relegado al ostracismo bajo la tiranía de los resultados, exponía, además, por qué estaba de nuevo ahí: “Tenía que demostrarme a mí misma que aún podía salir ahí fuera, girar. Podía probar que todos los ‘haters’ estaban equivocados, que no me rindo, esto y lo otro, pero para mí, eso no importaba”, decía. “Mientras esté ahí fuera girando de nuevo y disfrutando de nuevo la gimnasia, ¿qué mas da?

Intensidad y alegría

Esa es la clave para Biles: disfrutar lo que hace, practicar el deporte y competir con tanta intensidad como alegría. Y lo demostraba su celebración tras los mundiales con Rebeca Andrade, la brasileña de 24 años que había subido a los mismos cinco podios que ella y con la que ha surgido una rivalidad que empuja a las dos a la excelencia.

Biles va marcándose sus propias metas y objetivos, que se reserva y no comparte en público para no sumar presión (algo que hace que no haya confirmado aún si pretende volver al escenario olímpico en París). Ha demostrado que ahora da prioridad a la calidad y la eficiencia más que a la osadía. Pero sigue también, a su ritmo, con sus condiciones, retando los límites.

Lo hizo en Amberes sobre el potro, ejecutando un Yurchenko con doble mortal en plancha, ya bautizado como el Biles II, el quinto ejercicio que lleva su nombre tras otro en potro, dos en suelo y uno en barra de equilibrio. Y a su lado en ese momento estaba Laurent Landi, uno de sus entrenadores, porque optaron por asumir la penalización de esa presencia a cambio de la confianza que daba a la deportista.

Un camino interior

El camino que ha recorrido Biles, que siempre se ha guiado por el mantra de que la gimnasia no le define, ha sido en buena parte, quizá la más importante, interior. Tras una infancia dura donde los problemas de adicciones de sus padres le llevaron a ser criada por sus abuelos, con un hermano acusado de triple asesinato, y tras sobrevivir a Larry Nassar, el responsable del peor caso conocido de abusos sexuales en la historia deportiva, desde abril es una mujer felizmente casada (con el jugador de fútbol americano Jonathan Owens). Y sabe que hay vida fuera del gimnasio y de las competiciones.

Por eso, tras participar durante su parón en la gira de exhibición Gold Over America Tour, ha vuelto a competir cuando ha querido y como ha querido. Reapareció en agosto en Chicago, aún con dudas, pero también creyendo "un poco más más" en sí misma. Y Cecile Landi, la otra parte del matrimonio que entrena a Biles, ha explicado algunas de las claves de cómo ha sido el retorno que ha culminado con los grandes triunfos en Bélgica. Ahora, por ejemplo, Landi diseña “rutinas que ella se siente bien repitiendo y haciendo y que no sobrepasan las capacidades físicas y mentales que tiene, asegurando que todo se construye bien”. Habla también con la persona que desde hace tiempo es terapeuta de Biles, y, entre otras cosas, recoge palabras claves para repetirle durante la competición y hacerle mantener la confianza.

Biles también hace ejercicios de respiración y de visualización, y se apoya en pensamientos positivos. Tiene en el móvil citas inspiradoras. Consulta a menudo con su terapeuta, que habitualmente ve en sesiones de dos horas una vez por semana para trabajar su salud mental tanto fuera del gimnasio como dentro y con quien en Amberes tuvo una sesión online antes de la final por equipos, donde el trauma de Tokio podía hacer más daño.

“Está demostrando a todo el mundo que puedes ser aún mejor de lo que eras antes, solo tómate tu tiempo”, ha dicho también Cecile Landi. “Si haces el trabajo fuera del gimnasio serás capaz de volver, si quieres”.

Biles ha querido, y ha podido. Y es quien se ha impuesto en el duelo contra sí misma, contra los que dudaban y contra la historia. La batalla, y posiblemente las victorias, no han acabado.

Suscríbete para seguir leyendo