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El cuadro de Teresa de Avila pintado por Murillo

Reliquia de Santa Teresa, del Tesoro de la catedral de Santa Ana. LP / DLP

Entre la serie de pinturas y esculturas que de Teresa de Jesús se encuentran diseminadas en Canarias destaca el óleo sobre lienzo del laureado pintor Bartolomé Esteban Murillo que pertenece a una colección privada de la ciudad de Las Palmas (foto de la portada).

El cuadro, que tiene una medida de 190 x 110 cms., fue pintado en 1650 por el famoso artista sevillano y debió de llegar a la Isla -según su biógrafo Matías Díaz Padrón-, a mediados del siglo VXII.

El mencionado crítico de arte señala que no era extraño que obras de Murillo se encuentren en Canarias, ya que está demostrado que cuadros suyos partieron para América en fechas próximas a su producción y el Archipiélago estaba en la ruta comercial de Sevilla al Nuevo Mundo. Y al ser las Islas paso obligado de las travesías del Atlántico, muchas obras de arte se quedaban en suelo insular, porque además las embarcaciones con destino al continente americano se detenían en nuestras costas para repostar, adquirir alimentos y otros necesarios enseres, vendiéndose mercaderías a bordo de las naves.

Matías Díaz Padrón tiene la sospecha de que el cuadro de Santa Teresa pintado por Murillo que se conserva en la ciudad de Las Palmas, y que fue exhibido en la catedral de Santa Ana con motivo de la exposición La Huella y la Senda en 2004, es el que el pintor y tratadista de la pintura española, Antonio Palomino de Castro, atribuye a una partida de lienzos de este artista que fueron embarcados hacia Indias y que al no encontrarse rastros sobre ellos en América se dieron por perdidos en el Océano Atlántico. Al no llegar a su destino se cree que quedaron en Gran Canaria, y que ricos hacendados isleños adquirieron obras de esta magnitud, al igual que hicieron otros terratenientes canarios durante el siglo XVI.

Este cuadro, que según los estudiosos y admiradores es uno de los más acertados lienzos de Santa Teresa, se identifica por el hábito de carmelita y los libros; sostiene una pluma en alto para escribir sobre un papel en la mesilla. En este papel se pueden observar inscritas las iniciales del pintor y de la fecha de ejecución: B M faciebat Anno Domini 1650. A los pies del retrato aparece un cráneo sobre un libro como queriendo avisar de lo vano de la existencia. La figura de la Santa destaca sobre un fondo neutro y a su derecha aparece el llamado rompimiento de gloria con cabezas de serafines.

En este lienzo que el entonces joven Murillo plasmó a sus 32 años de edad, proporcionó a la santa la serenidad consustancial de su ascetismo, y su gesto suplicante está lleno de la total entrega de la que siempre hizo gala. Creemos que la sencillez, sinceridad y humanismo que caracterizaban a la doctora carmelita fue transcrita fielmente por el consagrado maestro en esta obra.

Otros cuadros importantes de Santa Teresa de grandes proporciones se exhiben en las parroquias de Santo Domingo de Guzmán y de San Bernardo de la capital grancanaria. Tanto su procedencia como autoría son desconocidas. Sebastián Jiménez Sánchez indica que el de Santo Domingo perteneció a la pinacoteca del pintor Manuel de Ponce de León y que fue adquirido por el párroco don Pedro Díaz cuando se pusieron en almoneda las pertenencias del artista con motivo de su muerte. El de la ermita de San Telmo, que tiene las mismas características, pudo pertenecer al mismo cuerpo de bienes de aquel virtuoso grancanario o al desamortizado convento de San Bernardo.

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