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La farmaindustria y los médicos

La industria paga ensayos clínicos y formación que influyen en las elecciones de los doctores

Presentaba hace unos meses Steve Pauker, uno de los fundadores del análisis de decisión en clínica con quien tuve la suerte de trabajar en Boston, un dilema moral al que se ven abocados muchos médicos, especialmente los residentes. Se trataba de uno al que una compañía farmacéutica le ofrecía pagar la inscripción y gastos para asistir a un congreso de su máximo interés. Allí iba a tener la ocasión de escuchar a los mejores, además de intercambiar pareceres y empezar a crear una buena red de relaciones. Había descartado la asistencia porque su salario no le permitía pagar el alto coste del viaje, la estancia y la cada vez más alta cuota de inscripción. Pero nadie da nada por nada y si la compañía farmacéutica le invitaba era porque esperaba de él una cierta preferencia por sus productos. Asistir significaba perder independencia en la toma de decisiones.

No conozco ningún médico que crea que las farmacéuticas le compran con atenciones o regalos. Piensan, sinceramente, que son independientes y que la prescripción se guía por el máximo beneficio al paciente, teniendo en cuenta el coste para el sistema y la sociedad. Sin embargo, como bien saben las compañías farmacéuticas, las elecciones no siempre son racionales y en ese substrato donde las emociones conducen o colorean las opciones, el agradecimiento tiene mucho valor, también la expectativa de que ese trato favorable se repita.

El Dr. Pauker, que intenta llevar las decisiones médicas al terreno de la racionalidad, de las probabilidades y utilidades, reflexionaba sobre este dilema y el sufrimiento que produce al médico con un sentido alto de la moral y un deseo de progresar, pero no son menos importante las consecuencias que tiene para el sistema este modelo de formación continuada tan extendido en el ámbito sanitario.

En el área educativa sé que las diferentes Consejerías tienen un departamento dedicado a mantener y actualizar los conocimientos de los profesores, sesiones o cursillos gratuitos impartidos algunas veces en horas lectivas. Lo mismo ocurre con las mayoría de las grandes compañías, invierten en formar a sus trabajadores en el mismo trabajo o facilitan la asistencia a cursos incluso sé que algunas se hacen cargo de las cuantiosas matrículas a los máster. Pero en el ámbito sanitario la formación continuada está prácticamente en manos de la industria, la misma que se beneficiará de las elecciones que hagan los alumnos. Un disparate.

El pago que los médicos de los centros públicos reciben por incluir a pacientes en ensayos clínicos es otro problema. Suele ser una cantidad que supera con mucho el coste real del esfuerzo añadido a su trabajo habitual, se constituye así en una forma de compra subrepticia, consentida y alabada por el sistema porque hasta el 60% de ese dinero lo ingresa la institución que además figurará como centro investigador.

La farmaindustria sabe que los médicos son muy conservadores, se aferran a los hábitos aprendidos durante el periodo de formación y mantienen a lo largo de la carrera una vinculación mental con sus primeros jefes, cuando cristaliza la forma en que toman decisiones.

Cambiar la manera de actuar de un médico es difícil porque una vez encontrado un espacio donde la incertidumbre está controlada, le cuesta trabajo modificar su actitud. No en vano el médico tiene que tomar decisiones que pueden tener consecuencias graves en un entorno donde la certeza es lo más raro. Por eso la farmaindustria, cuando pone en el mercado un nuevo producto, elige para su lanzamiento a los médicos de más prestigio mundial y con más capacidad de convicción. Suelen ser conferencias magistrales inolvidables, verdaderas piezas de comunicación. Al prestigio del médico se unen la claridad y aparente solidez científica de la presentación.

Pero quizá las cosas estén cambiando. Cada vez hay más recelo entre los médicos porque saben que ese maestro que expone con aparente independencia científica ha recibido una cuantiosa suma del fabricante del producto que presenta. Ya no se absorbe con pasividad su mensaje, lo mismo que ya no se lee con el mismo relajo un artículo científico que ha sido patrocinado por la industria, la mayoría de los ensayos clínicos lo son como ya he comentado.

Hay que celebrar que la potente compañía Glaxo Smith Kline haya decidido no pagar más conferenciantes. Quizá si se retira la industria definitivamente de la formación continuada el sistema se dé cuenta de que ese es su papel. Hay lugares donde con la misma técnica de la visita médica que hace la industria, profesionales formados presentan las novedades, esta vez con una intención educativa y no de promoción y venta, para mejorar la capacidad de elección y lograr el uso adecuado de los recursos en beneficio del paciente y con el mejor rendimiento para el sistema. Eso es lo que debemos promover.

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